domingo, 11 de marzo de 2012

CIELO-INFIERNO


¿Dónde quieres ir cuando mueras? Pues siento comunicarte que el CIELO y el INFIERNO son las dos caras de la moneda que recibirás al morir.

Analizando ambos conceptos, desde mi punto de vista, me doy cuenta de que las dos cosas son estados terminales, es decir, no admiten evolución o crecimiento. Y este es el hecho que los hace igualmente terribles, el estancamiento, la REPETICIÓN.

Condenados en el INFIERNO a VAGAR ETERNAMENTE sufriendo mortificaciones repetidamente, sin posibilidad de redención y sobre todo sometidos a la peor de las mortificaciones, la MONOTONÍA. Se trata de recibir la misma dosis de sufrimiento desde el minuto cero, ni más ni menos, sólo la que corresponde a tus pasadas acciones en vida y sin posibilidad de elevar tu umbral de sufrimiento, lo cual te permitiría sufrir un poco menos cada vez. Esto sería admitir una evolución, que es precisamente lo negado.

Pero lo peor es que si nuestro destino final fuera el CIELO, la situación no es más halagüeña. Condenados a VAGAR ETERNAMENTE disfrutando placer repetidamente, sin posibilidad de incrementarlo y de nuevo sometidos a la MONOTONÍA. Se nos ofrece un placer idiopático, como si estuviéramos chutados, sin esfuerzo previo, sin trama argumental, sin razón ni motivo. Para mi, el placer que no ha sido tejido previamente con la aguja del esfuerzo y la inteligencia no es placer. Quiero decir que es necesario dotar de contenido al placer, darle una razón de ser que te permitirá obtener una determinada dosis del mismo y que te permitirá APRENDER sobre como obtener más placer, incorporando nuevas porciones de información. Pero es qué claro, ¡la suerte está echada! No hay posibilidad de cambio o evolución.

Realmente, ambos conceptos me traen a la mente reminiscencias de la muerte por ser lo contrario a la vida. No crecemos (nos quedamos como suspendidos en el tiempo), no aprendemos (ya lo sabemos todo), no evolucionamos (ya sabemos la verdad), no pensamos (no enjuiciamos), no sufrimos (en el Cielo), no gozamos (en el Infierno). Es decir, no somos YO, sólo somos la mitad de nuestro YO, disueltos en un piélago de YOs que se mueve en sintonía con las mareas.

Para aquellos que pensamos que el camino es igual o más importante que el fin, y que el fin se va manifestando, se va plasmando en el movimiento inherente al camino, el hecho realmente terrible es que nos digan que ya no hay camino. A lo sumo puedes VAGAR en círculos y sin dirección definida, haciendo como que te mueves en una especie de imitación de lo que fue tu vida pero sin llegar a ninguna parte, porque ya no hay PARTES, sólo hay un TODO. No se puede ir de A a B porque A y B, ahora se han unido y ya has llegado a tu destino antes de comenzar a andar.

Ante esta perspectiva, creo que me voy a echar una siestecita, como la liebre del cuento, para soñar con mi destino y alargar el camino. ¡No hay prisa por llegar a B!