domingo, 31 de enero de 2010

Cálculos hipocondríacos


Vivimos una vida trinchada por los porcentajes. Nos hemos acostumbrado tanto a usar estos descriptores porcentuales para acotarlo todo, que la individualidad a quedado relegada a una posición excéntrica. Es ese 0,1% inclasificable, que no sabemos donde meter y que englobamos bajo epígrafes como “otras causas”, o “ns/nc”, o “miscelánea”.

Si no caes dentro de los grandes grupos sociales, si no estás a la moda, si no formas parte de un gran rebaño, te ponen en esa fosa común de las minorías indomables que no interesan a nadie.

Los hipocondríacos siempre hemos llevado muy mal eso de los porcentajes. Es para nosotros una trampa mortal de la que no podemos escapar.

Dile a un hipocondríaco que el 95% de los pacientes de una determinada dolencia la superan con éxito y lo tendrás esclavizado el resto de sus días, pensando en esa desgraciada minoría del 5% que son derrotados por la enfermedad. Sinceramente creo que el hipocondríaco acepta mejor los porcentajes adversos, es decir, pronósticos tan contundentes como “su esperanza de vida es de un 5%”, convirtiéndose el 95% en la desgraciada mayoría.

Y es que yo creo que el hipocondríaco tiene una tendencia natural a considerarse excéntrico y por eso, le importan especialmente la minúsculas fracciones, él siempre cree que se encuentra allí, en eso que no pasa casi nunca excepto… en su caso.

En esto me encontraba yo, atribulado por los cada vez más aterradores datos epidemiológicos, con los negros nubarrones porcentuales girando entorno a mi cabeza y a punto de descargar un chaparrón de %, que me vino a la mente la procelosa certidumbre de que la suma de las probabilidades porcentuales de padecer alguna enfermedad seria, incapacitadora o mortal, debería acercarse bastante al 100%. No en vano, en una encuesta realizada recientemente por el INE sobre una muestra de 44339 personas preguntadas sobre que percepción tenían sobre su estado de salud, el 30% (más porcentajes) contestó que regular, mala o muy mala.

Y es que lo que mata a un hipocondríaco es empezar a juguetear con las frías y amenazadoras cifras, servidas en la cama para desayunar por la solícita red de redes. Se establece una especie de atracción-fatal como en las mejores películas de terror, que no puedes dejar de ver entre los dedos de la mano que te tapa la cara.

Es muy difícil asomarse al registro actual de pacientes de las distintas plagas que azotan la humanidad, básicamente porque no lo hay y porque a la hora de estimar probabilidades esto no es como la lotería, en la que todos los números están en el bombo. Aquí tenemos que hablar de probabilidad condicionada, si queremos preguntar sobre nuestro destino sanitario.

Así que me asomaré sólo al registro de interrupciones abruptas de la vida, que es la consecuencia última y de la que sí existe un registro exhaustivo. De todas formas, creo que cabría aclarar que en realidad hasta la muerte más dulce supone una interrupción abrupta de la vida, ¿no es toda muerte un fallo orgánico?

En el año 2007 murieron en España 201136 hombres y 184225 mujeres (ver tabla). Las causas principales son tumores, enfermedades cardiovasculares, enfermedades respiratorias, enfermedades del aparato digestivo y accidentes. En el año 2007, la población censada en España ascendía a 45.200.737 habitantes, por tanto, él número de muertes supuso un 0,44% en el caso de los hombres y un 0,41% en el caso de las mujeres. Al año siguiente, en el 2008 la población censada era de 46.157.822 y por tanto, no hay que preocuparse por la extinción de la raza de momento.

Aunque el número de enfermos, a nivel nacional, se me antoja superior al de muertos, ese 0,85% no parece justificar mi pánico hipocondríaco, si no fuera por mi afiliación a los porcentajes pequeños.

CAUSAS DEL DECESO

HOMBRES

MUJERES

I-XXII.Todas las causas

201136

184225

I.Enfermedades infecciosas y parasitarias (1)

4190

3592

II.Tumores

64334

38995

III.Enf. de sangre y de órg. hematopoyéticos y ciertos trast. que afectan mecan. inmunidad

