jueves, 24 de diciembre de 2020

La Kelly Transcendente

 


Dicen los grandes maestros que el camino hacia la iluminación está en las cosas mundanas de nuestro día a día.

Y ciertamente, cuando uno se dedica a limpiar y ordenar exteriormente, también lo hace interiormente, y me explico.

A veces, cuando nos embarcamos en lo que nos parece el gran viaje de nuestra vida en busca de la paz interior y la conexión con el cosmos, nos revestimos equivocadamente de un halo de solemnidad a la altura de la elevada meta que perseguimos. Sin embargo, ese no es el camino y el problema es que nunca lo sabremos hasta alcanzar el tan ansiado grado de sabiduría e iluminación. Precisamente, porque estamos a oscuras, necesitamos un maestro que nos guie y nos haga saber que los senderos hacia una vida plena no están adornados de oropeles y amenizados con música celestial. Los caminos de vida son aquellos humildes senderos que recorremos todos los días, casi sin darnos cuenta en piloto automático, y que por su cotidianidad parecen desprovistos del mínimo atisbo de poder transformador.

Es precisamente, cuando te dedicas a mantener la homeostasis de la vida, humildemente, sin mayores pretensiones, cuando entiendes el secreto de la plenitud. Es cuando te das cuenta de que la plenitud se construye con ladrillos tan minúsculos que resulta muy difícil extrapolar el resultado de ir colocando pacientemente aquellas minúsculas piezas.

Este comportamiento es bien conocido en los monasterios de mojes meditadores. Aquellos afortunados monjes que han sido asignados a la cocina son habitualmente los primeros en llegar a la cima del “satori”.

A base de limpiar cada fin de semana, prestando cada vez más atención a los pequeños detalles, a los pequeños rincones, y escuchando música de Julio Iglesias, yo he descubierto el camino que ensalza el valor de la vida. Son todas esas pequeñas hojitas con las que luego podremos montar el árbol, y cuantas más hojas, más frondoso. Y lo más gracioso es que esas ramitas y hojitas siempre van a estar al alcance de nuestra mano. Siempre las vamos a poder coger a pesar de la enfermedad o la desgracia. La vida siempre nos tiende la mano para seguir respirando y si ponemos el foco en eso que parece insignificante, respirar, hacer la comida, limpiar, contemplar, finalmente descubrimos que de eso se trata y lo demás son utópicas fantasías.

¡Y mira que es fácil! Y lo claro que lo tienen todos los seres vivos de la creación, pero sin embargo, el ser humano tiene la perniciosa tendencia a construirse una realidad llena de fantasías mentirosas porque el presente no le satisface. Tanta atención plena y mindfulness, y resulta que estamos todo el tiempo pidiendo explicaciones, justificaciones y argumentos para vivir. Si tuviéramos la humildad de una hormiga, alcanzaríamos la iluminación instantáneamente, sentiríamos de forma inmediata, sencilla y sin necesidad de explicaciones, la conexión con el Universo.

Nuestra capacidad de raciocinio nos da aparente ventaja a la hora de adaptarnos al medio y sobrevivir pero también presenta un reverso tenebroso y desadaptativo, es decir, sólo queremos vivir la vida que nos imaginamos como digna de ser vivida. Y ahí es cuando nos desviamos y empiezan las depresiones y la pérdida de plenitud.

Observa un perro, un gato, un árbol, y haz lo que hacen ellos. ¡Ya tienes maestro!

miércoles, 23 de diciembre de 2020

GRIS

 


Aquel día de otoño me recibió con un ambiente brumoso que sintonizaba perfectamente con mi propio estado de ánimo interior.

Al asomarme a la ventana recién levantado pude ver como la calle se desdibujaba en la pugna entre la luz del día que quería despuntar y las tinieblas de la noche que se resistían a abandonar las horas que les son vedadas.

La calle parecía contar la historia de un mundo perdido, lleno de olvido, de sonidos lejanos, de lejanía en sí mismo. La realidad clara y llana de los días soleados había dado paso a otra realidad llena de recovecos, sombras y dobleces. Una realidad ignota, que escondía muchas cosas, cosas que no querían ser vistas, quizá por su fealdad, quizá por sus oscuras intenciones. La calle se había vestido de gris, un color que no está en el arcoíris porque no pertenece a la luz pero tampoco es oscuridad.  Es el color que deja entrever, el color de las sombras, que delata las presencias sin hacerlas manifiestas.

El color gris representa la eterna pugna entre la luz y las tinieblas, es ese limbo o purgatorio que no se decanta ni a favor del bien, ni a favor del mal. Es un lugar de tránsito en el que pululan los seres decidiendo su camino hacia lo luminoso o hacia lo oscuro. Todo se permite en el color gris, es un color que no toma partido, no juzga. Quizá es el color de las ánimas antes de ser redimidas.

Aquel día de otoño todo era gris, ¿no es el otoño una estación de tránsito? La estación de las sombras que resbalan fugaces sobre las cortezas de los troncos desnudos, sobre las tapias mohosas, sobre las oscuras pátinas de los charcos de la calle.

Aquella mañana de otoño la realidad se mostraba velada, y conformaba una especie de laberinto de claroscuros que conectaba directamente con mi laberinto mental en el que me encontraba atrapado buscando desesperadamente una brizna de alegría.

Pero el otoño no está para alegrías. El otoño sólo nos puede brindar su decadencia protectora que no exige más, que se conforma y que acepta infinitamente el transcurrir del tiempo hacia el inexorable final. ¡Me reconforta!

De hecho, es mi estación favorita, tan humilde, tan dócil, sin mayores pretensiones que la de apagarse, extinguirse, oscurecerse definitivamente.

En definitiva, el gris es un color de dos caras, empiezas viendo una para terminar viendo la otra, estás obligado a caminar, a removerte, a pasar por la puerta del gris.

Así que, el color gris es una puerta. ¿Qué hay tras ella? Eso ya depende de ti.

sábado, 7 de noviembre de 2020

El valor de las cosas y la economía de mercado

 


Yo estaba equivocado y pensaba que las cosas, todos los objetos, tienen un valor objetivo intrínseco. Y, de hecho, yo pensaba que el mercado habitualmente pervertía el valor “real” de las cosas, adulterándolo e inflándolo de forma artificial en una especie de farsa teatral que por desgracia tenía unos efectos nada teatrales, sino muy reales, sobre las personas.

Pero es que resulta que, al igual que el bien y el mal son conceptos totalmente subjetivos, el valor de las cosas materiales también es totalmente subjetivo, es decir, no depende del objeto en sí, sino del sujeto que posee, compra o vende ese bien material. Lo explicaré con un ejemplo gráfico que despejará todas las dudas. Vamos a intentar ponerle precio a un “vaso de agua”. Si nos encontramos en el desierto y vamos muy escasos de agua durante un mes, ¿qué vale un vaso de agua? Pues quizá pagaríamos un millón de euros por ese vaso. Y, sin embargo, si estamos cómodamente instalados en nuestro hogar y estamos bien alimentados e hidratados, ¿qué vale un vaso de agua? Pues posiblemente nada. Por tanto, queda claro que el vaso de agua no tiene un valor intrínseco sino que es la necesidad la que le pone el precio.

