lunes, 20 de diciembre de 2010

La miel es más dulce que la sangre.


¿Puede haber un deseo más carnal que la transmutación del aire en dulce miel? No se me ocurre mejor definición del placer que la cosificación de nuestro sustento vital, el aire.

Darle un tacto, un olor, un sabor al sustrato físico que habitamos representa el triunfo absoluto del cuerpo, de la carne, la corrupción por exceso del acto de vivir. Sin embargo, esta atmósfera ralentiza nuestros sentidos, atrapa viscosamente nuestro espíritu, tizna de un suave dorado nuestra percepción de la realidad, perturba nuestra interacción con el medio, trastocando el intercambio de fluidos para acabar confundiendo lo fresco con lo podrido bajo un tenue magma dorado.

Y así quedamos retratados, suspendidos en el tiempo, ahogados en nuestros propios desechos y debilidades. Nos convertimos, como esta hormiga, en el símbolo de la muerte como destino seguro de nuestra sociedad de consumo, que se define como la incauta hormiga por el acto de consumir.

Hacendosa hormiga, ¿cuándo abandonaste tu recto camino, alejado de los fútiles placeres de la cigarra para caer en el más grande de los placeres?

Ya hace tiempo que venimos cegados por los objetos, la posesión, el exceso. La sociedad del “bienestar” impera desde hace más de 40 años y maestros, como Marco Ferreri, ya denunciaron el exceso en 1973, en aquella polémica película en la que sus protagonistas deciden inmolarse en honor a Pantagruel comiendo hasta reventar: La grande bouffe (La gran comilona).

Al menos, este símbolo viajará en el tiempo como un mensaje en una botella de ámbar, para que las generaciones futuras tomen lecciones antes de empezar a caminar.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Plexos


Dice la RAE que la palabra plexo viene del latín plexus, y significa etimológicamente tejido o entrelazado. Llevado al lenguaje coloquial, sería poco más o menos como decir manojo, fajo, ramillete o gavilla e incluso se dice pliego de papeles. Sin embargo, esta palabra se emplea principalmente en anatomía para designar la red formada por varios filamentos nerviosos y vasculares entrelazados.

Qué tendrá esta palabra que a mi personalmente me atrae, y parece encerrar un cierto misticismo como el captado por Alaska en su canción “Ectoplasmatic” cuando decía aquello de “Estoy en medio de un viaje astral, veo las respuestas con claridad, puede ser un elemental,* lo que me sale del plexo solar”.

Cautivado por la magia de esta palabra, me puse a desentrañar cuantos plexos existen en el cuerpo humano y he podido llegar a contabilizar hasta unos 75 plexos con nombres deliciosamente variopintos y evocadores. Puedo constatar que es aquí donde la anatomía se convierte en lo que podríamos bautizar como medicina romántica, con nombres que parecen más propios de los siete enanitos que de haces de fibras nerviosas.

A continuación, os presento los de mayor inspiración:

Plexo accesorio, cuyo nombre contrasta directamente con el plexo fundamental (más abajo) pero de gran importancia en los tiempos que corren. Ya sabemos que no se puede salir a la calle sin haber pasado por la sección de accesorios y complementos del Corte Inglés. Bolsos, pulseras, collares y pendientes para ellas y gadgets electrónicos de última generación para ellos. Un plexo muy importante en la actualidad: porción de red nerviosa intracorneal situada inmediatamente debajo de la membrana limitante anterior de la córnea.

Plexo anular, que entronca con el ritual nupcial en el que el novio ofrece a la esposa el anillo que simboliza la vagina y ella le tiende la mano para que se complete el ritual. A través del ritual del intercambio de anillos, el hombre muestra su deseo y aceptación de la vagina –algo que preocupa seriamente a la mujer- al igual que ella pone de manifiesto su propio deseo de tener un pene. Al introducir el anillo en el dedo, la novia sabe que, de ahora en adelante, en cierto modo el marido poseerá su vagina al igual que ella será dueña de su pene; gracias a ello, los conjugues ya no se sentirán privados del órgano complementario al suyo, hecho que simboliza el final de la angustia de castración. La mejor representación del contenido psicológico de este ritual se da, para mi gusto, en el cuento de Cenicienta, en el que ella introduce delicadamente su pie en la zapatilla de cristal que le ofrece el príncipe: plexo nervioso alreredor de la córnea.

Plexo cavernoso, que nos dirige inmediatamente al platónico mito de la caverna el cual nos habla de la evolución de la conciencia humana, de nuestra percepción de la realidad desde el mundo de las sombras al fondo de la caverna al mundo inteligible a la entrada de la caverna representado por la luz del sol: plexo nervioso simpático en el interior del seno cavernoso, formado por las terminaciones del ramo anterior del nervio superior eferente del ganglio cervical superior.

Plexo cavernoso del pene, que se me antoja más húmedo y calido que la caverna de Platón. Aquí hay menos metafísica y más condición animal pero, al fin y al cabo, ¿es qué no somos animales?: plexo nervioso, derivado del plexo hipogástrico, que inerva los cuerpos cavernosos del pene.

Plexo coronario, que señala claramente quien es el rey. Si el rey es el que lleva la corona, la anatomía lo tiene claro, el corazón es el rey de todos los órganos, alineándose con la creencia antigua (por ejemplo del Antiguo Egipto o de Aristóteles) de que el alma reside en el corazón, ya que este es el motor de la vida: nombre de dos plexos, anterior y posterior, en la base del corazón.

Plexo fundamental, cuyo pomposo nombre nos deja claro que no se puede vivir sin él. Sin embargo, en comparación con el plexo accesorio, ha perdido en la actualidad mucha de su importancia ya que la mayoría de las veces se ha perdido el fundamento, el origen del porque hacemos las cosas de una determinada manera. El mundo actual acarrea un enorme acerbo cultural en todas las facetas del ser humano pero por auténtica desgracia se ha producido un vaciado sistemático de contenidos y sólo quedan los enunciados de lo que algún día, en el pasado, fue. Por esta razón, nos encontramos con que todo es fácilmente manipulable, es decir, ante un mismo enunciado histórico, pongamos por ejemplo un conflicto entre países, cada persona puede dar una interpretación diferente de acuerdo con su sesgo personal. Nada que ver con la realidad de lo que verdaderamente pasó. Creo que la profesión médica decidirá extirpar pronto este plexo, como si de unas amígdalas se tratara, para evitar fiebres improductivas: plexo de fibras nerviosas en la sustancia propia de la córnea.

Plexo nudoso, que indica muy gráficamente como mantener un ramillete unido, lo mejor es hacer un nudo. Antes se arreglaba todo con un nudo, especialmente si había algún marino en la familia pero ahora somos más de pegamento y casi no sabemos ni atarnos los zapatos: ganglio plexiforme del vago.

Plexo obturador, muy desarrollado en caso de dedicarse profesionalmente a la fotografía: pequeño plexo que rodea el nervio obturador.

Plexo pampiniforme, que es el plexo de los pimpollos, esos pámpanos desorientados y desmotivados que tiemblan al pensar en el futuro que les espera. Quedarse sin valores es lo peor que le puede pasar a una mente joven y es el primer estadio de la degeneración: red de venas del cordón espermático que drena los testículos en la vena espermática, en el abdomen inferior.

