martes, 9 de septiembre de 2014

El sueño de los corderos


Haciendo una clasificación simplista de las personas, podemos decir que siempre ha habido de dos tipos, los lobos y los corderos. Es tan intuitivo que no necesito explicar los rasgos diferenciales de estas dos clases de individuos, así que daré por sobreentendido que todo el mundo sabe cómo se comportan los lobos y cómo se comportan los corderos en la vida, en la familia y especialmente en un entorno laboral.
Curiosamente, a pesar de que las dos especies han coexistido a lo largo de la historia, y de hecho se autodefinen mutuamente, es decir, la una existe por la otra y viceversa, hay épocas de lobos y épocas de corderos que se alternan sin solución de continuidad.
Por definición los lobos siempre atemorizan y controlan a los corderos pero hay matices. En época de lobos, los perfiles competitivos, egocéntricos, individualistas y aduladores están de moda, son lo más, lo que se lleva. Los corderos no tienen más opción que obedecer si no quieren ser devorados por los altivos lobos. En contraposición, en época de corderos, la solidaridad, el trabajo en equipo, el compañerismo, la ayuda desinteresada y dejar que los hechos hablen de cómo son las personas es lo que se lleva, lo que está bien visto. Así que los lobos no saben cómo pasar desapercibidos escondiéndose debajo de su disfraz de blanca lana.
Lo sucesivos reinados se encadenan necesariamente, como la noche y el día, o como el ying y el yang. Las guerras suelen oler a lobo mientras que los periodos de paz constructiva huelen a mullida lana.
¿Sabéis a qué me huele ahora el ambiente? Sí, lo habéis adivinado. Huele a carnívoro que echa para atrás. La negra pata empezó a asomar por el umbral de la puerta con el inicio de la crisis, en el ya lejano 2008. Desde entonces, la jauría se ha ido arremolinando a la puerta de casa poniendo a los corderos cada vez más nerviosos. Los piadosos lobos que habitaban entre los corderos, se han  quitado ya el disfraz y han empezado  a anunciar que esta forma de ver la vida es la correcta, que ya lo decían ellos. Y los corderos han empezado a desilusionarse, a sentir que no entienden nada, que no todo es el trabajo abnegado que siempre es reconocido. Los corderos sienten que su era ha pasado, que es momento de ponerse a cubierto si no quieren ser despedazados por la jauría. Antes lo daban todo por la causa, el 120% y el reconocimiento de sus jefes les valía como fuente de motivación. Ahora, sus jefes les dicen que han de adaptarse a los nuevos tiempos, que no sólo hay que valer sino figurar y los corderos consideran que un 100% de rendimiento es lo justo para no levantar sospechas.
Si bien es verdad que los corderos añoran aquellos tiempos ingenuos, en los que todos caminaban por la misma senda si querían ser algo, la senda del esfuerzo. Los pobres corderos no saben vivir de otra forma, les falta picardía por definición, no tienen remedio.
Por suerte o por desgracia, a los corderos sólo les queda despertar a bofetadas de su antiguo sueño y, si lo desean, seguir soñando despiertos.
¿Tú qué eres, lobo o cordero?