lunes, 20 de diciembre de 2010

La miel es más dulce que la sangre.


¿Puede haber un deseo más carnal que la transmutación del aire en dulce miel? No se me ocurre mejor definición del placer que la cosificación de nuestro sustento vital, el aire.

Darle un tacto, un olor, un sabor al sustrato físico que habitamos representa el triunfo absoluto del cuerpo, de la carne, la corrupción por exceso del acto de vivir. Sin embargo, esta atmósfera ralentiza nuestros sentidos, atrapa viscosamente nuestro espíritu, tizna de un suave dorado nuestra percepción de la realidad, perturba nuestra interacción con el medio, trastocando el intercambio de fluidos para acabar confundiendo lo fresco con lo podrido bajo un tenue magma dorado.

Y así quedamos retratados, suspendidos en el tiempo, ahogados en nuestros propios desechos y debilidades. Nos convertimos, como esta hormiga, en el símbolo de la muerte como destino seguro de nuestra sociedad de consumo, que se define como la incauta hormiga por el acto de consumir.

Hacendosa hormiga, ¿cuándo abandonaste tu recto camino, alejado de los fútiles placeres de la cigarra para caer en el más grande de los placeres?

Ya hace tiempo que venimos cegados por los objetos, la posesión, el exceso. La sociedad del “bienestar” impera desde hace más de 40 años y maestros, como Marco Ferreri, ya denunciaron el exceso en 1973, en aquella polémica película en la que sus protagonistas deciden inmolarse en honor a Pantagruel comiendo hasta reventar: La grande bouffe (La gran comilona).

Al menos, este símbolo viajará en el tiempo como un mensaje en una botella de ámbar, para que las generaciones futuras tomen lecciones antes de empezar a caminar.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Plexos


Dice la RAE que la palabra plexo viene del latín plexus, y significa etimológicamente tejido o entrelazado. Llevado al lenguaje coloquial, sería poco más o menos como decir manojo, fajo, ramillete o gavilla e incluso se dice pliego de papeles. Sin embargo, esta palabra se emplea principalmente en anatomía para designar la red formada por varios filamentos nerviosos y vasculares entrelazados.

Qué tendrá esta palabra que a mi personalmente me atrae, y parece encerrar un cierto misticismo como el captado por Alaska en su canción “Ectoplasmatic” cuando decía aquello de “Estoy en medio de un viaje astral, veo las respuestas con claridad, puede ser un elemental,* lo que me sale del plexo solar”.

Cautivado por la magia de esta palabra, me puse a desentrañar cuantos plexos existen en el cuerpo humano y he podido llegar a contabilizar hasta unos 75 plexos con nombres deliciosamente variopintos y evocadores. Puedo constatar que es aquí donde la anatomía se convierte en lo que podríamos bautizar como medicina romántica, con nombres que parecen más propios de los siete enanitos que de haces de fibras nerviosas.

A continuación, os presento los de mayor inspiración:

Plexo accesorio, cuyo nombre contrasta directamente con el plexo fundamental (más abajo) pero de gran importancia en los tiempos que corren. Ya sabemos que no se puede salir a la calle sin haber pasado por la sección de accesorios y complementos del Corte Inglés. Bolsos, pulseras, collares y pendientes para ellas y gadgets electrónicos de última generación para ellos. Un plexo muy importante en la actualidad: porción de red nerviosa intracorneal situada inmediatamente debajo de la membrana limitante anterior de la córnea.

Plexo anular, que entronca con el ritual nupcial en el que el novio ofrece a la esposa el anillo que simboliza la vagina y ella le tiende la mano para que se complete el ritual. A través del ritual del intercambio de anillos, el hombre muestra su deseo y aceptación de la vagina –algo que preocupa seriamente a la mujer- al igual que ella pone de manifiesto su propio deseo de tener un pene. Al introducir el anillo en el dedo, la novia sabe que, de ahora en adelante, en cierto modo el marido poseerá su vagina al igual que ella será dueña de su pene; gracias a ello, los conjugues ya no se sentirán privados del órgano complementario al suyo, hecho que simboliza el final de la angustia de castración. La mejor representación del contenido psicológico de este ritual se da, para mi gusto, en el cuento de Cenicienta, en el que ella introduce delicadamente su pie en la zapatilla de cristal que le ofrece el príncipe: plexo nervioso alreredor de la córnea.