Ahora que tenemos claro que las cosas tienen un valor subjetivo, podemos avanzar hacia el siguiente peldaño de razonamiento. ¿Qué determina entonces el valor, el precio, de las cosas? Pues la respuesta que ya asomaba en el párrafo anterior y que ahora hago explícita es la “ley de la oferta y la demanda”. Es decir, es el mercado con su dinámica natural el encargado de adjudicar un determinado valor a las cosas. Y por supuesto, el mercado se da cuenta de que para conseguir un buen precio tiene que trabajar sobre las mentes de los sujetos, ya que el valor de las cosas es subjetivo, como hemos dicho. Y ahí, es cuando entra de pleno, el marketing, la propaganda, la publicidad que es un elemento central en el funcionamiento de la dinámica del mercado.

Llegados a este punto, creo que es el momento de reconciliarnos con esta parte del mercado que siempre ha tenido muy mala presa. El marketing, la publicidad siempre han sido considerados como un engaño, como las artimañas que usa el embaucador para colocarnos un determinado producto que quizá ni necesitemos en realidad. Sin embargo, el marketing no es más que el instrumento que tiene el mercado para ajustar el balance oferta-demanda y, por tanto, poner un precio a una determinada cosa. A veces, la propia realidad ya hace la mayor parte del trabajo en la determinación del equilibrio oferta-demanda. Por ejemplo, si construyo una fuente en el desierto está claro que habrá mucha más demanda que oferta y, por tanto, el agua que mane de esa fuente será necesariamente cara. Pero en otras ocasiones, es necesario “vender” el producto, es decir, explicar porque un posible comprador debería comprarlo en base a sus maravillosas características que quizá no son visibles a simple vista.

Una vez comprendido esto, podemos empezar a dejar de odiar el comercio y cosas como la bolsa o los empresarios que se hacen ricos vendiendo algo que la gente realmente necesita.

Hasta el momento, básicamente he explicado el funcionamiento del mercado desde un punto de vista liberal, es decir, sin coartar la libertad de las personas que acuden al mercado, sin intervenir el mercado. Sin embargo, llegados a este punto me sale la pizca socialdemócrata que tengo y pienso que hay determinados objetos que sí deberían tener un precio regulado por ser necesidades esenciales. Es decir, que para mí, un gobierno estaría autorizado a sacar del juego del mercado determinadas cosas que sus paisanos necesitan para vivir. Y aquí, empieza el problema serio, el determinar que es esencial para vivir. Algunos podrían decir que cosas esenciales para vivir son el pan como alimento básico representativo, la educación, la sanidad, la vivienda. Sin embargo, otros dirán ¿la vivienda, qué vivienda? ¿Es correcto que un gobierno fije el precio de la vivienda en venta o en alquiler? Me parece un exceso, sólo sería aceptable, en mi opinión, regular una parte del mercado con un tipo de viviendas muy concretas destinadas a un tipo de personas muy concretas. En definitiva, cuando empezamos a tocar el mercado estamos jugando con fuego y la delicada línea que protege el buen funcionamiento del mercado y, por tanto, de la economía.

¿Y si analizamos el precio de la sanidad? Vamos a entrar someramente en la siempre escabrosa intersección entre el mercado y la salud. Las empresas farmacéuticas producen cosas llamadas fármacos que de nuevo tienen un valor subjetivo. ¿Qué vale un fármaco eficaz contra la psoriasis para una persona que padezca esta enfermedad en grado severo? Sin lugar a dudas, tiene mucho valor. Pero para una persona que no padezca psoriasis y nunca la vaya a padecer, ese mismo fármaco no vale nada. O sea, que los fármacos también tienen un valor subjetivo sujeto, por tanto, a la acción del marketing. Ahora la pregunta que podemos hacernos es ¿cuánta cantidad de marketing necesita una determinada compañía farmacéutica para existir? En este sentido, yo distingo dos tipos de empresas, dos modos de obtener beneficios económicos basados en la salud. Están las empresas que creen en la investigación científica y buscan fármacos que mejoren la vida de las personas sin olvidar que su motivación siempre será lucrativa. Y están las empresas con un perfil de I+D bajo, es decir, no muy convencidas de la creación científica de valor. En este caso, el departamento de I+D es más bien un adjunto al departamento de Marketing, es decir, aquellos científicos son necesarios no para producir fármacos que curen enfermedades sino para propiciar una buena reputación que indudablemente aumentará el valor de la empresa. Bueno, como hemos visto, todo encaja en la dinámica mercantil siempre que esos científicos tengan claro que su trabajo es mera propaganda.

Después de estas dos incursiones en terreno minado, vivienda y salud, creo que voy a retirarme prudentemente al rincón de pensar durante un ratito como penitencia.

domingo, 20 de septiembre de 2020

2020: CAMBIO DE CICLO HISTÓRICO

 


Todos aceptamos que el siglo XXI comenzó con la caída de las Torres Gemelas de Nueva York, ese hecho iba a marcar una forma de vivir y relacionarnos que a fin de cuentas sería el emblema de un nuevo siglo.

Quizá a estas alturas, todavía hay personas que, haciendo un alarde superlativo de falta de perspectiva y mirada de corto alcance, piensan que vamos a superar esta pandemia y todo volverá a ser como antes. Parece que la venda de la cotidianidad les nubla la mirada y no son capaces de ver más allá del siguiente partido de liga, de la siguiente quedada con amigos, el curro, o el próximo destino vacacional. Y por supuesto que superaremos la pandemia y el coronavirus quedará atrás pero el impacto y el salto evolutivo que ha producido y está produciendo el bichito perdurará. Ha aparecido para quedarse y para volver a imprimir el marchamo de un nuevo ciclo histórico. Quien no lo quiera ver es porque no levanta la mirada del suelo.

Sin pretender ejercer de iluminado, si me gustaría plasmar aquí algunas reflexiones que me saltan a la vista en este 2020. Nada más ponerme a escribir, me doy cuenta de que reflejar las implicaciones de la COVID19 en una entrada de mi blog es claramente un objetivo tan ambicioso como inabarcable. Aun así, daré unas pinceladas que me permitan esbozar las preocupaciones y desvelos que bullen dentro de mí.

Con la intención de empezar a construir un armazón estructural que soporte las ideas que aquí quiero plasmar, voy a dividir las implicaciones en 2 tipos: las individuales y las sociales.

Implicaciones individuales.

