sábado, 4 de diciembre de 2010

Metaalegoría

Caminando por el pasillo de mi casa, me crucé el otro día con mi hija pequeña que circulaba en sentido contrario inmersa en la representación de una de las alegorías más terribles de la mitología clásica, la que hace referencia al inexorable paso del tiempo.

Aquella pose de mi hija, que daba buena cuenta de un malogrado Kent sin cabeza, despertó en mi el patrón de reconocimiento de una de las obras de la serie pinturas negras del magistral sordo aragonés, Francisco de Goya.

En este óleo, el pintor representó al dios Saturno (Cronos en la mitología griega) devorando a uno de sus hijos en clara alusión alegórica al paso del tiempo pues Saturno se comía a los hijos, que representan el futuro, nacidos de su mujer Rea, por temor a ser destronado por uno de ellos. A la carga simbólica de este mito que pone de manifiesto como el tiempo nos devora inexorablemente y de forma cruel, el pintor añade una carga expresiva extraordinariamente desgarradora. Vemos un padre avejentado, fuera de sí, con una expresión facial enteramente entregada al acto de deglutir. Todos los órganos de la cara participan de la orgía avitualladora: los ojos fuera de sus órbitas, es decir, desconectados del cerebro, la aletas nasales dilatadas para permitir el paso del aire ya que la boca está ocupada en otros menesteres, los pómulos estirados y por fin, la boca inmensa como las fauces del inframundo simboliza nodalmente la actitud de Saturno. El centro del cuadro está ocupado por el hijo devorado, con un cuerpo ya adulto estrechado con tal fuerza que los dedos del caníbal parecen hundirse en la espalda del infortunado como si fuera a partirse en dos con el siguiente bocado paterno.

Y yo me pregunto, sabrá todo esto mi hija, es posible que con 21 meses de vida tenga ya presente que su reloj personal ha empezado ya a girar, a restar horas, minutos y segundos, y por eso ella tomó el papel de Cronos y sacrificó en su lugar a un desprevenido Kent. Quizá Kent sólo perdió su cabeza en post de calmar las inflamadas encías de mi hija, propósito altamente loable no obstante, pero también podemos hacer la lectura de que los niños vienen al mundo con un conocimiento ignoto que luego se pierde durante el proceso de domesticación social, y sólo se vuelve a recuperar bebiendo en las fuentes Wikipédicas.

En fin, son historias de pasillo producidas al calor del amor paternal al final de un agotador día laboral.



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