534

755

IV.Enfermedades endocrinas, nutricionales y metabólicas

5003

7234

V.Trastornos mentales y del comportamiento

4210

8100

VI-VIII.Enfermedades del sistema nervioso y de los órganos de los sentidos

6427

10296

IX.Enfermedades del sistema circulatorio

56998

67128

X.Enfermedades del sistema respiratorio

25565

18464

XI.Enfermedades del sistema digestivo

10654

8996

XII.Enfermedades de la piel y del tejido subcutáneo

370

816

XIII.Enfermedades del sistema osteomuscular y del tejido conjuntivo

1073

2311

XIV.Enfermedades del sistema genitourinario

4800

5370

XV.Embarazo, parto y puerperio

0

13

XVI.Afecciones originadas en el periodo perinatal

529

440

XVII.Malformaciones congénitas, deformidades y anomalías cromosómicas

487

403

XVIII.Síntomas, signos y hallazgos anormales clínicos y de laboratorio, no clasificados en otra parte (2)

5027

6331

XX.Causas externas de mortalidad

10935

4981


Pido perdón, si este mercadeo de muertos y heridos ha agredido alguna sensibilidad y/o dejado mal cuerpo.

miércoles, 6 de enero de 2010

Llueve…


Tarde plomiza,

el cielo desciende pesado

oprimiendo las almas

como en el sótano bajo.

Un sentimiento de tristeza

lo impregna todo,

es la tristeza universal,

la tristeza esencial.

El mundo de los vivos calla,

y contempla en silencio receloso

la autoridad de la madre Naturaleza.

Miro hacia la ventana,

una gota de agua se desliza por el cristal,

para fundirse en la ranura del marco

con un mar de almas grises,

que ya han aceptado su destino.

Mi interior indefenso

se asoma al abismo del infierno gris,

y me siento atrapado

por una melancolía atemporal,

sin fin aparente.

No tengo más remedio

que cambiar el color de mi sangre

por el gris plomizo que me embebe,

y abandonarme al sentimiento

que potenciará mi alegría

cuando cese la lluvia

y el cielo se haga inmenso.

lunes, 4 de enero de 2010

Viajamos


Un año más llega a su fin y nos disponemos a celebrar con la mayor de las alegrías que hemos sido capaces de completar una nueva circunvolución alrededor del Sol.

Dicho así parece algo repetitivo, vueltas y más vueltas alrededor del punto que nos da la vida. Es como bailar una eterna danza de agradecimiento pero curiosamente, con cada nueva vuelta no somos capaces de superar los errores de la vuelta anterior o los de hace 3, 4, n… vueltas.

Sin embargo, esta visión responde a una falsa sensación estática; es como si tropezáramos varias veces con la misma piedra de un camino circular y monótono que reemprendemos cada primero de enero.

Nada más lejos de la realidad, y así, la vida responde a un principio dinámico por el que nunca reandamos nuestro camino.

Nos podemos imaginar subidos en una atracción de feria y moviéndonos a una velocidad vertiginosa, en un movimiento complejo resultante de la suma de varios vectores. De esta manera, tomando como marco referencial el espacio absoluto, nunca ocupamos la misma posición espacial a lo largo de nuestra vida, jamás pasamos por un mismo punto dos veces.

Intentaré descomponer nuestro movimiento cotidiano en sus trayectorias más aparentes.

Al movimiento de rotación de la Tierra (1667 km/h) debemos sumar el de traslación alrededor del Sol (106200 km/h) y obtenemos así una hélice que se cierra sobre si misma.

Asimismo, debemos sumar una tercera componente correspondiente al movimiento circular de nuestra galaxia (781200 km/h) que arrastra nuestro Sistema Solar en uno de sus brazos, en una especie de movimiento de traslación de todo el Sistema Solar. Esta tercera componente impide que la hélice anteriormente comentada (rotación+traslación) se cierre sobre si misma y es por eso, que al transcurrir nuestro año solar, jamás volvemos al punto de partida; sería más bien una hélice dentro de otra hélice que se cierra sobre si misma.

No lo quiero complicar más, y a riesgo de olvidar alguna otra componente importante, no puedo obviar el movimiento de expansión del Universo. En este caso se trata de un movimiento lineal de alejamiento, de forma que generamos la tercera hélice al romper el anillo de la segunda. Esta tercera hélice sería lineal y se estiraría hasta el infinito.

Si ahora nos embarcamos en calcular velocidades mediante la suma grosera de todos los movimientos enunciados excepto el de expansión cuya velocidad no es absoluta, obtenemos como no podía ser de otro modo, una cifra astronómica (889067 km/h). Para completar esta orgía numérica, sólo nos falta calcular cuantos km recorre una persona que goce de unos 80 años de vida. El valor obtenido (6,2x1011 km), o sea, unos 620000 millones de km, me permite concluir una cosa: ¡viajamos!