 - La primera ha sido impuesta por la amenaza sanitaria de la pandemia, así como un bofetón con la mano abierta y sin anestesia. Se trata del distanciamiento físico, que no social. El contacto físico, la presencia de tus congéneres rodeándote, el cara a cara, el roce, la palmada, el chorro de voz espetado en la cara, las palabras gruesas, el lenguaje no verbal, la sonrisa, todo esto se ha convertido en un lujo que las personas del siglo XXI no pueden permitirse. Ya nos podemos ir olvidando de la atención presencial al público, es decir, de la compra en el pequeño comercio, de ese gestor del banco que “vela” por tus ahorros y acabas sintiéndolo casi como un amigo que te da buenos consejos, de la voz humana al otro lado del teléfono cuando reportamos una avería o del médico de familia, toda una institución, que acompaña a las familias en sus problemas de salud. Esto quizá para los japoneses sea más llevadero, pero a los habitantes del Mediterráneo o más ampliamente a los habitantes del Sur nos revienta directamente la línea de flotación. Nosotros somos personas que amasamos nuestro discurso junto con las emociones que sentimos de manera que nuestra comunicación necesita de algo más que palabras para poder transmitir lo que sentimos. Si os habéis fijado cuando entablamos conversación en la calle con las mascarillas puestas y el distanciamiento parece que hablemos por Skype, parece que lo que tengamos delante sea una imagen de la persona y no la persona misma. Pues señores, esto es lo que hay, se acabaron las intersecciones de las esferas personales y los cuerpos vibrando al unísono.

Teletrabajo. Esto es algo que las empresas jóvenes y dinámicas como las startups veían como un alivio al no tener que soportar el peso de unas infraestructuras capaces de alojar a todos los trabajadores pero que, por otro lado, las empresas grandes, consolidadas y sobre todo en manos en empresarios de la vieja escuela veían con mucho recelo. Para estos empresarios carcas, que son los que por cierto mueven toda la pasta del país, se aplica en toda su rotundidad la conocida expresión “el ojo del amo engorda el caballo” y ven eso del teletrabajo como una manera estupenda para que el trabajador se escaquee. Sin embargo, esta pandemia ha acelerado el cambio que posiblemente se hubiera producido al cesar en sus cargos esa generación de empresarios viejos y les ha obligado a ir acostumbrándose por narices a dejar lo del relojito de fichar y a trabajar por objetivos, ¡qué los trabajadores de oficina no están en una cadena de producción de tornillos, por favor!

La vuelta al entorno rural. Y por otro lado, una de las maravillosas consecuencias de la posibilidad de teletrabajar es el retorno a la España vaciada, al contacto con la naturaleza abandonando el apiñamiento insano y contaminante de las grandes ciudades. Señores qué en España tenemos miles de Km2 llenos de Naturaleza y de vida para poder respirar un aire de calidad y comer sano con productos de km 0. Esto es una delicia, puedes elegir mar o montaña y criar a tus hijos en un entorno seguro y saludable sin transformarte en un Robinson Crusoe, es decir, en contacto con el pulso del mundo.

Sentimiento de solidaridad. Otro de los efectos que debería haber producido esta pandemia es el crecimiento de la empatía y la solidaridad. Sólo las mentes cafres, mejor no doy ejemplos, no se dan cuenta de que ante los problemas importantes todos somos iguales. Por ejemplo, esta pandemia no entiende de fronteras, ni de estatus sociales, ni de comunidades autónomas, ni de países y paisitos, ni de soluciones locales. Esta pandemia, como todos los problemas globales que nos afectan, requieren de una verdadera globalización del entendimiento. Basta ya del espectáculo lamentable de la OMS, de la UE, de USA, Rusia, China, etc… Necesitamos soluciones supranacionales, que serán tomadas por organizaciones legales o poderes ocultos supranacionales, se acabó lo de las fronteritas y yo en mi casita hago lo que quiero. Esta visión es únicamente propia de cobardes proteccionistas, individualistas y sobre todo muy egoístas.

Valoración de la salud por encima del estatus económico. Siempre hemos dicho que la salud es más importante que el dinero, pero creo que esta pandemia nos ha recordado que eso es justamente así. Por tanto, se ha producido un recalibrado de la escala de valores. Ya no se trata de trabajar sin parar para tener el mayor dinero posible y comprar muchas cosas para regocijarnos en el hedonismo como única recompensa vital. Ahora, valoramos más el estar sanos, el estar vivos y el tener la oportunidad de hacer lo que se hace cuando uno está bien de salud y vive en plenitud.

Implicaciones sociales.

Desplazamiento del foco de poder hacía organizaciones supranacionales, privadas o públicas, visibles u ocultas. Aquellos que todavía a estas horas se preguntan qué nación saldrá victoriosa de esta crisis es que no entienden nada, desde mi punto de vista. Señores, se acabaron los paisitos y los paisotes. Los que mueven los hilos actualmente ya no son los países, sino organizaciones con más poder que los países que, por tanto, gozan de bastante impunidad ya que su ámbito de actuación supera las fronteras y las jurisdicciones delimitadas por esas fronteras y que se lo están llevando crudo: Soros, Bill Gates, Bildelberg y otros muchos lobos disfrazados de corderitos. Son magos de la propaganda que usan el maravilloso instrumento de las redes sociales para generar estados de opinión y espejismos democráticos para ir conduciendo al rebaño mundial hacia los corrales de su gusto. Y en el epígrafe de las redes sociales meto también a los medios de comunicación, totalmente apesebrados y con la rodilla hincada, incapaces de denunciar nada, no sea que les cierren el chiringuito. El periodismo tiene que ser disidente porque si no ya no es periodismo, son sólo relaciones públicas, y la frase no es mía sino de Orwell, autor de la novela distópica 1984.

Siglo XXI, el siglo de la ética. El siglo XXI está lleno de grandes retos, avances tecnológicos y desafíos morales que van a necesitar una respuesta ética universal y humanista. Estoy hablando, por tanto, de un salto evolutivo en la conciencia de la humanidad. Desde mi punto de vista, hay que dar carpetazo ya a esta crisis de paradigma, de ideas, de ideología que ha caracterizado a la postmodenidad y entrar en una nueva etapa de la conciencia humana que ponga los pilares sobre los que se desarrollará la civilización de mañana próximo. Hay que levantar la vista de la televisión, del partido de fútbol de turno, de las pantallitas de los móviles y videoconsolas de juegos y pensar un poco como queremos que sea nuestro futuro. Está claro que para hacer este cambio se requieren grandes líderes de pensamiento y que sus ideas puedan ser traducidas en términos políticos y sociales que nos lleven a otros modelos de sociedad. El comunismo ya colapsó en el siglo XX pero ahora estamos viendo como el capitalismo también colapsa. Qué mierda de sociedad capitalista tenemos que los jóvenes no pueden ni comprarse un piso, ni alquilarlo por muy preparados que estén, es decir, no tienen futuro. Qué mierda de sociedad tenemos si nos dicen que el ejemplo a seguir son los chinos que son muy competitivos porque no paran de trabajar nunca bajo un régimen dictatorial. Qué mierda de sociedad tenemos cuando la sociedad se ha fracturado en 2 grupos separados por un abismo, los muy pobres y los muy ricos. Me parece que el capitalismo empieza a dar grandes resbalones.

Y si como he dicho los estados-nación van perdiendo fuelle en esta nueva etapa, yo creo que el peso del desarrollo vital debe caer en manos del individuo. Todos de manera individual deberíamos ser responsables de nuestra educación, de nuestro autoconocimiento, de nuestro respeto por el entorno, de nuestra salud. Sí, estoy hablando de libertad individual, de no dejar que otros piensen por nosotros, de tener cuidado con las palabras aduladoras que tanto nos gustan para calmar nuestro sesgo de confirmación. En definitiva, de transformarnos en libre-pensadores.

