viernes, 22 de abril de 2011

Fobomundo


Fobos, el dios griego que personifica el miedo, constituye la raíz etimológica de la palabra “fobia”. Desde siempre me ha encantado el apasionante mundo de las fobias que para mi representan una especie de negativo de la fotografía de las potencialidades de la mente humana. Todo aquello (bueno) que puede ser, podría no ser, o todo aquello (malo) que no puede ser, podría en algún momento ser.

Asimismo, las fobias constituyen una forma de expresión del mundo mágico en el que todavía vivimos inmersos y que es hasta cierto punto beneficioso. Soy un firme defensor del pensamiento mágico como vía de escape, como forma de evolución y como pieza fundamental que completa nuestra comprensión del mundo. Por eso creo que antes de que se materialice un determinado avance es necesario imaginarlo.

Las fobias son nuestra forma de decir que ahí fuera hay algo que no entendemos y que, por tanto, resulta amenazador. Asimismo, estos miedos irracionales llevan consigo actos irracionales, muchas veces hilarantes, que le dan un cariz cómico a toda la situación. En ese tono he querido recoger algunas de las fobias que más me han llamado la atención, siempre poniendo en tela de juicio algunas de ellas que parecen totalmente inventadas.

Existen tantas fobias como personas, y parece que el catálogo crece sin parar. Hasta se pueden coleccionar, si bien es verdad que algunas resultan tan retorcidas que son difíciles de creer. No me extrañaría que algún día se cerrara el círculo y apareciera la fobofobia, que sería el miedo a tener miedo.

Aquí os traigo algunos cromos para el álbum que podríamos titular “Mis terrores favoritos”.

Hay algunas fobias que no parecen demasiado compatibles con la vida, quiero decir con la supervivencia del que las padece, así tendríamos la cibofobia, miedo al alimento o sitofobia, miedo a comer, la dipsofobia, miedo a beber o la phagofobia, miedo a tragar. También hay otras que harían difícil la supervivencia, en el mundo actual como la chrometofobia, miedo al dinero, hylefobia, miedo al materialismo o la lachanofobia, miedo a los vehículos.

Asimismo, hay un grupo de fobias que deberían quitarse del catálogo si atendemos a la definición de miedo irracional, puesto que son muy racionales como la ergofobia, miedo al trabajo, la hypengyofobia, miedo a la responsabilidad, la macrofobia, miedo a las esperas largas, la politicofobia, miedo a los políticos, la stasibasifobia, miedo a estar parado, la syngenesofobia, miedo a los parientes y más concretamente, la socerafobia, miedo a los suegros y más concretamente aún, la pentherafobia, miedo a la suegra.

Después tendriamos las fobias de cariz sexual que son un mundo aparte como caligynefobia, miedo a las mujeres hermosas, dishabiliofobia, miedo a desnudarse delante de alguien, erotofobia, miedo al sexo o las preguntas sexuales, eurotofobia, miedo a los órganos genitales femeninos, gynefobia, miedo a las mujeres, heterofobia, miedo al sexo opuesto (en este caso no tienes más remedio que hacerte homosexual), hominofobia, miedo a los hombres, homofobia, miedo a la homosexualidad o de llegar a ser homosexual (si se padece conjuntamente con la heterofobia entonces estas jodido), ithyphallofobia, miedo a lo que piensen los demás de tener su pene erguido, kyphofobia, miedo a inclinarse (según en que lugares puede ser muy comprensible), medorthofobia, miedo a un pene erguido (aplica el comentario anterior), parthenofobia, miedo a las vírgenes o las muchachas jóvenes, medomalacufobia, miedo a perder una erección.

Luego tendríamos las fobias de los tristes como la coulrofobia o miedo a los payasos, eufobia, miedo a las buenas noticias y la geliofobia, miedo a la risa. En cuanto a la coulrofobia, ciertamente hay ciertas caras de payaso que dan bastante miedo posiblemente porque esa sonrisa permanente oculta el verdadero estado de ánimo de la persona que se esconde debajo. Cuando actúa una pareja de payasos suele haber uno que es el tonto y el otro hace de listo, ¿no es cierto que el listo produce aún más miedo? Yo añadiría como percepción personal, que hoy en día los payasos me producen más pena que miedo pero sólo es una impresión personal fuertemente sesgada por un juicio sociocultural.