Plexo pudendocaudal, este es el plexo de los banqueros acaudalados y pudientes, dos palabras que van necesariamente juntas puesto que dinero es poder, y viceversa. En la actualidad el poder que tienen se ha incrementado y manejan a los gobiernos como si fueran títeres de cabeza hueca y al resto de los ciudadanos como si fuéramos tontos. Este plexo se está desarrollando en detrimento del anterior: plexo formado por el pudendo y el nervio coccígeo.

Plexo solar, que es el que nos ilumina como a Alaska. Por tanto, es el plexo de la inteligencia aunque en algunos casos se parece más a un solar yermo que no sirve ni para edificar una chavola que nos permita sobrevivir: densa red de fibras y ganglios nerviosos que rodea las raíces de las arterias celíaca y mesentérica superior a nivel de la primera vértebra lumbar. Es uno de los grandes plexos vegetativos del cuerpo, en el cual se combinan las fibras nerviosas del sistema simpático y el parasimpático.

Plexo sacro, desde la institución del Sacro Imperio Romano Germánico, este plexo ha ido menguando poco a poco hasta casi desaparecer en la actualidad. Ahora no hay nada sagrado, los pimpollos pampiniformes no tienen valores, y menos, los de unos opulentos curas que predican lo mismo que cuando se fundó el Sacro Imperio. Por eso, el ser humano busca lo sagrado en otras fuentes más acordes con la realidad actual: plexo nervioso formado por los ramos anteriores de los nervios lumbares IV y V y de los cuatro primeros sacros, situado profundamente en la pelvis, en la cara anterior del sacro.

Luego hay toda una colección de plexos con nombres de señores por lo que debemos pagar a la SGAE los derechos antes de pronunciarlos. Rozando la ilegalidad me atrevo a mentar unos cuantos, a continuación: Plexo de Auerbach, Plexo de Cruveilhier, Plexo de Exner, Plexo de Heller, Plexo de Hovíus, Plexo de Jacobson, Plexo de Kiesselbach, Plexo de Leber, Plexo de Meissner, Plexo de Panizza, Plexo de Quenu, Plexo de Raschkow, Plexo de Santorini, Plexo de Sappey, Plexo de Stenon.

Como veis, el mundo de los plexos es muy com-plexo, tiene vida propia y en él, la medicina se transforma en culebrón venezolano.

*Elementales es el nombre que recibe una categoría de seres mitológicos descritos por primera vez en las obras alquímicas de Teofrasto Paracelso (1493-1541). Los tipos de elementales descritos eran cuatro, coincidiendo con los elementos de la tradición griega. De esta forma la correspondencia entre los elementos y las criaturas que les representaban sería: Agua: Ondinas; Fuego: Salamandras; Tierra: Gnomos; Aire: Sílfides.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Metaalegoría

Caminando por el pasillo de mi casa, me crucé el otro día con mi hija pequeña que circulaba en sentido contrario inmersa en la representación de una de las alegorías más terribles de la mitología clásica, la que hace referencia al inexorable paso del tiempo.

Aquella pose de mi hija, que daba buena cuenta de un malogrado Kent sin cabeza, despertó en mi el patrón de reconocimiento de una de las obras de la serie pinturas negras del magistral sordo aragonés, Francisco de Goya.

En este óleo, el pintor representó al dios Saturno (Cronos en la mitología griega) devorando a uno de sus hijos en clara alusión alegórica al paso del tiempo pues Saturno se comía a los hijos, que representan el futuro, nacidos de su mujer Rea, por temor a ser destronado por uno de ellos. A la carga simbólica de este mito que pone de manifiesto como el tiempo nos devora inexorablemente y de forma cruel, el pintor añade una carga expresiva extraordinariamente desgarradora. Vemos un padre avejentado, fuera de sí, con una expresión facial enteramente entregada al acto de deglutir. Todos los órganos de la cara participan de la orgía avitualladora: los ojos fuera de sus órbitas, es decir, desconectados del cerebro, la aletas nasales dilatadas para permitir el paso del aire ya que la boca está ocupada en otros menesteres, los pómulos estirados y por fin, la boca inmensa como las fauces del inframundo simboliza nodalmente la actitud de Saturno. El centro del cuadro está ocupado por el hijo devorado, con un cuerpo ya adulto estrechado con tal fuerza que los dedos del caníbal parecen hundirse en la espalda del infortunado como si fuera a partirse en dos con el siguiente bocado paterno.

Y yo me pregunto, sabrá todo esto mi hija, es posible que con 21 meses de vida tenga ya presente que su reloj personal ha empezado ya a girar, a restar horas, minutos y segundos, y por eso ella tomó el papel de Cronos y sacrificó en su lugar a un desprevenido Kent. Quizá Kent sólo perdió su cabeza en post de calmar las inflamadas encías de mi hija, propósito altamente loable no obstante, pero también podemos hacer la lectura de que los niños vienen al mundo con un conocimiento ignoto que luego se pierde durante el proceso de domesticación social, y sólo se vuelve a recuperar bebiendo en las fuentes Wikipédicas.

En fin, son historias de pasillo producidas al calor del amor paternal al final de un agotador día laboral.



domingo, 21 de noviembre de 2010

La bella durmiente narcotizada.


Otro de esos pequeños tesoros que encuentran su valor en un recóndito lugar de nuestra mente cayó en mis manos cuando callejeaba este verano por la Lisboa más turística. Se trata de una postal perteneciente a la serie “Publicidade e ilustraçao. Portugal século XX” editadas para reconocer el valor artístico de los anuncios publicitarios del siglo pasado.

Al sostenerla en mis manos, inmediatamente me llamó la atención el nombre del producto que se deseaba vender, un insecticida llamado “Durma-bem!”. Es decir, se trata de un insecticida que no tiene un nombre amenazador por su actividad exterminadora, “Raid: ataque, redada”, “Kill-paff: matar” sino más bien un nombre dulce y agradable porque hace referencia al sujeto pasivo, la chica, que recibe el beneficio indirecto de la razzia insecticida.

Asimismo, la composición gráfica de esta publicidad me hizo rememorar, quizá en mi subconsciente, el mito de la bella durmiente. La dulce y hermosa adolescente durmiendo el sueño de su maduración sexual, en un proceso de prologada e intensa introspección tutelado por el mismísimo cupido.

La presencia de Cupido (Eros) refuerza que estoy en lo cierto pues vamos a parar de cabeza al mito de Eros y Psique, entroncado con el cuento de Perrault y con la más tardía y familiar versión de los hermanos Grimm.

Aunque en el mito de Psique y Eros, Afrodita, celosa de la belleza de Psique, envió a su hijo Eros (Cupido) para que le lanzara una flecha de oro oxidado que la haría enamorarse del hombre más horrible y ruin que encontrase, en esta estampa Cupido cambia sus artes y decide gasear a la heroína para sumirla en un sueño del que sólo despertará cuando esté preparada para la unión con su amante. Esta madurez sexual que equivale a la llegada de la menstruación también estaría representada en las gotas de sangre que manan del corazón.

Por otra parte, al igual que en el cuento de la Bella Durmiente, la heroína también sostiene una rosa en sus manos que simbolizaría el inexpugnable entramado espinoso que protege su candidez de caer en las garras del amor hasta la conclusión del proceso de maduración.