Bueno, llegados a este punto, me doy cuenta del inmenso pantano en el que me he metido y que supera con muy mucho las humildes aspiraciones de este blog. Esto da para escribir no un libro sino muchos libros que doy por seguro, serán escritos cuando se analice la pandemia de la COVID19 y como cambió el siglo XXI desde entonces.

¡Tenemos trabajo como sociedad, señores!

viernes, 28 de agosto de 2020

Aceptando el fin

 


Ahora, que alcanzo el fin de las vacaciones de verano y vuelvo a sentir esa sensación agridulce de transición hacia un nuevo estado vital y mental, me doy cuenta que la vida está llena de principios y fines.

Los principios son en sí mismo, por definición, esperanzadores. Comenzamos a caminar por un nuevo camino con la esperanza de alcanzar un futuro mejor, un estado mejor. Por tanto, los principios son siempre motivadores y llenos de ilusión. ¡Vamos!, a no ser que sea el principio de una estancia en la cárcel o una misión de guerra.

Sin embargo, todo principio lleva ineludiblemente asociado un final y a los humanos no nos gustan los finales. No nos gusta que se terminen las cosas, en el sentido de que algo que atesorábamos se ha acabado. Puede ser desde el bote de Cola-Cao, el gel de baño, el dinero de nuestra cuenta bancaria o nuestro tiempo. Quizá los “fines” materiales son más llevaderos, sobre todo en esta sociedad de consumo basada en el “usar y tirar”. Siempre podemos reemplazar el objeto terminado por otro, siempre podemos cambiar el frigorífico cuando llega al final de su vida útil o el coche, es decir, la ilusión por estrenar algo nuevo tapa rápidamente el disgusto que nos produce que algo se termine. Por supuesto, esta apreciación está muy ligada al poder adquisitivo y aquellas personas que viven en la pobreza no superan tan fácilmente las pérdidas materiales.

Pero, a todo esto, hay una pérdida que no se puede reparar y que, por tanto, es la más dolorosa. Es una pérdida que no se arregla con dinero, que nos afecta a todos por igual y que aterroriza tremendamente a todos los seres humanos. Se trata del consumo del tiempo. Cada vez que termina un periodo, una época, un ciclo, nos damos cuenta de la finitud de nuestro bien más preciado, la vida. Cuando se acaba la fiesta, las vacaciones o el curso que estábamos haciendo, nos ponemos muy nerviosos y rápidamente repasamos si el tiempo consumido ha sido bien aprovechado. Nos es imposible evitar echar la mirada atrás para ver si nuestro bien más preciado, el tiempo, ha sido bien aprovechado, bien disfrutado, bien exprimido. Y este comportamiento es totalmente normal ya que refleja nuestra certeza de que nuestro tiempo en la vida es limitado, puede ser más o menos largo, pero siempre insuficiente.

Yo creo que la mayoría de nosotros queremos dejar nuestra huella en la Tierra, queremos que el Universo se entere de que hemos estado aquí, aunque sean pequeñas cosas, como ayudar a un anciano a cruzar la calle o grandes cosas, como descubrir una vacuna que salve muchas vidas. Y cuando uno de nuestros ciclos vitales se termina, siempre tenemos la duda, como una mosca tras la oreja, de haber aprovechado bien el tiempo consumido, y sentimos la desagradable sensación de que nuestra capacidad de impacto en el mundo se va reduciendo poco a poco.  Entonces, hacemos de tripas corazón, y aceptamos un nuevo principio como único consuelo para la irreparable pérdida que acabamos de sufrir, ese tiempo que se acaba de escapar con más o menos fortuna.

Como si fuera el castigo de Sísifo, estamos condenados a aceptar el fin una y otra vez, en una especie de ensayo constante, repetitivo, que nos prepara para aceptar el gran fin, “la muerte”. Ese es el ciclo vital más grande que puedo imaginar para un ser humano, nacimiento-muerte. Curiosamente, nuestro más amplio ciclo vital funciona como todos los otros pequeños ciclos que hemos vivido a lo largo de la vida. Cuando nos acercamos a la senectud, también echamos la vista atrás y repasamos si hemos aprovechado la vida que se nos dio, y con más o menos satisfacción, vamos poco a poco aceptando que se aproxima algo más terminal que el fin de las vacaciones.

