viernes, 3 de septiembre de 2010

El fin de los hombres


Hace ya algún tiempo que vengo notando cierto desajuste a la hora de cuadrar las cuentas del reparto sexista de nuestra especie. Al principio, incauto de mi, atribuí el desbarajuste a una causalidad por medio de la cual la fémina prendía con mayor facilidad en mi entorno más cercano. Sólo fijándome en la planta del edificio en el que habitualmente trabajo, la generación procreadora (incluyéndome yo) mostraba cualidades claramente superiores para engendrar hembras en detrimento de los varones (yo predico con el ejemplo y por eso tengo dos hijas). Sin embargo con el tiempo, he llegado a convencerme de que la escora hacia el sexo femenino no es arbitraria ni mucho menos casual.

Y es que creo que estamos ante el siguiente escalón evolutivo de la raza humana. O sea, que si nos fijamos en el entorno socio-económico-ambiental en el que se desarrolla la vida humana actual, se pone enseguida de manifiesto que no estamos haciendo lo mejor para la supervivencia de la especie. Cada vez se tienen menos hijos y más tarde y en un entorno más insalubre.

¿Cómo reacciona la Naturaleza en este caso? Pues aumentando el número de hembras procreadoras que son las verdaderas generadoras de vida, es decir, resaltando que son ellas las que llevan el mayor peso reproductor mientras que el macho sólo es portador de un paquete concreto de información.

Resulta también curioso pensar que este mecanismo de defensa de la especie ya estaba encriptado desde su origen atendiendo a la mayor persistencia de los espermatozoides portadores del cromosoma X, o sea, los que darán lugar a una hembra después de la concepción. Los espermatozoides portadores del cromosoma X son más resistentes que los portadores del cromosoma Y, y por eso, sólo era necesario que se dieran las adversas condiciones externas en las que estamos inmersos para que se disparara el mecanismo de defensa decantando el fiel de la balanza hacia el lado femenino.

Otra conclusión que podemos extraer es que ante una amenaza así, la moral queda relegada a un segundo plano y la Naturaleza nos acerca más a la animalidad, de acuerdo con la cual, un solo macho, normalmente el más fuerte, puede fecundar a varias hembras. Es decir, que se impone la poligamia forzosa, la poligamia matemática.

Este hecho, que podría hacer feliz a más de uno, en realidad es tremendamente luctuoso para el género masculino desde el día en que se inventó la fecundación in vitro. ¡Por desgracia, ellas ya no nos necesitan!

2 comentarios:

CARLA BRUNI dijo...

Quien te dejó y no supo consolar tu tristeza

medita bajo un árbol las torpes conexiones

que enlazan todavía corazón y cerebro.

Medita y se pregunta qué raras circunstancias

nos alejan de pronto la dicha que buscamos,

como si al mismo tiempo la especie confundida

hubiera hallado el fuego y después lo apagara,

como si en el instante en que la vida aflora

un gen premeditado se acercara a la muerte,

como si habiendo visto la cara al horizonte

un afán masoquista nos quitara los ojos.

Quien te dejó y no supo consolar tu tristeza

es el mismo que ahora afligido te escribe,

el que busca un refugio que contenga tu boca,

el que sigue las huellas de unos pasos perdidos,

ese ser abrazado por Don César Vallejo.

Juan Francisco Caturla Javaloyes dijo...

Creo que tanto tú como yo reconocemos en la poesía el mejor medio de expresión porque los poemas expresan emociones y no necesitan del escrutinio racional para entenderlos, son como la música, un lenguaje universal.
Gracias por el regalo poético.

Juan F.