Fijándonos bien en la ilustración, también descubrimos aliviados que existe un formato del producto más cómodo y fácil de usar que el fumigador estilo lanzallamas que usa Cupido, lo cual se entiende por el hecho de que los posibles usuarios sólo deberán gasear insectos y no dulces damiselas. Asimismo, este bote de spray se encuentra al lado de un pequeño librito que me ha mantenido intrigado durante bastante tiempo. Ni con lupa he podido leer los caracteres que aparecen impresos en él, así que no sé si es un libro de entomología que indica las especies de insectos aniquiladas por el producto, el manual del perfecto amante, el catecismo o el diario de la yaciente que recoge las vivencias de su viaje iniciático por los dominios de Morfeo.

Parece, por otro lado, que este producto es especialmente eficaz para insectos voladores y la nube tóxica que se representa sobre el cuerpo de la durmiente parece contener todo un catálogo ilustrado de las especies insectas que caerán irremisiblemente sobre el lecho núbil. Espero que el príncipe enamorado sea amante de la entomología forense pues deberá recoger los cadáveres de mosquitos, tábanos, jejenes, zancudos…. antes de acceder a la mejilla de su enamorada.

En definitiva, si queremos dormir bien, que se quite el Valium que yo me quedo con Durma-bem!

domingo, 31 de octubre de 2010

ESTÉTICA NACIONAL


El folklore catalán atribuye un origen enormemente romántico a la Senyera o bandera catalana, inspirado en el más puro estilo caballeresco medieval. Es un símbolo parido a fuego, el de una batalla, representado por un escudo de oro, y sangre, la del conde Guifré el Pilós, herido de muerte en una batalla franco-normanda. El conde de Barcelona luchaba junto al rey franco, origen de su linaje, y fue el mismo rey (Carlos II el Calvo o Luís I el Piadoso, que en esto hay cierta controversia) quien creo el heraldo con sus dedos empapados en la sangre de su abnegado conde.

Alrededor de la Diada de Catalunya, que es el 11 de Septiembre, descubrí en Rubí el mayor ejemplo de asimilación folklórica nacional de entre todas las muestras de ensalzamiento nacional que se dieron ese día.

Se me antojó que el sentimiento catalán ha sido ya tan interiorizado, tan asimilado que la bandera de las 4 barras forma parte ya del paisaje, del mobiliario, del aire que respiramos, del arco iris, de las carpas de los circos, de las pajitas de plástico, de las velas de cumpleaños, de las zebras del zoo, de la pasta de dientes, de la estética dominante…

Aquella muestra de popularización institucional me pareció digna del mismísimo Andy Warhol, una obra maestra del “Pop Art” con la capacidad de extender un símbolo hasta el infinito mediante su repetición funcional.

Delante de aquellos edificios, me sentí como si viviéramos protegidos por el escudo del mismísimo Guifré, a salvo de las ingerentes flechas extranjeras procedentes de las fuerzas de la globalización que acechan el castillo con el propósito de aniquilar la diferencia.

Enzarzado en estas reflexiones, me encaminé hacia la estación de los FF.CC. y pedí a Dios que a los fabricantes de toldos no se les ocurra combinar el amarillo y el rojo, so pena de excesiva vanalización del más alto símbolo catalán.

Foto tomada en el barrio de Les Torres cerca de la estación de los Ferrocarriles de la Generalitat de Rubí.

viernes, 29 de octubre de 2010

Emociones underground: Viaje emocional hacia Barcelona.


Hoy no trabajo. Es el día de la Mercè, día exótico que serpentea por la orilla de la rutina entre el mar de la libertad y la tierra de la responsabilidad. Es fiesta local en Barcelona, “la fiesta mayor del pueblo”, pero el pueblo es tan grande que es más fácil definir lo que no es pueblo, ese pueblo. Por ejemplo, Rubí, el otro pueblo, en el que yo vivo y para él que la Mercè es una chica más del barrio y además muy trabajadora.

Ante una composición así, no pude resistirme a cruzar la orilla haciendo un nudo marinero a mi desorientado quehacer de aquel 24 de Septiembre. De esta manera, me sumergí en las entrañas de la tierra, en el vientre de la madre Collserola, dejando que una suerte de sensaciones y emociones fetales ampararan mi espíritu para nacer de nuevo cara al mar, con el sol velando mi retina y la curiosidad del recién nacido que lo tiene todo por descubrir.

Mi propósito oficial, cambiar un billete de tren en la estación de Sants; así que cogí los ferrocarriles de la Generalitat que me llevarían entre claroscuros hasta el nudo gordiano ferroviario que es Sants. Los ferrocarriles que conectan el Vallés con la Plaza de Catalunya son un maravilloso instrumento para hacer un sondeo radial del cinturón metropolitano de Barcelona.

Subí al tren con el alma recién lavada y los canales sensoriales abiertos; fuera los escudos defensivos hechos de diario gratuito, fuera la ipodialización auricular, fuera las gafas de sol. Se trataba de ver, oír, oler, tocar … y hasta saborear.

Nada más pisar la estación de Rubí, me encuentro con una muestra del folklore hispano más castizo, el piropo, que un sudamericano le brindaba a una compatriota que respondía arrugando el labio como si el piropeador fuera un viejo conocido intentando expiar sus pecados.

Subo al tren que viene de Terrassa y voy a dar con el vagón que hace de carruaje núbil de una pareja de recién casados en pleno viaje de novios hacia la consumación (y la consumición). Tal y conforme están los tiempos, puedo entender que un billete de 2 zonas de TMB resulte casi tan atractivo como un pasaje al Caribe. Al principio pensé que se trataba de una despedida de solteros pero la efusividad parlanchina de la novia rápido me puso al corriente de la sentencia judicial con la que habían formalizado el matrimonio. Ella con un gran moño, llevaba una falda corta de tul beige con medias blancas y un corpiño negro como si fuera una bailarina de ballet, lo que acentuaba más su escandalosa juventud. Todavía portaba el ramo, escueto, con alguna que otra orquídea blanca. Él con traje, camisa lila y bambas a juego. No conozco bien el protocolo de las bodas civiles pero el anillo más aparente de los que llevaba el novio era el que pendía de la parte inferior de su tabique nasal que bien merecía el cambio de género gramatical por anilla. No quiero ser pájaro de mal agüero, y menos en un día tan especial como este, pero me da la impresión de que el juez los volverá a ver pronto.

Cuesta retirar el foco de mi atención de este viaje de novios metropolitano pero haciendo un gran esfuerzo hago un barrido general de vagón, es decir, muevo la caña a ver si pica alguna otra historia humana.

Cardumen de asiáticos, tecleo nervioso del móvil, alguien lee una guía turística de Turquía, de esas que se llaman Trotamundos. Qué bonito, su mente debe estar cruzando la península de Anatolia, recorriendo la ruta de la seda hacia la Capadocia, o quizá se encuentra ahora mismo regateando en el Gran Bazar de Estambul. No sé si habrá prestado la atención que se merece a la parte de la guía que indica la conveniencia de llevar unas pastillas para la diarrea, efecto colateral de la gran hospitalidad turca alrededor de una taza de te.

Retuerzo un poco el pescuezo y descubro que una de las mujeres asiáticas se entretiene con un artilugio de 7 pulgadas viendo películas de Kung fu. Ha subido en Mirasol, creo que forma parte del servicio de una de las estupendas casas que salpican el interior del parque de Collserola. Busco a Jackie Chan en la pequeña pantalla y no lo encuentro. La mujer se aísla acústicamente del entorno con unos auriculares ciertamente aparatosos, en el sentido sumatorio de aparato+generoso.