sábado, 18 de julio de 2020

Perdiendo la inocencia



Mi hija Helena de 11 años, nos confesó que hacía 2 que ya sabía que los Reyes eran los padres. Todos nos quedamos muy entristecidos al constatar que ella había salido de ese mundo fantástico en el que todo es posible, como por ejemplo que te toque la lotería todos los años por Navidad.
Por supuesto el castillo de naipes se derrumbó por completo y de un plumazo desaparecieron el ratoncito Pérez, Papá Noel, el Tió y todas las demás fantasías folclóricas con las que decoramos la infancia de los niños.
No tengo ninguna formación psicológica, pero si tengo ojos, y he observado que en esta edad los niños suelen presentar una especie de pre-adolescencia, de rebeldía contra las leyes del mundo.
Y no es porque se enteren de que los Reyes son los papás sino porque se enteran, ya un poquito en serio, de que es eso de la muerte. Por vez primera perciben a esta edad la verdadera amenaza que van a tener que sobrellevar el resto de su vida, la espada de Damocles que pende sobre sus cabezas, la posibilidad de morir, de dejar de existir. Es decir, que la existencia se entera de que no es infinita, de que sólo ha sido prestada por un tiempo no desvelado.
De eso va la vida, esas son las reglas del juego, o lo tomas o lo dejas. Los niños pierden en ese momento la inocencia, pero al mismo tiempo, la vida les exige una inocencia incluso superior rayando la inconsciencia: si quieres vivir en plenitud, debes olvidar la amenaza que te ha sido revelada, es decir, debes vivir como si la muerte no existiera. Porque al igual que no tenemos ni voz ni voto cuando nacemos, tampoco tenemos ni voz ni voto ante la muerte. Es algo que no nos incumbe y que no debería alterar nuestra forma de ver la vida.
Lo vemos en los animales, que fácil parece en ellos. Simplemente viven, sin más razón que esa, explotar el don que la Naturaleza les ha concedido, sin objetivos, sin metas, sin planes de futuro, sin remordimientos pasados. Todos los seres vivos del planeta Tierra excepto los humanos aceptan la vida tal como viene, y por tanto, la viven en plenitud.
Sin embargo, en el ser humano aparece la angustia existencial, el ser humano necesita encontrar un motivo, una razón de su existencia y a partir de ese momento es cuando todo se va al garete. Esa es la gran cara y la gran cruz del ser humano, el preguntarnos para qué sirve vivir y hacerlo con la mente pequeña, la misma que se pregunta para que sirve un lápiz o una silla.
En ese momento, nos transformamos en seres temerosos que no sólo temen las amenazas reales del entorno. Lo que más tememos es el sinsentido, la inutilidad, la insignificancia de nuestras vidas. No lo podemos soportar e inventamos mil y un vericuetos para apaciguar nuestra angustia existencial: que si vamos al cielo, que si existe la vida después de la muerte, que si el destino se rige por un plan maestro pergeñado por una mente superior, que si lo destinos del Señor son inescrutables. Todo menos aceptar la NADA. El olvido, la sinrazón, el sinsentido son insoportables. Cuando te metes en ese laberinto es difícil salir.
Hay otros que prefieren no pensar demasiado como vacuna contra la melancolía, pero suelen caer en el hedonismo, “mientras sienta placer, lo más inmediato posible, ya me vale la pena vivir” Esta solución puede funcionar durante un tiempo, pero irremediablemente la Parca irá extendiendo su mano y apretando sin clemencia nuestro cuello al tiempo que el placer simplemente se esfuma.
Así que, ya tenemos planteado el problema: alcanzar la plenitud, explotar todas las experiencias que nos ofrece la vida en cada instante, sentir que estamos completamente vivos, dejarnos llevar, desgastarnos viviendo, celebrar íntimamente el gozo de sentir y hacerlo sin tomar precauciones “mentales”, obviando un fin incierto que nos acecha detrás de cada esquina.
Si supiéramos la fecha de nuestra muerte, quizá muchos viviríamos de otra manera, quizá no nos esforzaríamos demasiado si sabemos que vamos a vivir poco, quizá buscaríamos actividades más edificantes e intensas ante la perspectiva de una vida corta. Pero si vives intensamente, con ganas, ¿no os parece que la vida es siempre demasiado corta, aunque vivas 100 años?
El ser humano no quiere morirse, si tiene una calidad de vida razonable. Yo he visto a mis familiares envejecer y notar cómo buscaban consuelo, cómo pensaban más en el fin, algunos se hacían más creyentes, otros con 80 años mostraban gran preocupación por un dolor aquí o allá, pero todos incluían la variable muerte en la ecuación de sus vidas. El miedo a la muerte estaba cada vez más presente en su devenir diario.
Y, sin embargo, en mi caso, a medida que voy sumando años parece que me descargo de ese miedo a morir. Cómo si al aproximarme poco a poco a ese evento natural, fuera eso, más natural, menos traumático. ¡Pero que nadie se asuste! Que todavía tengo muchísimas cosas por hacer y espero que el destino me dé la oportunidad de completarlas.
Para mí, lo importante es conseguir vivir en plenitud, saborear cada instante y dejarse de grandes líneas maestras y grandes metas imaginarias. Si consigues situar el placer en el vivir cada instante y no dejas entrar en tu mente al maldito Pepito Grillo psicopompo, has llegado a la aceptación natural de la vida y la gozosa integración con ella. Para mí, ¡ese es el objetivo!
Perdonad porque esto ha sido un borbotón, el reflejo de un estado de ánimo que ha sido plasmado sin mucha reflexión. Simplemente, necesitaba escribirlo.

domingo, 5 de julio de 2020

NOCHE DE JULIO


Fresca estaba la noche
gracias a las lluvias de la mañana.
Fresca estaba la noche
como un oasis en el calendario.
Fresca estaba la noche
y de mi piel, la brisa robó las perlas.
Fresca estaba la noche
y Morfeo borracho de alegría.
Fresca estaba la noche
y el colchón recibió caricias, no codazos.
Fresca estaba la noche
y bajé al sótano de mi mente.
Fresca estaba la noche
y no quise despertar...
Pero aunque fresca estaba la noche,
huyó con el sol de la mañana.

jueves, 16 de abril de 2020

Muchas grandes libres



La vida en el planeta es una lucha continua de adaptación al entorno para poder aprovechar al máximo los recursos que nos brinda la Naturaleza. Lo seres humanos que habitamos este planeta nos encontramos segregados en función de una serie de rasgos culturales que definen nuestra manera de ver la vida. Y esa segregación cultural se ha traducido en fronteras políticas que constituyen los estados.
Sin embargo, nuestros problemas son los mismos en todo el globo y nuestras armas para resolverlos también. Así que, podríamos considerar que los nacionalismos excluyentes, antagónicos y contrapuestos no ayudan a nuestra vida en la Tierra.
Si nos esforzamos en ahondar en nuestras diferencias, lo único que estamos haciendo es debilitar nuestra fuerza como especie que vive y habita un determinado espacio físico.  Entonces, ¿por qué hay personas que anteponen su sentimiento identitario de pertenencia a un grupo reducido como única forma de entender la realidad? La respuesta es el miedo.
Si yo comparto con un grupo de personas una forma de ver la vida y me siento protegido dentro del modelo que nos hemos construido, ¿cómo pretendes que abandone esa seguridad para intentar entenderte? Antes de cambiar mi estado mental, intentaré por todos los medios que tú aceptes el mío. Y cuando digo “por todos los medios” me refiero principalmente a hostias, es decir, mediante la dominación física, ya que por la confrontación de ideas es prácticamente imposible que el ser humano acepte una derrota dialéctica.
Pero voy al mensaje que quiero transmitir. Cuando aparece una amenaza real, seria, que no entiende de fronteras dibujadas en mapas, entonces se obra el milagro y todas esas diferencias que hemos estado ahondando durante años son alisadas en pocos días y nos damos cuenta de que la lengua, las tradiciones, la religión, las manifestaciones culturales son solo una costra superficial que es arrancada rápidamente para dejarnos completamente desnudos e “iguales”. Es decir, una amenaza seria nos devuelve de golpe al plano de la realidad, de lo realmente importante y borra de un plumazo todo el folklore antagónico y desleal que hemos ido construyendo con los años.
Yendo al caso de España, yo tengo totalmente claro que las personas que habitamos la península NO SOMOS DIFERENTES. Todos venimos de una rica argamasa que ha sido fermentada a lo largo de siglos de historia y ha constituido un todo, eso sí, muy rico en expresiones culturales. Pero señores no utilicemos esa riqueza cultural para imaginarnos diferencias que no existen, no usemos las sevillanas, las sardanas y las jotas para tirarnos los trastos a la cabeza sino para alegarnos de ser un pueblo con una riqueza cultural que ya quisieran otros. No intentemos borrar de nuestra alma una parte de nosotros porque “según dicen algunos señores cortos de miras” esa parte nos viene impuesta, no es natural y propia nuestra. Para que quede claro, ¿qué sentido tiene que un catalán hable mal castellano a propósito y se vanaglorie de lo mal que lo habla? El catalán es la lengua nativa de los catalanes pero también lo es el castellano porque como son personas inteligentes pueden ser perfectamente bilingües y hasta plurilingües. La inmensa mayoría de los catalanes, de los vascos y de los gallegos y hasta de los andaluces hablan PERFECTAMENTE el castellano. ¿No es ser un poco borrico hacer el intento de BORRAR de su mente ese castellano que hablan tan bien?
Y eso de que un catalán no piensa como un andaluz, ¿tiene algún sentido? ¿Por qué no se lo preguntamos a catalanes hasta la médula que tienen apellidos como Huerta, Serna, Ruíz,  o Toledo? Volvemos enseguida a la patochada de los ocho apellidos vascos o catalanes. Y aquí como emblema de una palurdez desafiante se encuentran los términos charnego o maqueto, usados por aquellos que ven la riqueza de las señas de identidad como una afrenta.
¿Existe el derecho de autodeterminación para un territorio y unas gentes que forman parte de la esencia misma del cuerpo del que se quieren separar? ¿Han sido Cataluña, Galicia o el País Vasco conquistados y sometidos y humillados por España? ¿O son Cataluña, el País Vasco, Galicia, Castilla, León, etc… el germen del nacimiento de España? Quizá si lo aplicamos a la Unión Europea, se entienda mejor. El formar parte de la Unión Europea, ¿responde a que la Unión Europea nos ha conquistado y nos ha dominado? o por el contrario, ¿la unión de los países, como las piezas de un puzzle ha creado un ente político mayor que tiene más fuerza y más capacidad? Es cierto, que Gran Bretaña ha decidido, no sin dolor, salir de la Unión, pero ¿formó Gran Bretaña parte alguna vez de la unión política de Europa?
He traído este tema a colación, precisamente ahora, porque la epidemia que asola el mundo y la reacción de los españoles apoya contundentemente mi punto de vista. Todos nos hemos alineado con la terrible realidad que nos asola, todos hemos dado una respuesta conjunta, y no me refiero a los políticos, sino a las gentes de España. Todos los profesionales que con su esfuerzo diario luchan contra la enfermedad constituyen un todo uniforme y el resto de personas, excepto algún insolidario, hemos hecho lo que nos correspondía hacer en un momento tan duro como este. Así que no tengo que gastar más palabras para demostrar que cuando bajamos de las nubes independentistas a la realidad de la tierra que pisamos, las gentes de todo el PAIS responden con los dos valores que para mí son clave: RESPETO MUTUO Y SOLIDARIDAD.
¡Qué gracia hace ver ahora a los independentistas como Torra haciéndose la picha un lio con el ejército en sus calles! Un día dicen que no les gusta y el siguiente que el ejercito lo pagamos todos los catalanes. Y los Urkullu y los Rufianes diciendo cosas que nadie escucha, las mascarillas que llevamos también nos protegen de sus tonterías.
Los mismos valores de RESPETO MUTUO Y SOLIDARIDAD se han extendido por todo el planeta y han retratado muy clarito a los gilipollas cortos de miras que no ven más allá de donde llega su ego: Trump, BoJo, Bolsorano, Cobrador, y unos cuantos más…
Resumiendo, el COVID19 no tiene nada de bueno, pero si tuviera que forzosamente decir algo, sería el baño de realidad que ha destapado a todos los gilipollas y sus gilipolleces que enredan cada día este mundo en el que vivimos. Ahora, ya sabemos a qué atenernos.