Otro grupo bien numeroso serian los miedos relacionados con la religión, lo cual es hasta cierto punto normal puesto que todas las religiones se dedican a cultivar el miedo. Ecclesiofobia, miedo a la iglesia, hadefobia, miedo al infierno, hagiofobia, miedo a los santos o las cosas santas, hierofobia, miedo a los sacerdotes o las cosas sagradas, homilofobia, miedo a los sermones y staurofobia, miedo a los crucifijos.

Finalmente podríamos hacer dos grupos, uno de gente realmente rara y otro de miedos muy comunes. Entre los raros tendríamos, la aulofobia, miedo a las flautas, aurofobia, miedo al oro, eleutherofobia, miedo a la libertad, hedonofobia, miedo a la sensación de placer, papyrofobia, miedo al papel, peladofobia, miedo a la gente calva (reconozco que el nombre parece de Mortadelo y Filemón pero parece que existe), sesquipedalofobia, miedo irracional a pronunciar las palabras largas o complicadas (más frecuente en idiomas como el inglés, donde predominan las palabras de una o dos sílabas).

Entre las más comunes, que afectan a la mayoría de la población hay también un grupo muy numeroso como la aracnofobia, miedo a las arañas o a los arácnidos, canofobia, miedo a los perros, ligofobia o scotofobia, miedo a la oscuridad, triscaidecafobia, miedo a número 13, katagelofobia, miedo al ridículo, paraskevedekatriafobia, miedo a los viernes 13, taphefobia, miedo a ser enterrado vivo, brontofobia, miedo a los truenos, thanatofobia, miedo a la muerte o morir, tripanofobia, miedo a las inyecciones, bogifobia, miedo a los duendes y monstruos.

En realidad, el catálogo parece infinito y creo que cada uno de nosotros podríamos hacernos nuestro propio inventario personal. Además supongo que con la edad aumenta el número de fobias que acumulamos, lo cual no deja de ser curioso, y vendría a significar que conforme nos acercamos al final, tenemos más miedo.

jueves, 21 de abril de 2011

Rueda de reconocimiento


1.
1. Caucásico
2.
2. Africano
3.
3. Hispano
4.
4. Africano
5.
5. Extraterrestre
6.
6. Hispano
7.
7. Africano
8.
8. Africano
9.
9. Caucásico

miércoles, 13 de abril de 2011

¡Qué vienen los extraterrestres!


Se trata de una secuencia de pulsos parecida al código Morse que aunque todavía no ha sido descifrada, denota su origen inteligente. Esta señal ha sido captada por todos los radioteslescopios involucrados en el proyecto SETI proveniente de la estrella Gliese 581 que se encuentra situada a unos 20 años luz de la Tierra en la constelación de Libra. La decodificación de esta señal se ha convertido en un asunto de importancia capital con el fin de saber que nos quieren decir. La intensidad de la señal ha sido tan alta, que ha podido ser captada incluso por radioaficionados de todo el mundo, impidiendo a las autoridades el control de la gran noticia: ¡por fin tenemos evidencias de que no estamos solos!

Era evidente que si el Universo había sido capaz de interpretarse a si mismo mediante la creación de un determinado ensamblaje molecular llamado ser humano, este fenómeno podía y debía haberse producido un número indeterminado de veces en entornos parecidos, donde el equilibrio de las fuerzas de la materia fuera proclive a tales organizaciones.

Bien, y ahora que sabemos positivamente que no estamos solos, qué hacemos. Les preguntamos si vienen en son de paz, si ellos también sufren o han sufrido crisis económicas, qué fuente de energía usan, si también se matan entre ellos, si tienen jornadas laborales de 8 horas, si van a comprar al Carrefour o al Mercadona, si sus políticos son corruptos o más aún, si tienen políticos.

