viernes, 12 de marzo de 2010

El genio egoísta


De entre las distintas fuerzas que tensionan el interior de los hombres, es el genio, entendido como la capacidad creadora de la conciencia, una de las que más tiran hacia si.

El frágil equilibrio vital por el cual suelen transitar los hombres se rompe estrepitosamente y sin contemplaciones cuando el torrente creador empieza a manar con intensidad.

El genio chupa todos los recursos, y no deja nada a la pareja, ni a los hijos, ni al vecino… A veces, tanto es así, que a base de no cuidar su entorno social, el genio entra en una situación de marginalidad que acentúa su excepcionalidad, su singularidad.

El genio se aleja de la masa, y se ríe de ella, y más aún, se convierte en un tirano que somete a la persona bajo su dictado, alejándola de su felicidad.

Cuanto mayor es el in-genio, mayor es la alienación, menos derechos tiene el portador, mayor es la tiranía y el sometimiento.

Qué difícil es reconocer los pequeños detalles de la vida, las debilidades y en definitiva todo aquello que nos humaniza, en los hombres y mujeres geniales de la historia. Estos elegidos casi dejan de ser humanos, pierden los derechos que les otorga su condición, para convertirse en entidades creadoras, en máquinas de pensar, con un juego de derechos más limitado que en ocasiones les niega hasta el descanso.

La persona al servicio de la idea, que utiliza los portadores/desarrolladores para expresarse, para materializarse, incluso a costa de la vida humana.

Pongamos la mirada en un ejemplo que, desde mi punto de vista, ilustra a la perfección el argumento que intento transmitir. Son pocos los que no reconocerían en Albert Einstein el estereotipo de genio y sin embargo, muchos los que nunca habrán oído hablar de Mileva Maric, su primera esposa. No pretendo enjuiciar la vida de Einstein pero voy a dar cuatro pinceladas y que cada uno extraiga sus propias conclusiones.

Existe gran controversia sobre la implicación que Mileva tuvo en la confección de los cuatro artículos del annus mirabilis (1905) que revolucionaron el mundo de la física, entre los que se encuentra el postulado de la Teoria de la Relatividad. Ella, que era de origen servio, también estudió física y matemáticas en la Universidad de Zurich al mismo tiempo que Einstein, con el que contrajo matrimonio en 1903. En 1902 tuvieron una hija, de nombre Lieserl, la cual se cree que fue dada en adopción para evitar la vergüenza de una hija ilegítima. Posteriormente, en 1904 tuvieron a su primer hijo, Hans Albert Einstein y en 1910 nació su segundo hijo Eduard, que afectado de una grave esquizofrenia terminó internado en una institución psiquiátrica. En 1919, Albert y Mileva se divorciaron cuando ya llevaban 5 años viviendo separados.

Con lo anteriormente enunciado es difícil sacar conclusiones pero me voy a apoyar en dos hechos que, desde mi punto de vista, hablan sobre la escasa calidad de la vida familiar del genio.

1.- En 1923, Einstein le entregó el dinero integro de su Premio Nobel (1922) a Mileva Maric, lo que para mi, representa un atisbo de culpabilidad/ agradecimiento.

2.- Cuando a la muerte de Einstein en 1955, la Universidad de Princeton le dedicó una estatua, su hijo Hans Albert pronunció estas palabras: “Es muy difícil tener una estatua como padre”

Creo que todos podemos recordar multitud de ejemplos en los que la vida de un genio ha quedado esencialmente circunscrita a sus ideas, dado el deplorable estado del resto de las facetas que constituyen la vida de una persona.