domingo, 12 de abril de 2020

Una historia de lobos, ovejas y tiburones



La existencia de miedos ancestrales a las epidemias explica que sea fácil manipular a la población respecto a las enfermedades infecciosas, como bien demuestra el caso de la "pandemia de gripe A” (gripe aviar H5N1 y posterior gripe porcina H1N1). Durante esas pandemias, los medios de comunicación de masas utilizaron un lenguaje militar atemorizante que llevó a la población a exigir medidas de combate para defenderse ante el "ataque".
Empezando por el principio, entre 1990 y 1995, a partir del anís estrellado, se desarrolló el oseltamivir por Gilead, empresa de Estados Unidos que lo patentó en 1996.
Al año siguiente Donald H. Rumsfeld, que ya era accionista de la empresa, fue nombrado Presidente del Consejo de Gilead Sciences, donde ejerció hasta principios de 2001, cuando se convirtió en el Ministro de Defensa (cargo que ocupaba por segunda vez) de la administración Bush.
En 1996, Gilead Sciences vendió por 50 millones de dólares los derechos de explotación comercial a Roche (empresa Suiza) la que a su vez lo puso en el mercado con la denominación de Tamiflu.
Gilead Sciences Inc. firmó contratos hasta 2016, según los cuales Roche le proporciona el 10% de los beneficios de la comercialización de Tamiflu.
La FDA también aprobó la comercialización de Tamiflu en 1999, con ensayos clínicos que habrían probado la disminución de la duración del cuadro gripal pero que arrojaban un dudoso impacto sobre las complicaciones y muertes.
De hecho, hasta la oportuna llegada de las supuestas epidemias de gripe aviar, Tamiflu se vendía tan poco que se pensó incluso en retirarlo del mercado.

Gripe Aviar

Luego vinieron el Síndrome Respiratorio Agudo (SARS), la gripe aviar (virus H5N1), ..., y todo se arregló.
No en vano en 2005, Fortune Magazine describió a Gilead como una de las empresas del sector de la industria biotecnológica más conectadas políticamente. Los sucesos siguientes demostraron lo acertado de su apreciación.
En agosto de 2005, un comunicado de la OMS informó que Roche donaba a la comunidad internacional 3 millones de tratamientos de Tamiflu para su uso en la lucha contra la gripe aviar de los países pobres.
No sabemos si Roche hizo otra "donación" a la OMS para que ésta añadiese en su comunicado el siguiente aval a la eficacia del medicamento: "En una pandemia, si se combina con otras medidas, la administración de Tamiflu podría ayudar a reducir las enfermedades y muertes y contener la explosión del virus o enlentecer su propagación". Por si fuera poco, la OMS recomendó a todos los países que almacenaran reservas de antivirales como Tamiflu.
Esta hábil operación de marketing, que combinaba una caridad interesada con una promoción de su dudosa eficacia, hizo que Tamiflu, de ser un medicamento a punto de retirarse, se convirtiera en un medicamento estrella.
Simultáneamente a esta propaganda se desarrolló una campaña de terrorismo mediático que tenía su epicentro en Estados Unidos. El gobierno de Bush en otoño de 2005 sembró el pánico, y afirmaba que “un mínimo de 200.000 personas morirá de la Pandemia de la Gripe Aviar pero que estas cifras podrían llegar, en el peor caso, a ser como de 2 millones de muertes, sólo en los Estados Unidos”.
La campaña de miedo justificó la compra masiva de 80 millones de dosis de Tamiflu. Los Estados Unidos habían colocado un pedido de 20 millones de dosis a 100 dólares la unidad, por un total de 2 billones de dólares.
Donald H. Rumsfeld, Secretario de Defensa, encargó comprar Tamiflu por valor de 1.000 millones de dólares para inyectárselo al personal militar de los EE UU desplegados en todo el mundo, por "precaución", aunque se demostró que Tamiflu no era ningún antídoto para el virus H5N1.
Además, el precio de Tamiflu subió de unos 40€ en 1999 (fecha en que Roche lo sacó al mercado) a 377€ en 2005.
También fue un excelente negocio para Gilead. Según la revista Fortune: "Con el temor de una pandemia, las acciones de Gilead en 6 meses aumentaron de 35 a 47 dólares"
El fulgurante ascenso de las ventas de Tamiflu produjo millones de dólares para Roche, para Gilead y para sus accionistas como Donald Rumsfeld. La revista financiera USA Fortune reveló que Rumsfeld era el afortunado propietario de al menos 5 millones de dólares de acciones de Gilead Sciences. Inmediatamente después de la publicación del artículo en Fortune, Rumsfeld dijo que nunca había considerado la venta de sus acciones a principios de ese año (2005), cuando la cuestión de una posible pandemia comenzó a surgir. Fortune también reveló que el ex Secretario de Estado, George Schultz, estaba en el consejo de administración de Gilead, y que no tuvo los reparos de Rumsfeld. Vendió $ 7 millones de acciones desde principios de 2005. Pero lo cierto es que fue un excelente negocio para ambos, puesto que las acciones de Gilead subieron en un 700 % en las semanas siguientes y Donald Rumsfeld se embolsó unos cinco millones de dólares.
Sesenta naciones lo compraron para garantizar reservas en caso de epidemia, las farmacias fueron prácticamente asaltadas por los ciudadanos sumidos en la paranoia antiaviar.
En marzo de 2005 Tony Blair ordenó al Gobierno del Reino Unido que comprara suficiente cantidad del medicamento Tamiflu como para abastecer al 25% de los 56 millones de ciudadanos británicos.
Alemania: en junio de 2005 compró a Roche 150 millones de Euros de Tamiflu (12 millones de tratamientos).
España: a mediados de 2006 compró un millón trescientos mil Euros de Tamiflu (116.000 tratamientos).
Las fábricas de Roche se pusieron a trabajar 24 horas al día. Desde 2004 hasta finales de 2006, la producción se multiplicó por 10.
En 2005, las ventas de Tamiflu eran ya superiores a mil millones de euros. La producción de drogas prevista para 2007 era de 300 millones de dosis.
Así que Roche se forró incrementando la producción de Tamiflú en 2005, después de que se desatara la campaña terrorista según la cual en los países asiáticos había una epidemia de gripe aviar.
Finalmente la terrible y mortal cepa de gripe aviar, que hizo temblar a todo el mundo, no fue para tanto pero el gasto ya estaba hecho.