Plexo cavernoso, que nos dirige inmediatamente al platónico mito de la caverna el cual nos habla de la evolución de la conciencia humana, de nuestra percepción de la realidad desde el mundo de las sombras al fondo de la caverna al mundo inteligible a la entrada de la caverna representado por la luz del sol: plexo nervioso simpático en el interior del seno cavernoso, formado por las terminaciones del ramo anterior del nervio superior eferente del ganglio cervical superior.

Plexo cavernoso del pene, que se me antoja más húmedo y calido que la caverna de Platón. Aquí hay menos metafísica y más condición animal pero, al fin y al cabo, ¿es qué no somos animales?: plexo nervioso, derivado del plexo hipogástrico, que inerva los cuerpos cavernosos del pene.

Plexo coronario, que señala claramente quien es el rey. Si el rey es el que lleva la corona, la anatomía lo tiene claro, el corazón es el rey de todos los órganos, alineándose con la creencia antigua (por ejemplo del Antiguo Egipto o de Aristóteles) de que el alma reside en el corazón, ya que este es el motor de la vida: nombre de dos plexos, anterior y posterior, en la base del corazón.

Plexo fundamental, cuyo pomposo nombre nos deja claro que no se puede vivir sin él. Sin embargo, en comparación con el plexo accesorio, ha perdido en la actualidad mucha de su importancia ya que la mayoría de las veces se ha perdido el fundamento, el origen del porque hacemos las cosas de una determinada manera. El mundo actual acarrea un enorme acerbo cultural en todas las facetas del ser humano pero por auténtica desgracia se ha producido un vaciado sistemático de contenidos y sólo quedan los enunciados de lo que algún día, en el pasado, fue. Por esta razón, nos encontramos con que todo es fácilmente manipulable, es decir, ante un mismo enunciado histórico, pongamos por ejemplo un conflicto entre países, cada persona puede dar una interpretación diferente de acuerdo con su sesgo personal. Nada que ver con la realidad de lo que verdaderamente pasó. Creo que la profesión médica decidirá extirpar pronto este plexo, como si de unas amígdalas se tratara, para evitar fiebres improductivas: plexo de fibras nerviosas en la sustancia propia de la córnea.

Plexo nudoso, que indica muy gráficamente como mantener un ramillete unido, lo mejor es hacer un nudo. Antes se arreglaba todo con un nudo, especialmente si había algún marino en la familia pero ahora somos más de pegamento y casi no sabemos ni atarnos los zapatos: ganglio plexiforme del vago.

Plexo obturador, muy desarrollado en caso de dedicarse profesionalmente a la fotografía: pequeño plexo que rodea el nervio obturador.

Plexo pampiniforme, que es el plexo de los pimpollos, esos pámpanos desorientados y desmotivados que tiemblan al pensar en el futuro que les espera. Quedarse sin valores es lo peor que le puede pasar a una mente joven y es el primer estadio de la degeneración: red de venas del cordón espermático que drena los testículos en la vena espermática, en el abdomen inferior.

Plexo pudendocaudal, este es el plexo de los banqueros acaudalados y pudientes, dos palabras que van necesariamente juntas puesto que dinero es poder, y viceversa. En la actualidad el poder que tienen se ha incrementado y manejan a los gobiernos como si fueran títeres de cabeza hueca y al resto de los ciudadanos como si fuéramos tontos. Este plexo se está desarrollando en detrimento del anterior: plexo formado por el pudendo y el nervio coccígeo.

Plexo solar, que es el que nos ilumina como a Alaska. Por tanto, es el plexo de la inteligencia aunque en algunos casos se parece más a un solar yermo que no sirve ni para edificar una chavola que nos permita sobrevivir: densa red de fibras y ganglios nerviosos que rodea las raíces de las arterias celíaca y mesentérica superior a nivel de la primera vértebra lumbar. Es uno de los grandes plexos vegetativos del cuerpo, en el cual se combinan las fibras nerviosas del sistema simpático y el parasimpático.