Sigo dedicado al paisaje interior. Ahora mi vista tropieza con una colegiala de falda a cuadros y polo blanco, con calcetines azules altos que había subido en Sant Cugat. Tiene la boca ancha y lleva gafas blancas de Vogue que la hacen más mayor.

Dos filas más atrás hay sentado un ciego con la vista perdida en la oscuridad del túnel. Quizá sea él, quien tenga una mejor percepción de la realidad mientras atravesamos la montaña del Tibidabo.

En Valdoreix sube de nuevo el servicio. Un par de filipinas (clasificación no autorizada) con el labio superior levantado.

Un vaso de papel rueda en círculos sobre el suelo del vagón. Miradas furtivas a través de los vidrios. Bombas de chicle que explotan en la boca de la chica del fondo.

Morfeo azota el vagón provocando bostezos y luxaciones cervicales. Los ronquidos del ciego de 2 filas más atrás alcanzan mis oídos. Supongo que debe ser muy aburrida la oscuridad perpetua. Parece que el armazón interno que lo sostiene se viene abajo por momentos y su forma corpórea se va achatando, como si se fundiera hundiéndose en el asiento. La persona que se sienta a su lado empieza a ver invadido su espacio vital. Aquí hay que luchar hasta por unos centímetros.

Me bajo en Provença y trasbordo al Metro. A pesar de que es un día tranquilo, el ambiente se densifica y sube la temperatura.

Aumenta la riqueza paisajística antropomórfica. Me fijo en una mujer negra con el pelo rizado como virutas metálicas y a la vez, veo una mujer blanca, que se me antoja menopáusica, con grandes bolsas bajo los ojos y galopante alopecia.

Otra mujer oriental se entretiene haciendo una sopa de letras “jumbo” y va agrupando palabras como “filetear”, “gamba”, “domadora”. Repaso con avidez todo el cuadro de letras porque francamente esperaba encontrar un mensaje iluminador emergiendo de la sopa alfabética, algo así como una verdad revelada pero las palabras eran bastante cortas y más bien parecían relacionadas con el menú de un restaurante chino.

Desisto en el empeño sopero y ahora me fijo en un turista-mochilero anglosajón que porta una camiseta con la siguiente leyenda en la espalda: “My mum always says…”, qué pena, la mochila que lleva a la espalda no me deja ver la última palabra pero a juzgar por su exceso de peso, la frase podría terminar con un “eat everything”. Lleva botas sin calcetines emergentes, una vieja gorra azul y una barba desaliñada.

De repente, uno de eso guiños divinos que tanto me encantan. La chica que tengo bajo el sobaco (voy de pie) va leyendo un libro titulado “Antropología de la Convivencia”. De inmediato me asaltan algunas dudas, ¿es un manual de supervivencia urbana?, ¿lo han leído ya todos los demás viajeros?, ¿debería leerlo yo también antes de embarcarme en aventuras tan temerarias como bajar hasta Sants? Bueno, es un poco exagerado pero es que no se me ocurre cosa que ejemplifique mejor la pura necesidad de la convivencia en una gran ciudad que el manual que la desconocida lleva entre manos.

Empiezo a cansarme de tanta humanidad y doy un vistazo indolente a lo largo y ancho del vagón de Metro. Veo muchas partes del cuerpo anilladas, algunos con gafas de sol, ¿pero de qué sol se protegen a varias decenas de metros bajo tierra?

Ya estamos llegando a Sants pero en el último tramo todavía tengo tiempo de entretenerme con una mujer de unos 45 años y look alaskeño y una chica que lleva una carta estelar tatuada en la espalda.

LLEGAMOS A SANTS.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Puzzle de vidas


Decía Ortega y Gasset que la ciudad es aquello que no es campo, o sea, que se define por sus límites. Por tanto, el concepto de ciudad siempre ha ido íntimamente ligado a la limitación física del espacio.

Desde las ciudades-estado hasta nuestros días, esta definición ha ido evolucionando sin perder su esencia, es decir, la limitación del espacio. Así, las murallas construidas por el hombre a modo de membrana celular de ese organismo viviente llamado ciudad constituían la manifestación más simplista del concepto de ciudad. Con el tiempo, la delimitación de las grandes aglomeraciones humanas se ha ido difuminando y ahora los límites los ponen los accidentes naturales, como montañas o ríos, o sea el campo, que de alguna manera tenía que defenderse de esa peculiar costumbre que tienen los humanos de arremolinarse entorno a unos pocos kilómetros cuadrados que quedan tan devastados que pierden hasta la dignidad de llamarse Tierra.

Es evidente, que la vida urbana nos impone la cesión de algunos de nuestros intereses en pro de la colectividad, como por ejemplo no tirar la basura por la ventana del 4º piso o tener que esperar la cola del autobús, o frenar cuando un semáforo está en rojo.

Sin embargo, esto no es nada comparado con lo que es la vida en comunidad. Era evidente que tenía que pasar, si el campo no nos quiere dar más espacio, quitémoselo al cielo.

Según la RAE, una comunidad es, entre otras cosas, un conjunto de personas vinculadas por características o intereses comunes, y más en concreto, yo diría que en el caso que nos ocupa, la vinculación es más por características que por intereses. Eso ya lo sabían los rusos cuando después de escabechar a los zares abrazaron la colectivización de la vida familiar y proyectaron sus tremendamente depresivos edificios de apartamentos para alojar a la clase obrera.

Pero la cosa no acaba ahí, como nos han demostrado los japoneses. De esta manera, el tamaño de los apartamentos es inversamente proporcional a la presión demográfica que se ejerce sobre un determinado punto del planeta hasta alcanzar el tamaño de nicho, que se supone que es la última medida permitida, al menos, para seres humanos vivos. En el caso de los muertos, su condición biológica, su estatus legal y la pérdida definitiva de su dignidad, nos permite reducirlos a cenizas que ocupan el espacio de una pequeña urna, que a su vez se guarda en un columbario (de 1 metro cuadrado) junto con otras urnas, para no perder la costumbre de la comunidad. En fin, igual que se vive, se muere.

Así que cuando veo las enormes moles de pisos o pisitos o cuchitriles a las que nos tienen acostumbrados nuestras ciudades, se me representan como un organismo viviente integrado por entidades celulares que serian cada uno de los pisos. Este bicho come y defeca por la bajante, eructa las sardinas mal digeridas por los extractores y exhala sus efluvios por sus poros que serían los aires acondicionados. También se ilusiona con los tímidos acordes de violín del estudiante del 6º dcha. y mantiene su homeostasis a base de coladas que airea en sus vías aéreas o patio de luces. Dentro de sus células se producen procesos mitóticos entre jadeos, golpes de cabezal en la pared y demás algarabía sexual mientras los grafiteros lo someten a sesiones intensivas de tatuaje. La bricomanía noctámbula del vecino de 5º es la causa de su dolor de cabeza y padece las enfermedades propias de la vejez, como la arteriosclerosis de sus cañerías o la aluminosis galopante. Empero, lo importante es que todas esas piezas encajan como un puzzle, y uno, ante la visión de la atareada vida de sus habitantes, tiene la impresión de estar viendo una foto de familia.