Pensándolo un poco fríamente, los átomos de carbono, hidrogeno, oxígeno o nitrógeno deben ser igual aquí que en Libra por lo que no deberíamos esperar seres muy diferentes a nosotros. Quizá en diferente estado de evolución, no hay que olvidar que son ellos los que nos han contactado a nosotros, pero a fin de cuentas seres inteligentes que han tenido a bien explicitar su existencia.

Lo que me preocupa es la raíz de la motivación de tal comportamiento. ¿Es plausible pensar que una civilización inteligente ha cruzado medio Universo para hacerse amiga de los seres inteligentes que habitan la Tierra sólo por curiosidad? A los diez minutos descubrirían que somos unos amigos cargados de problemas, es como ese amigo que siempre te cuenta sus penurias con el fin de recibir consuelo, es decir, como amigos somos bastante pesados. Entonces, si no vienen como amigos es que viene a robarnos lo poco que tenemos, algo que nosotros tenemos y ellos no. Pero esto no casa, es como si esta civilización tan avanzada tuviera que ir al rastro para conseguir alguna pieza desgastada por el uso. O sea, que no alcanzo a comprender los motivos de tan magna empresa.

Y qué haríamos nosotros con ellos. Para resolver esta pregunta me propongo ayudarme de un experimento modelo. Se coge un esquimal por encima del paralelo 80º de latitud Norte y se sitúa en Times Square, o qué narices, en las Ramblas de Barcelona, y se estudia la evolución del sistema a partir de este tiempo cero. En los primeros diez minutos florecería una bonita y sana curiosidad mutua entre el esquimal y la turba de transeúntes que pueblan tan animadas calles. Pasados estos diez minutos afloraría la necesidad de respuestas, no vale “en las Ramblas hay un esquimal simplemente porque sí”, sino que enseguida nos preguntaríamos qué hace un esquimal aquí; el esquimal también podría preguntarse que hace allí o qué hace tanta gente pasando por allí. Los más avezados empezarían a echarle monedas pensando que se trataba de una nueva estatua humana, a lo que la autoridad respondería inmediatamente pidiéndole el carné de estatua expedido por el Ayuntamiento. Ante la indiferencia del esquimal, sería desalojado de allí teniendo que caminar un poco hacia Colom. Descartado el móvil económico, la pregunta se alza más arriba que nunca, ¿qué hace este esquimal aquí? A partir de este punto del experimento, empezaría otro tipo de interacción, digamos de tanteo. Unos dirían, - hombre, la botas que lleva no están mal y la pelliza debe abrigar un montón. Los carteristas empezarían a rastrear la presencia de bolsillos y mirar con ojos de deseo el zurrón de piel de foca. El esquimal por su lado, no quitaría ojo al gofre con chorreras de chocolate de la australiana de la camiseta de rayas y al familiar olor a tabaco de pipa del cincuentón con la poblada perilla. Asimismo, el esquimal vería como, casi por movimiento browniano, aumenta el roce, el fregoteo, es lo que llamaríamos la etapa de contacto físico. A los pocos instantes, el esquimal se encontraría desposeído del zurrón y del sobrero, arrebatado este último por un niñato, hijo de papá, que se ha entrometido en el experimento sin autorización. Continuaría el tanteo de fuerzas, el cual tendría un punto de inflexión al asomar el mango de machete desollador de focas que el esquimal llevaba al cinto. En este momento entrarían en acción los trileros que con una hábil maniobra desarmarían al esquimal mientras este hacía juicios sobre la gente tan simpática que había en aquel lugar. Dos horas después de haber comenzado el experimento, el esquimal se encontraría al pie de la estatua de Colom completamente desplumado y compartiendo una litrona con un borracho. En este punto damos el experimento por concluido habiendo llegado invariablemente a la alienación cultural por parte de la civilización dominante.

Con las conclusiones del experimento sobre la mesa, me parece que el contacto con una civilización extraterrestre no traería nada bueno para ninguna de las dos vertientes.