Plexo sacro, desde la institución del Sacro Imperio Romano Germánico, este plexo ha ido menguando poco a poco hasta casi desaparecer en la actualidad. Ahora no hay nada sagrado, los pimpollos pampiniformes no tienen valores, y menos, los de unos opulentos curas que predican lo mismo que cuando se fundó el Sacro Imperio. Por eso, el ser humano busca lo sagrado en otras fuentes más acordes con la realidad actual: plexo nervioso formado por los ramos anteriores de los nervios lumbares IV y V y de los cuatro primeros sacros, situado profundamente en la pelvis, en la cara anterior del sacro.

Luego hay toda una colección de plexos con nombres de señores por lo que debemos pagar a la SGAE los derechos antes de pronunciarlos. Rozando la ilegalidad me atrevo a mentar unos cuantos, a continuación: Plexo de Auerbach, Plexo de Cruveilhier, Plexo de Exner, Plexo de Heller, Plexo de Hovíus, Plexo de Jacobson, Plexo de Kiesselbach, Plexo de Leber, Plexo de Meissner, Plexo de Panizza, Plexo de Quenu, Plexo de Raschkow, Plexo de Santorini, Plexo de Sappey, Plexo de Stenon.

Como veis, el mundo de los plexos es muy com-plexo, tiene vida propia y en él, la medicina se transforma en culebrón venezolano.

*Elementales es el nombre que recibe una categoría de seres mitológicos descritos por primera vez en las obras alquímicas de Teofrasto Paracelso (1493-1541). Los tipos de elementales descritos eran cuatro, coincidiendo con los elementos de la tradición griega. De esta forma la correspondencia entre los elementos y las criaturas que les representaban sería: Agua: Ondinas; Fuego: Salamandras; Tierra: Gnomos; Aire: Sílfides.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Metaalegoría

Caminando por el pasillo de mi casa, me crucé el otro día con mi hija pequeña que circulaba en sentido contrario inmersa en la representación de una de las alegorías más terribles de la mitología clásica, la que hace referencia al inexorable paso del tiempo.

Aquella pose de mi hija, que daba buena cuenta de un malogrado Kent sin cabeza, despertó en mi el patrón de reconocimiento de una de las obras de la serie pinturas negras del magistral sordo aragonés, Francisco de Goya.

En este óleo, el pintor representó al dios Saturno (Cronos en la mitología griega) devorando a uno de sus hijos en clara alusión alegórica al paso del tiempo pues Saturno se comía a los hijos, que representan el futuro, nacidos de su mujer Rea, por temor a ser destronado por uno de ellos. A la carga simbólica de este mito que pone de manifiesto como el tiempo nos devora inexorablemente y de forma cruel, el pintor añade una carga expresiva extraordinariamente desgarradora. Vemos un padre avejentado, fuera de sí, con una expresión facial enteramente entregada al acto de deglutir. Todos los órganos de la cara participan de la orgía avitualladora: los ojos fuera de sus órbitas, es decir, desconectados del cerebro, la aletas nasales dilatadas para permitir el paso del aire ya que la boca está ocupada en otros menesteres, los pómulos estirados y por fin, la boca inmensa como las fauces del inframundo simboliza nodalmente la actitud de Saturno. El centro del cuadro está ocupado por el hijo devorado, con un cuerpo ya adulto estrechado con tal fuerza que los dedos del caníbal parecen hundirse en la espalda del infortunado como si fuera a partirse en dos con el siguiente bocado paterno.

Y yo me pregunto, sabrá todo esto mi hija, es posible que con 21 meses de vida tenga ya presente que su reloj personal ha empezado ya a girar, a restar horas, minutos y segundos, y por eso ella tomó el papel de Cronos y sacrificó en su lugar a un desprevenido Kent. Quizá Kent sólo perdió su cabeza en post de calmar las inflamadas encías de mi hija, propósito altamente loable no obstante, pero también podemos hacer la lectura de que los niños vienen al mundo con un conocimiento ignoto que luego se pierde durante el proceso de domesticación social, y sólo se vuelve a recuperar bebiendo en las fuentes Wikipédicas.

En fin, son historias de pasillo producidas al calor del amor paternal al final de un agotador día laboral.