domingo, 12 de junio de 2016

Un escritor en apuros

Se presentó precedido de tres fuertes golpes que sacudieron la puerta del modesto apartamento.
¾Abre, soy John y sé que estás ahí. ¡Son las doce del medio día, por Dios!
¾¡Oh, qué dolor de cabeza! No puedo ni levantarme y tengo el gaznate más seco que el esparto.
El desahuciado durmiente se levantó como pudo y se arrastró pesadamente hasta la puerta. Al abrirla comprobó que su valedor John P. Kennedy, de punto en blanco a pesar del asfixiante calor de aquel agosto en Baltimore, se encontraba tras ella clavándole la mirada y preguntándose si no se habría equivocado al apostar por un hombre que podía llegar a tal estado de degradación.
Agachó la cabeza y busco a tientas la jarra metálica con la que subía el agua de la fuente.
¾¡Maldita sea! ¾exclamó mientras lanzaba la jarra vacía contra la pared¾ Y además hace un calor infernal, ¡maldito verano!
Se acercó tambaleándose hasta la mesa que había en el centro de la estancia, llena de hojas de periódico, vasos y botellas medio vacías y se remojó la garganta con el escaso contenido de una botella de vino que se encontraba tumbada.
¾Tienes que dejar de beber de esta forma tan salvaje o te arrepentirás más pronto que tarde ¾dijo el indeseado invitado.
Una aguda punzada le aguijoneaba la cabeza de parte a parte cuando de repente un destello de realidad le hizo caer en la cuenta de sus deberes laborales para con el periódico. Mañana lunes debía entregar su columna de crítica literaria que ya había pospuesto en un par de ocasiones.
¾No puede ser que vivas así por muy bueno que seas en lo tuyo, ¾dijo John¾ deberías mantener un mínimo respeto hacia ti mismo y abandonar esta vida autodrestuctiva que llevas, ¡por Dios!
¾Déjame, sabes que al final siempre cumplo mi palabra y entrego algo bueno. Además no me va a costar demasiado escribir sobre ese Hawthorne para el Southern, sólo necesito despejarme un poco.
Se arrojó sobre la mesa y con el brazo hizo un barrido de limpieza tirándolo todo al suelo. Tomó asiento y apoyó los codos en la mesa sujetándose la cabeza entre las manos.
¾Déjame una hora y tendré la crítica terminada. Los del periódico se pondrán muy contentos porque siempre que les envío algo venden el triple de ejemplares ¾dijo con desdén.
John dio un puntapié a la jarra de agua que yacía en el suelo e hizo ademán de sentarse en la cama pero torció el gesto con una mueca de asco y desistió de su intento.
¾Tu tía María me ha dicho que pretendes casarte con tu prima Virginia ¾dijo John abriendo la conversación hacia otros derroteros.
¾No sabía que te importase tanto mi vida privada pero sí, así es. Nos queremos y nos vamos a casar.
¾Pero si sólo tiene 13 años, ¡por Dios! ¾exclamó John.
¾El amor no sabe de edades y además ella ya es mujer. Nos casaremos el mes que viene y voy a salir de este cuchitril para vivir en una casa en Nueva York.
¾Bueno, si eso hace que abandones tu licenciosa vida bañada en alcohol, buena cosa será pero sabes que no me parece nada bien. Hay muchas mujeres de tu edad que estarían encantadas de ser la pareja de un reputado escritor, siempre y cuando, seas escasamente capaz de mantener una mínima dignidad humana y dejar de ser una amenaza para ti mismo.
¾Sabes de sobra que aborrezco la aburrida y aposentada clase burguesa que me rodea allá donde voy, no me interesan en absoluto esas señoritingas que viven de las apariencias y de querer demostrar una educación que no tienen.
¾¡Tu vanidad es más grande que todo Baltimore, hijo! Y por culpa de ese orgullo tuyo vas a cometer un acto del que seguro te arrepentirás. ¡Así de preocupada estaba tu tía, no es para menos!
¾¡Bueno, ya está bien! ¿Puedes acercarme pluma y papel? Están ahí, en el escritorio.
John se acercó altanero y sin perder su compostura dominante hacia el rincón donde se encontraba el escritorio. Debajo de una maraña de cuartillas y pliegos de papel rebuscó en busca de alguna hoja medianamente limpia en la que escribir cuando sus dedos tropezaron con un pequeño montón de papeles atados con un cordel.
¾¡Hum! El gato negro. Espero que sea tan bueno como los otros cinco relatos que me has entregado.
¾Descuida, lo será.