domingo, 15 de marzo de 2020

Virus



Seguro que estos días muchos os habéis preguntado por qué existen los virus en la naturaleza. Yo lo he hecho y en una primera impresión he pensado ¿por qué la naturaleza permite la existencia de organismos dañinos?
Desde un punto de vista humano, todos tenemos en mente la benevolencia de la madre naturaleza, que es siempre buena con todas las criaturas que viven y cohabitan en el planeta Tierra. Pero vamos a desprendernos de ese punto de vista humano, a ver qué pasa.
Para empezar los virus no son seres vivos ya que no pueden reproducirse por sí solos, son una especie de maquinario biológico, de experimento de la naturaleza que quedó por terminar o quizá más bien el resultado de la evolución de algún tipo de célula u orgánulo. Entonces cuando nos despojamos de este punto de vista humano, vemos que la naturaleza y la evolución no van necesariamente a favor de obra, entendiendo la obra como la causa humana.
El driver evolutivo engloba el ecosistema terrestre al completo, es decir, la vida busca perpetuarse en el planeta manteniendo siempre el equilibrio entre las distintas especies y autoregulándose en función de los recursos existentes y siempre a través de la interrelación entre todas las piezas biológicas.
Ahora que ya nos hemos despojado de nuestra visión narcisista tan humana, nos damos cuenta de cómo estos días en los que la especie humana está siendo azotada por el COVID19, el planeta está respirando, la atmósfera se está recuperando y Gaia está buscando el equilibrio. Cuando los científicos liberen y analicen la enorme cantidad de datos que seguro se están recopilando acerca de la atmósfera, la temperatura en superficie, etc… comprenderemos como COVID19 no es más que un mecanismo de regulación. Y aunque parece un mecanismo de regulación indiscriminado, podría llegar casi a mostrar signos de inteligencia con la eliminación de determinados humanos concretos (con nombres y apellidos) que acumulan mucho poder y le hacen mucho daño a la vida en el planeta.
Reflexionad un momento, ¿a quién afectan los virus? ¿al lince ibérico? ¿a los koalas? o ¿afectan más bien a las especies que se han desmadrado y están empezando a romper el equilibrio del ecosistema global? Ahí tenéis la respuesta, la naturaleza usa estas cadenas de ADN, los virus, como herramientas de control, para asegurar que la vida en el planeta tiene las máximas posibilidades de perpetuarse.
Esto me lleva a la siguiente reflexión obvia. La raza humana se mueve en la actualidad en unos parámetros que no favorecen la vida en el planeta, está expoliando insolidariamente todos los recursos y está llevando al ecosistema global hacia el colapso. Ahora estamos poniendo toda nuestra inteligencia y todas nuestras capacidades para protegernos como especie y seguramente venceremos al COVID19 pero eso será para la Tierra una mala noticia, le habrá fallado su mecanismo de control y la especie sobredimensionada seguirá depredando el planeta hasta llevarlo a su colapso. Aún así, Gaia lo intentará más veces, intentará libarse de nosotros o al menos tenernos controlados por todos los medios. Incluso puede que pida ayuda al Universo y el cataclismo humano se produzca por causas externas a la Tierra.
Yo soy humano y por tanto quiero vivir. Así que mi deseo es superar esta crisis sanitaria, y todas las que vengan en el futuro e incluso ser capaz de dar el salto a otro planeta para seguir creando ecosistemas de los que formemos parte. También sé que cuanto más enfademos a Gaia, más intentará librarse de nosotros y favorecer que otras especies más cooperativas y benévolas para el ecosistema proliferen en la Tierra.
¡Perdónanos Gaia una vez más y líbranos del COVID19! Quizá las generaciones milenarias sean más consideradas con el hábitat que nos ofreces.