Gripe Porcina

A pesar de la falta de eficacia contra el virus de la gripe aviar H5N1, en 2009 el fármaco Tamiflu vuelve a protagonizar el escenario de la nueva epidemia de gripe porcina (virus H1N1). No sólo está siendo impulsado por la Organización Mundial de la Salud, sino también por los Institutos Nacionales de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos como el medicamento número uno de elección para la gripe.
Exactamente igual que hizo Bush con la gripe aviar, el Presidente Obama solicitó al Congreso un financiamiento complementario de 1,5 mil millones de dólares para enfrentar la crisis de la gripe porcina.
Inmediatamente Roche dijo que tenía disponible 3 millones de dosis de Tamiflu y que podía fabricar 400 millones de dosis al año.
Desde el comienzo de la supuesta epidemia, comenzó la paranoia de acumular stocks de Tamiflu exactamente igual que sucedió con la gripe del pollo.
México tenía 1 millón de dosis, lo que significa que para un país de 100 millones de habitantes, sólo había para el 1% de la población y que había que comprar más.
Estados Unidos tenía 50 millones, con lo que cubriría algo así como un 16.66% de su población.
El gobierno suizo anunció que compraría 2 millones para proteger al 25% de su población; igual que Portugal.
El Reino Unido, que ya tenía 35 millones, anunció que aumentaría su reserva a 50 millones.
España tenía 10 millones de dosis. Tan sólo Andalucía, la comunidad más poblada, tenía 1,7 millones, lo cual cubre el 20% de su población; igual que Aragón: 250 mil unidades para el 20% de la población.
Gracias a este nuevo fraude, Gilead y Roche vuelven a forrarse como lo hicieron con la gripe del pollo.
Aumento del precio de las acciones de Gilead en el New York Stock Exchange (NYSE) tras declararse la epidemia de gripe porcina: de 45.000 millones el día 23/04/2009 a más de 48.000 millones el 28/04/2009.

Sólo con el anuncio de la nueva epidemia en México, las acciones de Gilead subieron el 3%, las de Roche un 4%, y las de Glaxo el 6%.

En los 7 primeros días hábiles de bolsa que ha habido desde la irrupción de la gripe, la cotización de Roche subió un 7,1%, lo que significa que ahora vale 5.856 millones más o que ha atraído inversiones por esa cantidad. GlaxoSmithKline, en esos 7 días ha aumentado su valor un 4,5%, en total, 2.996 millones de euros.

Evolución histórica de las acciones de Gilead



La subida del 2015 parece que fue debida al lanzamiento de dos nuevos medicamentos, Sovaldi y Harvoni, que tienen como objetivo curar la hepatitis C.

COVID-19
Y señores, ¡lo vuelven a hacer! Ahora con su antiviral remdesivir.



Eso sí, como siempre por caridad humana, ja, ja, ja.

La gran diferencia del COVID-19 con respecto a las gripes aviar (H5NI) y porcina (H1N1) es que ahora sí que necesitamos algo que funcione porque realmente está muriendo gente. Así que no creo que les funcione de nuevo el truco del tocomocho puesto que remdesivir tendrá que demostrar que es realmente eficaz en dura liza contra otros abordajes terapéuticos.
En este caso no nos podemos permitir la propaganda para que unos cuantos tiburones se hagan multimillonarios porque la realidad es lo suficientemente dura como para que el vencedor se lleve algo más que dinero.