Si no, fijaos en la foto de este edificio de los suburbios de una gran ciudad europea. Se trata de Lisboa aunque bien podría ser cualquier otra, puesto que la composición es omnipresente en el mundo desarrollado. Como veis, seguro que los vecinos del 4º que miran a la cámara han hecho muchas barbacoas en el balcón del 2º, eso sí, recogiendo la alfombra de su propio balcón para que no huela. También vemos al del 4º dcha. exhibiendo públicamente sus trapos “límpios”, así como los del 4º izq. evitando que se les peguen las sábanas. Asimismo, las plantas tratan de medrar en el microclima del 1º dcha.

El edificio presenta ya tal estado de descomposición que si la cosa sigue igual, la próxima foto tomada por un turista distraído y un poco excéntrico, será ya objeto de estudio al estilo de las caras de Velmez y a lo mejor hasta se convierte en centro de peregrinación ecuménica.

Gracias a este puzzle humano, he entendido el significado de aquel juego de apilar piezas que se llama “Tetris”, es el acrónimo de tétrico.

Foto: Tomada el 18 de Agosto de 2010 en los suburbios de Lisboa.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Supersticiones


¿Por qué hay personas que son más supersticiosas que otras con independencia de su nivel cultural?

He intentado contestar esta pregunta simplemente porque yo soy una persona supersticiosa, por mucho que me cueste reconocerlo. Y con los años me he dado cuenta de que el modus operandi de la superchería es similar al funcionamiento del sistema inmune. La mente se va cargando con los anticuerpos generados con cada nueva inoculación supersticiosa. Una vez subyugada la mente del huésped, las supersticiones se propagan rápidamente de forma similar a las actuales historias virales entre diferentes personas, que las aceptan como si fueran retazos de la sabiduría milenaria acumulada por el hombre en su relación con el entorno.

No pongas el pan boca abajo en la mesa, no abras un paraguas dentro de casa, no dejes los zapatos encima de la mesa, no pases por debajo de una escalera, los gatos negros traen mala suerte, el color amarillo, romper un espejo, las tijeras abiertas, derramar la sal, supersticiones numéricas como la triscaidecafobia, hay que llevar algo rojo para comenzar el año, etc…

Sin embargo, por qué hay personas que son aparentemente inmunes a este tipo de condicionantes conductuales. Es evidente que una primera explicación radica en el desarrollo intelectual de la persona y no hay mejor manera de ejemplificar este argumento que pensando en la vida del hombre primitivo para el que muchos de los fenómenos que ahora consideramos totalmente naturales y explicables, tenían un origen mágico y sólo con la mágica se podía tratar con ellos. Pero desde mi punto de vista, hay otro rasgo importante que inclina la mente a la creencia supersticiosa, y sería su componente fantástica en contraposición a la componente realista. Hay personas más dadas a magnificar la parte de la realidad que todavía no entendemos y por tanto, su interpretación de la realidad se acerca en cierto modo a la del hombre primitivo. Esto es posible, no porque esas personas sean muy fantasiosas y no entiendan o acepten la explicación actual de la realidad sino porque amplían su visión del mundo más allá del entorno cercano del hogar, del deporte dominical, o del coche que conduzco cada día para ir a trabajar. Es cuando intentas abarcar la gran realidad, la que supera los confines del Universo, la que fluye a través de caminos y vías todavía ignotos para el hombre, cuando te conviertes en un auténtico cromañón proclive a interpretaciones mágicas de esa gran realidad. Así, todo lo relacionado con el misterio, programas de televisión y radio, revistas y libros, tiene tanto auge en la actualidad, abonando con vehemencia el sustrato fantástico con muchas preguntas sin respuesta.

Pero cómo se origina una superstición, cual es el germen que desencadena una creencia irracional que puede extenderse a lo largo de milenios. Yo siempre había pensado que tenían un origen de lo más anodino y tonto que se pueda llegar a pensar. Por ejemplo, quizá un día alguien abrió un paraguas dentro de casa y luego casualmente, tuvo un mal día, se lo comentó a sus convecinos y zás, ya tenemos una superstición. Sin embargo, esta es una idea muy naive, ya que al igual que en el caso de la comunicación viral, es importante que el número de propagadores del mensaje una vez creado, sea muy elevado para que la cosa se extienda. Así que indagando un poco más en el tema, he podido comprobar que la mayoría tienen su origen en cosas básicas, importantes para mucha gente como la religión, la comida o la muerte.

Por ejemplo, los orígenes del pingüe corpus supersticioso asociado a las escaleras son, desde mi punto de vista, principalmente dos: uno asociado a la religión, ya que la escalera al apoyarse en una pared forma un triángulo que popularmente se identificó con la figura divina, y por tanto, atravesarlo se puede considerar como una profanación. Además, abundando en este sentido, la escalera es algo que nos permite ascender y descender y por tanto, se puede considerar como un símbolo del puente de unión entre el Cielo y la Tierra. Un segundo origen estaría asociado con la muerte, ya que la escalera formaría parte del utillaje presente en el cadalso siendo su finalidad la de permitir descender los cuerpos de los ajusticiados.

Sea como fuere, el encuentro fortuito con una escalera puede requerir de la ayuda de un manual para salir indemne de tan aciago trance. Sirvan de ejemplo algunas líneas extraídas de dicho manual. Si pasamos por debajo de una escalera sin darnos cuenta, podemos hacer lo siguiente:

- Hacer el signo de la figa o,

- Cruzar los dedos hasta ver un perro o,

- Escupir tres veces a través de los escalones o una vez por encima del hombro derecho o,

- Escupir en el zapato y continuar el camino sin volverse hasta que la saliva esté seca.

Debe evitarse siempre alargar o coger un objeto a través de los peldaños, o pararse en un escalón impar.

Ha de preferirse siempre la escalera con un número impar de escalones. Saltarse un escalón al subir anuncia un revés de fortuna y caerse de una escalera, además de la posibilidad de partirte la cabeza, significa pérdida de dinero.

Con respecto a las escaleras que unen dos pisos, se recomienda hacer el signo de la cruz al pisar el primer escalón para evitar un tropezón.

Caerse por una escalera es de buen augurio si ocurre subiendo, pero un mal presagio si es bajando.

Cuando a mitad de las escaleras se acuerda uno de que ha dejado olvidada alguna cosa, se recomienda primero subirlas todas y luego bajar por ella, para evitar la mala suerte.

Teniendo en cuenta su origen religioso no es raro que sea de buen presagio soñar que se sube una escalera y de mal agüero, soñar que se baja.

Fuera del mundo de los sueños está considerado de buen augurio y signo de próxima boda caerte por la escalera si en ese momento la vas subiendo, y por el contrario de mal agüero y signo de asistencia a un funeral caerte si las estás bajando (dependiendo de la gravedad de la caída podría ser el propio: mucho cuidado).

Visto lo dificultoso del trato con estos peligrosos bichos llamados escaleras, creo que optaré por los taburetes que requieren menos mantenimiento.