sábado, 14 de marzo de 2020

Papel Higiénico



Desde que la especie homo es hombre, siempre ha sentido la necesidad de expresarse sobre soportes sólidos para transmitir información “en diferido”, es decir, cuando el receptor no está presente en el momento en el que se produce el mensaje. Ejemplos que ilustran este sentimiento irrefrenable los encontramos ya desde el paleolítico, edad en la que ni siquiera éramos sedentarios, como en nuestras queridas y espectaculares cuevas de Altamira.
Conceptualmente se produjo un gran avance cuando ese soporte sólido se pudo transportar y llevar así el mensaje al receptor y no al revés, es decir, las cuevas no se podían transportar y era el receptor quien tenía que acercarse para recibir el mensaje. Los primeros soportes físicos de la escritura aparecieron allá por el 3400 a.C y estuvieron constituidos a lo largo de la historia por arcilla, huesos, maderas, tablillas de cera, piedras o metales.
El siguiente salto evolutivo se produjo con el uso de papiro por parte de los egipcios sobre el siglo IV a.C. En este caso, se trataba de un material mucho más liviano que permitía ser usado como soporte de la escritura, es decir, del conocimiento pero que en realidad estaba sólo al alcance de unos pocos privilegiados, no en vano el origen etimológico de la palabra “papiro” procede del antiguo término egipcio, que significa 'flor del rey', pues su elaboración era monopolio real.
Siguiente salto, que es en realidad un perfeccionamiento del anterior allá por el año 150 a.C., el pergamino. Se trata de un material hecho a partir de la piel de cordero o de otros animales que se desarrolló en la ciudad de Pérgamo. El pergamino acabó sustituyendo al papiro por sus ventajas materiales, por ser un soporte más fácil de conseguir que el papiro, mucho más duradero y de mejor calidad. Ya podíamos escribir libros, libros que iban a contener la información más sagrada y más importante de la humanidad. Pero se requería un escriba, una persona, generalmente monjes, que fuera copiando lentamente los textos sobre el soporte sólido y esto de nuevo hacía bastante restringido el acceso a la información.
Y por fin llegó nuestro material rey, la perfección hecha objeto, el soporte sólido ideal, el papel. La tradición atribuye el descubrimiento del papel a Tsi Lun, un oficial del emperador chino de la dinastía Han , en el año 105 d.C. Pero hasta los siglos X y XI no empieza realmente a ser usado en Europa y, con todo, tardará en desplazar al pergamino.
Y así vino el siguiente salto evolutivo, la popularización del saber con el desarrollo de la imprenta por Johannes Gutenberg en el año 1450.
Habíamos alcanzado la perfección en el sistema de registro del conocimiento humano que podía así acumularse, almacenarse en bibliotecas para que la siguientes generaciones siguieran evolucionando intelectualmente a partir de los saberes escritos sobre el papel. El papel era un elemento noble, sobre él se escribían los títulos de propiedad y nobiliarios, los testamentos, los libros sagrados de las distintas religiones y hasta el dinero (que no deja de ser un título de propiedad).
La producción de papel se elevó tanto que ha llegado a amenazar la subsistencia de su fuente de origen, la celulosa que se origina en los bosques del planeta.
Siglo XXI, aparece otro salto evolutivo en el almacenamiento de información, el formato electrónico. Sin duda permite una capacidad de almacenamiento infinitamente superior al papel y una popularización mundial del mensaje y hasta diría extraterrestre. Por tanto, el soporte digital supone la segunda popularización de la sabiduría que ahora está al alcance de todo aquel que tenga electricidad. Y ahí, acabo de señalar su punto débil, este soporte necesita energía, al menos para ser generado-leído y es un soporte físico menos perdurable dada su complejidad técnica (¡la piedra Rosetta todavía  va dando tumbos por ahí!).
Entonces, ¿qué hacemos ahora con el papel? ¿ya no sirve? ¿qué podemos hacer con un elemento tan noble sobre el que hemos depositado hasta las sagradas escrituras? Respuesta, ¡pues limpiarnos el culo!
Seguimos adorando las cualidades del papel, su liviandad, su suavidad. Este polímero de celulosa es realmente delicioso y por eso sería una pena dejarlo sin utilidad, así que usémoslo para limpiarnos el culo.
Siendo benévolo, podría decir que ahora la humanidad ya no lo necesita para almacenar información ya que tenemos ordenadores y discos duros, esa necesidad está cubierta y por tanto, podemos despojar al papel de su nobleza para usarlo en otros menesteres más orgánicos y animalescos. Sin embargo, siendo un poco malpensado, creo que el papel sigue siendo un artículo de primera necesidad, sigue estando en la cúspide de lo humano. Así ha quedado patente estos días ante una amenaza sería como la pandemia del COVID19.
Siempre hemos creído que el intelecto, la capacidad intelectual y el lenguaje, era lo que diferenciaba a los seres humanos de los animales. Para eso necesitábamos el papel como fiel guardián protector de nuestra superioridad mental en el reino animal. Sin embargo, en el siglo XXI y ante situaciones de crisis como el COVID19 se ha puesto de manifiesto que el rasgo diferenciador del ser humano con respecto a los animales es tener el culo limpio, los animales no se limpian el culo, y para eso también usamos el mismo elemento, el papel.
Cuando el ser humano se ha visto amenazado ante una situación que afecta a su supervivencia, ha revelado por fin cual es su verdadero anhelo, qué constituye el vértice de la pirámide de sus necesidades (si Maslow levantara la cabeza). Ante la pregunta de qué te llevarías a una isla desierta, la respuesta del ser humano del siglo XXI está clara, ¡PAPEL HIGIÉNICO!
Así que, ante nuestro poder autodestructivo, auguro un largo provenir al papel pero ahora con otro uso menos noble y más orgánico. Los que no hayáis podido conseguir rollos de papel del váter en la estampida COVI19, no os preocupéis, seguro que en algún rincón olvidado de vuestros hogares todavía atesoráis sesudas y voluminosas enciclopedias con miles de páginas que pueden ser destinadas a este nuevo uso higienizante e incluso, dada la crisis de fe que también caracteriza al ser humano del siglo XXI, creo que el Papa autorizará sin empacho, el uso de la Biblia para salvar a la humanidad limpiando sus corazones y sus traseros.