sábado, 23 de noviembre de 2013

Rita

Sobre el nombre de Rita, dice la Wikipedia que viene de la palabra latina “Margarita” que significa “perla”. Es sin duda un nombre bonito, a la vez que potente, pero lo que me ha hecho traerlo al ágora es ese talante artístico que destila con tan solo cuatro letras.
Para mi es el nombre femenino de la artista de casta, que transmite fuerza e integridad personal, al mismo tiempo que te envuelve con su seductora delicadeza.
Rita es un nombre que me transporta al escenario, a las tablas donde los grandes artistas lidian con el genio del arte que se resiste a presentarse dócil frente a la expectante audiencia.
Rita corta el aire con su gesto grácil pero firme, contundente, dibujando una sinuosa red en la que es muy difícil no caer.
Es curioso observar que cuando lo usan los anglosajones, les confiere esa chispa latina que resulta en una mezcla muy sugerente y ahora no me puedo quitar de la cabeza a Gilda, o mejor dicho, a Rita Hayworth. Ya lo decían los Beatles en su canción “Lovely Rita”, doncella del parquímetro, tan seductora y adorable pero con un aire algo marcial, anotando una multa en su pequeño cuaderno blanco.
En España la contundencia del nombre, a mi entender, le come cierto terreno a la cara delicada y femenina, y puede llegar a entrar en solares ligeramente burdos, ejemplarizados por la frase que hizo famosa Rita Giménez García, y que todos recordamos “Eso lo va a hacer Rita la cantaora” y sus variantes.
Asimismo, el santoral nos devuelve una de esas frases clásicas imbricadas en la malla popular. Sin embargo, para mi gusto enfatiza excesivamente el carácter desprendido de la santa y parece prevenirla para que no cese en su generosidad. “Santa Rita, Rita... lo que se da, ya no se quita”
Rita, musa de los artistas, tantas canciones consagradas a tu memoria, siempre jugando con la dicotomía de tus cuatro letras y tejiendo con tus dos hilos el paño de la vitalidad dulce y enérgica.
Adorable Rita, doncella del parquímetro...





Dedicado con cariño a mi buen amigo Carles y su hija Rita


miércoles, 13 de noviembre de 2013

Vida Narcótica


Tantas veces se ha hablado sobre esto que poco más se puede añadir. El nivel de estimulación habitual es tan elevado en el hombre del siglo XXI que los umbrales de sensibilidad se han embotado de forma considerable. Esto produce una repercusión inmediata en la capacidad de percibir la vida que nos rodea, de manera que pasamos gran parte del día semi-inconscientes y con la sensación de cabalgar sobre un tren que no se detiene en menudencias.

Parafrasearé a Marx cuando decía aquello de “la religión es el opio del pueblo” para decir que eso sigue siendo vigente en la actualidad con la precaución de intercambiar la palabra “religión” por “deporte televisado”. La gran masa comulga cada fin de semana sintiendo la pulsión de algo que le motiva delante de los televisores que retransmiten partidos, especialmente, partidos de fútbol. El resto de la semana la pasamos corriendo de allá para acá, esclavos de nuestra agenda, de nuestros anhelos y de la sociedad de consumo que nos maneja como polichinelas, dosificando convenientemente las recompensas materiales con objeto de conseguir el mayor rendimiento del individuo. Es como jugar al Monopoli con la pirámide de compensación de Maslow. ¿El resultado? una vida hueca, falta de autenticidad, y llena de recompensas enlatadas que nos permiten seguir viviendo narcotizados.