Un supersticioso haciendo terapia.

viernes, 3 de septiembre de 2010

El fin de los hombres


Hace ya algún tiempo que vengo notando cierto desajuste a la hora de cuadrar las cuentas del reparto sexista de nuestra especie. Al principio, incauto de mi, atribuí el desbarajuste a una causalidad por medio de la cual la fémina prendía con mayor facilidad en mi entorno más cercano. Sólo fijándome en la planta del edificio en el que habitualmente trabajo, la generación procreadora (incluyéndome yo) mostraba cualidades claramente superiores para engendrar hembras en detrimento de los varones (yo predico con el ejemplo y por eso tengo dos hijas). Sin embargo con el tiempo, he llegado a convencerme de que la escora hacia el sexo femenino no es arbitraria ni mucho menos casual.

Y es que creo que estamos ante el siguiente escalón evolutivo de la raza humana. O sea, que si nos fijamos en el entorno socio-económico-ambiental en el que se desarrolla la vida humana actual, se pone enseguida de manifiesto que no estamos haciendo lo mejor para la supervivencia de la especie. Cada vez se tienen menos hijos y más tarde y en un entorno más insalubre.

¿Cómo reacciona la Naturaleza en este caso? Pues aumentando el número de hembras procreadoras que son las verdaderas generadoras de vida, es decir, resaltando que son ellas las que llevan el mayor peso reproductor mientras que el macho sólo es portador de un paquete concreto de información.

Resulta también curioso pensar que este mecanismo de defensa de la especie ya estaba encriptado desde su origen atendiendo a la mayor persistencia de los espermatozoides portadores del cromosoma X, o sea, los que darán lugar a una hembra después de la concepción. Los espermatozoides portadores del cromosoma X son más resistentes que los portadores del cromosoma Y, y por eso, sólo era necesario que se dieran las adversas condiciones externas en las que estamos inmersos para que se disparara el mecanismo de defensa decantando el fiel de la balanza hacia el lado femenino.

Otra conclusión que podemos extraer es que ante una amenaza así, la moral queda relegada a un segundo plano y la Naturaleza nos acerca más a la animalidad, de acuerdo con la cual, un solo macho, normalmente el más fuerte, puede fecundar a varias hembras. Es decir, que se impone la poligamia forzosa, la poligamia matemática.

Este hecho, que podría hacer feliz a más de uno, en realidad es tremendamente luctuoso para el género masculino desde el día en que se inventó la fecundación in vitro. ¡Por desgracia, ellas ya no nos necesitan!

lunes, 30 de agosto de 2010

Resaca estival

Apurando una de las últimas gotas de las vacaciones, me he encontrado con un flashback de mi viaje a Lisboa.

Era ya hora de que un levantino de nacimiento y de madurez caminara hacia el poniente para ver la Península desde el otro lado. Así, he podido recibir el día desde la tierra y despedirlo en el mar, al estilo hippie ibicenco aunque restando algún grado al mercurio.

Ni qué decir tiene que la ciudad de las blancas aceras pixeladas, mezcla de calidez mediterránea y brisa atlántica, me ha encantado. Y como ciudad emocional y emotiva que es, los principales estímulos que me ha brindado pertenecen a ese campo de la mente humana, las emociones que nunca se olvidan. Y en esto, que esta chispa emocional saltó en mi mente viajando yo en uno de los antiguos tranvías que sajan su centro histórico. Casi de reojo, mi retina capturó una composición que me resultó familiar. Se trataba de un borracho sentado en el suelo, la espalda contra la pared, la litrona a su izquierda, la cabeza inclinada hacia la derecha.

Y por qué esta imagen me resultaba tan familiar si no tengo ningún conocido que empine el codo hasta esos extremos. El déjà vu lo desenmascaré en la propia Lisboa, y es que resulta que dos días antes, en el barrio de la Alfama y desdeñando la cola para entrar en el Castelo do Sao Jorge, compré una postal de la serie “Os fotógrafos portugueses: Orlando Batista”. En ella aparecía un paisano muy similar al capturado por mi retina (que no pudo ser capturado por mi cámara debido al feroz movimiento de estos tranvías), sentado en un barril que supuse contenía algún elixir espirituoso, la espalda contra la pared y la cabeza inclinada hacia su derecha. Coronaba la composición una flecha que indicaba que la dirección de Lisboa era la que había empezado a tomar la cabeza del durmiente.

Detrás de la postal se mencionaba que la foto había sido tomada en 1973, en la villa de Sesimbra, y por tanto, hace casi 40 años.

Esta fortuita asociación me llevó a la inevitable comparación de las dos imágenes concluyendo que en lo esencial hemos cambiado poco, es decir, tanto antes como ahora podemos beber hasta agarrar un pedo que nos despoje de nuestra dignidad humana. Sin embargo, en lo supletorio hay algunas diferencias. El vino ha dejado de ser la droga de los borrachos callejeros y ha elevado su estatus a la categoría de obra de arte. La pesada carga callejera ha sido asumida por la sufrida cerveza que se fracciona en dosis individuales contenidas en envases reciclables de vidrio o aluminio. En esto último tampoco hemos ganado mucho porque qué hay más reciclable que un buen tonel de vino que desempeña eficientemente su función durante años.

Además, el borracho de antaño puede usarlo a modo de asiento mientras que el de 2010 cae aún más abajo por su mala vida.

Quizá en el año 2100, otro turista desprevenido de la ciudad del Tajo capture en algún tipo de soporte electrónico la imagen traslúcida de alguien que se desvanece por abusar de algún líquido embriagador de baja calaña y fácil acceso (permítaseme el símil gráfico que aporto más abajo).

sábado, 19 de junio de 2010

Leyendo a Platero


Nada más agitar sus páginas con el pulgar mediante un rápido descarte que genera una leve corriente de aire, ya me vienen los aromas a mar, a tierra mojada, a lirios del monte y a tornasolados tránsitos circadianos.

Acaricio cada capítulo, y lo toco y lo retoco, y lo huelo y lo imagino. Collar de perlas preciosas, rosario de la aurora y del crepúsculo, conformado por finos miriñaques que estimulan mi espíritu al son del dulce tintineo generado por el choque de las letras dentro de cada palabra.

Es tal el lirismo que destila esta obra, que cada capítulo se erige en monumento, en construcción física, tangible, que deja una huella indeleble sobre la faz de la Tierra. Es poesía convertida en prosa pero más que eso, es un monumento que usa las palabras como sillares que encajan a la perfección en un orden determinado y que erigen una auténtica pirámide de las sensaciones, de los sentimientos. Cada pedazo de información representa una nueva construcción, en la que cada palabra parece haber encontrado su sitio en el Universo, guiadas por el pastor de palabras llamado Juan Ramón.

El resultado es un caleidoscopio de sensaciones, una psicodelia onubense, de monte, de mar, de flores, de sol, de cielo, de marisma, de gente… de amor.

Yo camino entre sus renglones como por entre los surcos que deja el arado en la tierra para airearla, con la ilusión creada por los dones sensoriales que la tierra me regala, pero sabiendo que pertenezco a estos surcos y algún día volveré a ellos.

Sólo quiero dar las gracias al que un día arañó la tierra y me permitió ver y saber algo de sus entrañas antes de que yo me convierta en aroma de almoraduj.

martes, 8 de junio de 2010

El tren de la bruja o el payaso melancólico


El circo, el mayor espectáculo de mundo. Así fue para mi durante los años de mi infancia, cuando mi padre me llevaba y mi candor infantil sólo me permitía ver la magia, la fantasía y aquel humor naïve de los payasos vocacionales (son los que no actúan, sino que viven como payasos).