martes, 7 de abril de 2020

Cuando el náufrago de la isla desierta fue rescatado



En este 2020, una parte importante de los ciudadanos del mundo hemos sido deportados a nuestra isla desierta particular. No se han admitido excusas y las fuerzas del orden nos han acompañado, casi a punta de pistola, hacia un retiro forzoso en nuestra isla familiar.
Pero no todas las islas son iguales. Unos se han ocupado de tener grandes islas, con mucha extensión, pero bastante desiertas. Otros, sin embargo, tienen islas más pequeñas pero llenas de cosas.
En nuestra isla hemos comprado tranquilidad y mucho tiempo a cambio de experiencia vivencial, que es lo que hemos pagado. Nuestra isla es como volver al vientre materno durante una temporada, protegidos de la hostilidad exterior y preparándonos para volver a nacer algún día, no tan lejano.
Ante esta coyuntura, muchos nos hemos preguntado ¿y qué me llevo yo a una isla desierta?¿recordáis las clásicas respuestas? Un libro, un mechero para hacer fuego, una cuerda, un sombrero, una tienda de campaña….
Pues no, esos objetos no han sido los que el ciudadano del siglo XXI se llevaría a una isla desierta. Basándome en datos objetivos puedo decir que el humano actual se llevaría papel higiénico a una isla desierta situando sus máximas aspiraciones en mantener el culo limpio, que podría interpretarse benévolamente, como el deseo de mantenerse sano. En definitiva, necesidades básicas.
Al cabo de unos días, ha pasado un barco de suministros por las distintas islas preguntando que deseaban sus habitantes. Estos habitantes ya habían descubierto que las hojas de palmera servían para tener el culo limpio, así que lo que han pedido en masa ha sido cerveza y chocolate (excepto USA que ha pedido armas) para reavivar el fuego de las recompensas mentales y empezar a velar por la salud mental.
Por otro lado, algunos habitantes de las islas, los menos capaces de realizar introversión y vida contemplativa, han empezado a intentar comunicarse con las otras islas mediante diversos medios, señales de humo, mensajes en una botella, aplausos, música a las 8, tambores lejanos. Vamos, toda una serie de creativas maneras de romper la soledad de la isla que, por otro lado, es una de las condiciones que definen el vivir en una isla.
Otra vez ha pasado el barco de suministros por las islas y en esta ocasión el producto estrella ha sido el whisky. Bebida que demostraba a las claras que los habitantes de las islas habían decidido evadirse de la realidad, es decir, deprimir su nivel de conciencia para que el tan preciado tiempo que habían comprado al entrar en la isla pasara rápido sin sacar de él el más mínimo provecho.
Al pasar el tiempo, algunos ciudadanos más optimistas nos hemos dado cuenta de que pensar en qué haremos cuando podamos salir de la isla es una droga aún más fuerte que el alcohol para poder soportar el encierro. Pues eso, ¿habéis pensado ya qué haréis cuando podamos salir de casa sin necesidad de sacar al perro, ir a la farmacia, o ir a comprar alimentos?
¿Qué es lo primero que haréis una vez rescatados de la isla desierta? ¿Ir al cine, a un bar, ver a la familia que había quedado atrapada en otras islas? Yo personalmente pienso en echarme al monte y perderme por el bosque durante varias horas.
Y, sin embargo, ya intuís que no funciona así. No va a haber un botón de on/off que resetee la realidad y elimine ese programa que se había quedado colgado. Vamos a estar obligados a seguir protegiéndonos, a evitar en la medida de lo posible el contacto social, a no darnos la mano, ni abrazos, ni besos y a evitar al animal más peligroso en esta crisis, el humano. Así como, a pagar la astronómica factura económica de este retiro espiritual forzoso.
Por tanto, no se trata de buscar en el exterior el lugar al que iremos cuando acabe el confinamiento sino de buscar en nuestro interior. De morir para volver a nacer, dejando en la isla desierta la persona que éramos para salir a una nueva realidad, ya cambiada para siempre como personas nuevas que han aprovechado el encierro forzoso como una catarsis renovadora. Y diré más, no se trata de que cada uno de nosotros nos vayamos a un lugar diferente sino de que todos suframos una epifanía conjunta y solidaria que nos haga más fuertes y más sabios para construir una nueva sociedad.

lunes, 6 de abril de 2020

Iván Redondo haciendo trucos de magia



Primero de todo decir que a los votantes socialistas les gusta la magia entendiendo como magia aquello que parece pero no es. Lo siento por ellos pero también hay que entender que en estos momentos de confinamiento, en algo han de entretenerse.
Dicho esto, de todos es sabido que cuando un país sufre una amenaza seria suelen dejarse de lado todas las gilipolledes en las que solemos entretener el tiempo, los políticos y el gran público en general, para centrarnos en lo realmente importante que es salvar el pellejo. O sea, que las amenazas y los enemigos serios tienen un efecto de enfoque en los problemas reales de la gente y eso podríamos decir que es un rasgo positivo de toda esta mierda que estamos viviendo ahora.
El corolario que se desprende es que, rencillas de patio de vecinos al lado, todos se ponen a disposición del líder de turno en ese momento. Se habla de gobiernos de concentración, de arrimar el hombro todos, de no perder el tiempo en los detalles y actuar de forma ejecutiva atacando directamente el problema mollar. Esto le da un poder inmenso al líder de turno, prácticamente puede hacer lo que le dé la gana, quiero decir, aplicar la solución que más correcta le parezca sin tener que consultarlo con nadie, ¡el nirvana de todo político! Y Pedro Sánchez no iba a ser menos. Debe sentir los efectos de grandes dosis de endorfinas al constatar que ha pasado de ser un presidente “por los pelos” y fuertemente hipotecado por intereses particularistas a gran jefe de estado, a gran estadista en el que la historia ha depositado la responsabilidad de salvar a un país, España, dar lecciones a la UE e incluso dar lecciones al resto de la humanidad.
Iván Redondo lo tiene claro, -Pedro, ahora eres Winston Churchill o Kennedy, si no la cagas mucho, el heroico personal sanitario, el logístico, el del sector primario y hasta los basureros, van a ponerte la gloria en tus manos.- El presidente español adopta un tono de épica sentimental, pretendiendo imitar a Churchill y Kennedy, pero no es concreto ante las preguntas de los periodistas que son filtradas por los equipos gubernamentales. ¡Porque los detalles no importan, sólo la épica!

Si lo comparamos con la canciller alemana, vemos un discurso antagónico al de Pedro Sánchez. En el discurso de Merkel no se inmiscuye la épica. Sus palabras, siempre serenas y tranquilizadoras, van orientadas, más bien, a explicar las medidas que va tomando su gobierno, sin tecnicismos, picos, ni curvas. Merkel va al grano. En solo tres minutos ha informado esta tarde sobre la situación en Alemania y en Europa, además de notificar las nuevas medidas tomadas por el gobierno. Para después dejarse interrogar durante más de media hora por los periodistas.
Por su parte Sánchez ofrece unas alocuciones televisivas irrumpiendo en los informativos, con aires de jefe de Estado y que suelen durar casi una hora.
Pero claro, la pobre Merkel no tiene a Iván Redondo como asesor.
Merkel no se refiere al orgullo nacional, no arenga, sino que zanja la cuestión con un escueto «agradecimiento» a la población confinada, al tiempo que, humilde, reconoce errores. «Una de las cosas que hemos aprendido es que debemos conservar la soberanía de los materiales de producción. No debemos depender de China para el abastecimiento de ciertos productos y estamos haciendo grandes pedidos a nuestras propias empresas».
Como he dicho, las grandes crisis suelen ser un instrumento magnífico para encumbrarse en el poder pero, y recalco, “SI NO SE COMENTEN CAGADAS IMPORTANTES”.  Y creo que voy a poder usar no uno sino dos ejemplos en los que la crisis del COVID19 podría tener efectos deletéreos para los líderes de dos países que sí lo están haciendo muy mal. Como ya habréis adivinado, se trata de UK con BoJo the Clown, actualmente ingresado en la UCI por coronavirus, y el elefante Trump, cuya infinita soberbia le protege de infectarse y que junto con el pobre Anthony Fauci, director de the National Institute of Allergy and Infectious Diseases, se asemejan demasiado al Gordo y el Flaco. En estos dos casos, quizá el COVID19 nos bendiga haciéndolos desaparecer, de la escena política, me refiero.

Yo, sin el más mínimo afán de patriotismo histriónico, simplemente quiero reconocer y agradecer, el inmenso heroísmo de todas las personas que están evitando ahora mismo que mi país colapse. ¡Mi eterno agradecimiento a ellos!