En la edad adulta, la madurez me ha privado de esa ventana a la fantasía y más bien, ha trocado este antiquísimo espectáculo en un “freak show” (parada de monstruos). Lo que yo veo cuando estoy sentado en la polvorienta e incómoda grada, junto a mis hijas, no son valientes domadores, osados acróbatas o divertidísimos payasos. Yo veo animales famélicos, pulgosos y nerviosos convertidos en auténticas sombras de lo que algún día fueron en la sabana africana, niños sin escolarizar siguiendo la estela de sus padres, que embutidos en unos ridículos leotardos incapaces de esconder la incipiente barriga, dan saltos, aplaudidos más por compasión que por estética, y payasos de sonrisa pintarrajeada y colores desvaídos por el sudor de su frente, que destilan melancolía, desarraigo y humillación hasta por el último poro.

Lo mismo me sucede en los recintos feriales que otrora me deslumbraban con sus colores, su música y ese mundo de fantasía que se podía casi tocar al final del cañón de un rifle de balines o al comprar el siguiente boleto de la tómbola. Ahora veo polvo, marginación, ensalzamiento de la ignorancia, escuela de supervivencia, timo, nomadismo, irresponsabilidad.

Esta atmósfera de penalidad me induce un intenso estado de melancolía, que se enraíza en esa actitud de sometimiento que presenta toda la troupe circense y feriante, y que se me antoja similar a la que se puede encontrar en los “slums” de la India.

Yo creo que ellos, sabedores de la pena que dan, siempre repiten en todas las funciones, “mientras haya niños, el circo nunca morirá”, y qué razón tienen, porque sólo los niños pueden ver algo alegre debajo de aquellas carpas del inframundo saltimbanqui.

Yo, que me paseo con esa sensación agridulce producida por las sonrisas de mis hijas y el puchero putrefacto que en esos momentos cuezo en mi mente, me topo de repente con el “tren de la bruja”. Allí está, dando vueltas sin parar, sobre unos raíles que más que circulares parecen espirales, que van estrechando cada vez más el círculo alrededor del cuello de la bruja hasta que muera estrangulada por su propio tren. Adivino una cara del oriente europeo debajo de aquella ridícula máscara y como instrumento de trabajo, dos escobillas que voltea como una majorette de la corte infernal.

Los niños de hoy en día no le tienen miedo a la bruja, a la bruja de los cuentos clásicos. La maldad de la bruja zampaniños ha adquirido un cariz que roza lo candoroso comparada con la desgarradora realidad a la que se ve expuesta la infancia de nuestros días. Por eso, la bruja y su tren han quedado reducidos a una patética caricatura que se queda sin escoba al primer manotazo lanzado por los niños. A mi personalmente, me daría más miedo si se quitara la máscara y enseñara su verdadero rostro.

Y no hay nada más patético que un payaso que no hace gracia o una bruja que no da miedo. Todo ello envuelto por un ambiente de decadencia marginal, al que ha sido desplazado por los grandes circos mediáticos que vomita la televisión y que van desde una sesión de Las Cortes hasta las echadoras de cartas, pasando por los realities y el cine subvencionista o la morfina hollywoodiense.

He de aclarar que lo que me produce tristeza es la escasez intelectual o espiritual que campa por estos ambientes. Ya sé que económicamente estas actividades pueden dejar interesantes beneficios y que muchos de estos empresarios no pasan precisamente penurias.

Hoy cumplo 40 años

Hoy cumplo 40 años. Cuarenta veces nació y murió ya la Naturaleza en el giro eterno de la rueda de la vida, pero yo sólo he nacido una vez y sólo moriré una vez.

Temeroso compruebo como el ecuador de la vida ciñe su cinturón entorno a mi cuello y tira fuerte. Y hoy, doblado ya el camino, puedo ver su final si lo abato sobre la bisagra de este aniversario.

Mi despreocupada ilusión de existencia eterna recibe el primer aviso y pierde el adjetivo aún conservando el sustantivo.

Siento miedo ante esta notificación, y en un primitivo impulso, corro a refugiarme en el útero de mi madre, y pienso, pero si todavía soy joven, más que joven, casi un niño. Un niño revoltoso con ansias de descubrir, de sentir y de vivir.

Me estará engañando mi mente mediante una treta al estilo Dorian Gray, dibujándome un falso autorretrato mientras los surcos del tiempo se graban en un soporte físico que me niego a ver.

Rápido corro a ver que aspecto tienen los que nacieron el mismo año que yo. Ya que soy incapaz de percibir el paso del tiempo sobre mis carnes, miraré hacia fuera, trocando subjetividad por objetividad, y a ver si en el objeto puedo descubrir mi propio envejecer.

¡Horror! ¡Qué viejos parecen! Canosos, arrugados, medio calvos no tienen pinta de chaval revoltoso sino de señores respetables.

¡No puede ser! Busco otro método para intentar eliminar esta perversa y mentirosa visión subjetiva que tengo de mi mismo. Ya sé, voy a hacerme una foto. Mucha gente no se reconoce cuando se mira en las fotos, a mucha gente no le gusta la imagen de si mismos que ven revelada sobre el papel fotográfico, huyen de las capturas instantáneas como alma que lleva el diablo. Esto confirma la validez de método.

No sé, juzgad vosotros mismos, ¿soy tan viejo?

lunes, 17 de mayo de 2010

Historias Virales


Desde los albores de la humanidad, los sueños han representado una vía de escape, de resolución de conflictos existenciales internos.

Por otro lado, son muchos los especialistas que reconocen las semejanzas entre los sueños y los cuentos de hadas. Asimismo, podríamos pensar que los cuentos de hadas son como los mitos o las fábulas que han trufado toda la historia de la humanidad, pero sin embargo, hay que puntualizar las diferencias entre estos tipos de historias.

Decía Tolkien que los aspectos fundamentales en un cuento de hadas son fantasía, superación, huída y alivio. Superación de un profundo desespero, huída de un enorme peligro y, sobre todo, alivio. El final feliz es absolutamente imprescindible en los cuentos de hadas, ofreciendo de esta manera una resolución del conflicto, una luz de esperanza al final del camino.

La gran diferencia que caracteriza a estos tipos de historias es el final, que en los mitos suele ser trágico, mientras que en los cuentos es siempre feliz. Por otro lado, las fábulas son cuentos admonitorios que pretenden prevenirnos de determinados peligros.

En este sentido, los grandes cuentos clásicos no han perdido en nuestros días ni un ápice de su fuerza, de su contenido simbólico refinado a través de los años mediante miles y miles de transmisiones. No obstante, la actual sociedad de la información nos ha brindado una nueva forma de canalizar nuestra fantasía, que al igual que los cuentos, puede que tenga cierto efecto terapéutico y que podríamos llamar “historias virales”.

Estas historias virales, contienen fantasía, superación de grandes desasosiegos, huida y precaución de grandes peligros y también muestran una posible solución a nuestros problemas (alivio). También hay algunas que nos intentan aleccionar, como las fábulas y otras que nos enseñan lo cruel que puede llegar a ser la vida, como los mitos.

Al igual que los cuentos se han propagado con fuerza mediante el boca-oreja durante siglos, estas historias virales también nos enganchan y tienen un alto poder contagioso, exacerbado enormemente por las grandes autopistas de la información.

La gente necesitamos de estas historias para creer en un mundo mejor, y no tenemos ningún problema en aceptarlas, como un niño acepta el cuento de la Cenicienta como algo absolutamente real. Y lo gracioso es que la gran mayoría de ellas es falsa, lo cual no les impide jugar su papel a nivel psicológico.

Esta nueva forma de comunicación social, de canalización y remodelado de la fantasía humana está floreciendo de muy diversas maneras. Está lo que se conoce como “marketing viral” que tiene una finalidad evidentemente comercial y que no deja de ser una expresión del clásico “mi vecina del 4º dice que va muy bien” a nivel global (podríamos incluir aquí los ataques a las grandes compañías). También tenemos las campañas en pro o en contra de algo, con un alto poder de convocatoria. Por eso Internet es vista por lo gobiernos totalitarios como una amenaza, ya que representa una estupenda plataforma de organización de corrientes de pensamiento. También están el humor viral y los mails que nos recuerdan lo maravillosa que es la vida y como debemos saborear los preciados siguientes instantes (respecto a este último tipo es condición casi inevitable que suene de fondo la canción “What a wonderful world” interpretada por Louis Armstrong). Finalmente, encontramos mi tipo favorito pues creo que es donde mejor se plasman los elementos clásicos de los cuentos de hadas. Son aquellos mails que nos previenen de fatídicas fuerzas invisibles, terribles e incapacitadores accidentes, e incluso, la muerte, si no ponemos remedio urgente a alguna situación cotidiana que nos rodea. Suelen aderezarse con casos “reales” y encuentran su fuerza propagadora apelando a la caridad humana, seremos personas muy mezquinas si no compartimos la información salvadora con nuestros seres queridos.

Me pregunto porqué los seres humanos, incluso con un nivel de estudios elevado, necesitan hacer rodar esta molienda de la fantasía, y se “creen” historias aparentemente increíbles que a continuación transmiten sin el más mínimo reparo.

¿Es este un claro síntoma de la necesidad de evasión de la realidad que presenta la sociedad actual?, ¿divagamos perdidos, al no encontrar sobre la faz de la Tierra amenazas que nos entretengan el pensamiento? Creo que no nos damos cuenta que nuestra mayor y casi única amenaza en este planeta somos nosotros mismos y los gusanitos que nos carcomen el cerebro.

A modo de ejemplo, me he permitido enriquecer un poco este nuevo género de literatura fantástica con una pequeña aportación que consigno a continuación. Pido disculpas al círculo de amigos que he utilizado como depositario de este producto exclusivo de mi imaginación, y si algún día lo recibo de vuelta, me consideraré culpable de haber ceñido un nuevo collar a nuestra apuntalada realidad.

Incompatibilidad televisor-microondas

Me han enviado esto que os reenvio por si acaso.

URGENTE.

Este es un aviso para aquellos que tienen un televisor o radio en la cocina cerca de un horno microondas.

Un reciente estudio de la Universidad de Cambridge ha puesto de manifiesto la incompatibilidad de estos electrodomésticos en la cocina.

Los científicos de esta universidad han podido constatar como un televisor o radio situado a menos de 3 metros de una fuente de microondas, es capaz de captar y reemitir estas dañinas radiaciones que bajo una exposición prolongada pueden afectar seriamente a la salud.

Las mediciones realizadas han puesto de manifiesto que este fenómeno también se da, aunque en menor grado, si la radio o televisor están apagados.

El estudio ha aparecido publicado en la prestigiosa revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de EEUU y este mail tiene por objeto alertar a la mayor cantidad de personas posible de este relevante descubrimiento, que ha tenido poca repercusión informativa por intereses comerciales.

Por favor, reenviar este mail a aquellas personas que consideréis que puedan encontrarse en riesgo.

sábado, 10 de abril de 2010

Piedras


Desde siempre he tenido una cierta atracción hacia las piedras, consideradas como objetos donde la madre Tierra guarda su esencia.

En los últimos años, esta atracción se ha expresado en el acto de recogerlas en aquellos lugares que forman parte de mis vivencias a modo de souvenir pétreo, de instantánea que es capaz de capturar la esencia de aquel lugar y del instante en que fueron recogidas.

No se trata de piedras preciosas, ni de cristales; las piedras que cautivan mi voluntad son aquellos cantos rodados que encuentras en casi cualquier parte, monocromáticos, especialmente oscuros, y si además lucen alguna banda de otro color, entonces ya me pirran.

He de confesar que se trata de una afición bastante barata que me previene de tener que comprar los caros y clásicos iconos que se venden en las tiendas de souvenirs.

Tengo piedras de lugares tan dispares como Estados Unidos o Austria, cogidas en el lecho de un río o en la orilla del mar o en la cima de una montaña pero siempre son piedras informadas, que guardan una historia. Es la historia de su viaje a través del tiempo, de las fuerzas que han actuado sobre ellas, de las fracturas y remodelaciones que han sufrido y que guardan como última anotación de su diario, mi acción sobre ellas.

Es como firmar en un libro de visitas, al secuestrar un trocito de aquel lugar modifico el entorno y mi imaginación vuela al considerar de qué otra manera podría aquella piedra haber viajado los miles de kilómetros que yo le impongo al traerla conmigo. Luego luce sobre mi mesa mientras pienso que me he llevado, por ejemplo, un trozo del continente americano.

Analizándolo desde la ignorancia, creo que esta costumbre mía esconde cierto sentimiento de territorialidad, es decir, de posesión territorial. Por ilustrarlo de alguna manera es como si en vez de tener el dinero en el banco, me compro una parcela de terreno y ahorro a base de meter camiones de tierra en ese terreno. Es la posesión material por excelencia, ese espejismo tan humano de la posesión de la Tierra y sus recursos.

A efectos terapéuticos, es todo un lujo meter un trozo de naturaleza en el despacho o en el salón de mi casa, que me produce un tremendo efecto calmante al contemplarlo o tocarlo o sopesarlo.

Buceando de nuevo en mi dedicación cantera, reconozco que no tengo noticias de nadie que comparta conmigo esta afición. La gente valora las piedras en función de su composición, o de su forma, es decir, de su singularirad, sin embargo, desde un punto de vista animista, yo les concedo cierto valor experiencial, sólo les falta hablar.

Me temo que si los dioses no lo remedian, continuaré caminando por el mundo con los bolsillos llenos de piedras.

LIBERTAD

Te pido perdón,

tan sólo por nombrarte,

tan sólo por atrapar tu imagen,

tan sólo por someterte a mi mirada.

Tú que vives con arrojo y valentía,

tú que reivindicas la anomalía,

tú que destilas la esencia de la imperfección.

Instalada lejos de la uniformidad,

decoras el mundo a tu gusto,

dispones caprichosamente los átomos de tu cuerpo,

troquelas el Universo a tu antojo.

Imaginas un futuro previsible

a pesar de que tu origen fue distinto.

Por eso el mensaje cristaliza en ti

mientras los demás sólo sirven como lecho

para tan pesada carga.

Eres una fractura

por donde escapar hacia otros mundos.

Eres la puerta de la creatividad

por donde el genio viene y va.

Das el contrapunto disonante

a la melodía homogénea.

Te quitas el uniforme

en este ejercito fecular.

Pobres inadaptados,

rechazados por el sistema.

Se miran desorganizados,

buscando la luz que tú desprendes.


(Fotografías: Tomadas en la mesa de mi salón el 2 de Abril de 2010)