miércoles, 23 de diciembre de 2020

GRIS

 


Aquel día de otoño me recibió con un ambiente brumoso que sintonizaba perfectamente con mi propio estado de ánimo interior.

Al asomarme a la ventana recién levantado pude ver como la calle se desdibujaba en la pugna entre la luz del día que quería despuntar y las tinieblas de la noche que se resistían a abandonar las horas que les son vedadas.

La calle parecía contar la historia de un mundo perdido, lleno de olvido, de sonidos lejanos, de lejanía en sí mismo. La realidad clara y llana de los días soleados había dado paso a otra realidad llena de recovecos, sombras y dobleces. Una realidad ignota, que escondía muchas cosas, cosas que no querían ser vistas, quizá por su fealdad, quizá por sus oscuras intenciones. La calle se había vestido de gris, un color que no está en el arcoíris porque no pertenece a la luz pero tampoco es oscuridad.  Es el color que deja entrever, el color de las sombras, que delata las presencias sin hacerlas manifiestas.

El color gris representa la eterna pugna entre la luz y las tinieblas, es ese limbo o purgatorio que no se decanta ni a favor del bien, ni a favor del mal. Es un lugar de tránsito en el que pululan los seres decidiendo su camino hacia lo luminoso o hacia lo oscuro. Todo se permite en el color gris, es un color que no toma partido, no juzga. Quizá es el color de las ánimas antes de ser redimidas.

Aquel día de otoño todo era gris, ¿no es el otoño una estación de tránsito? La estación de las sombras que resbalan fugaces sobre las cortezas de los troncos desnudos, sobre las tapias mohosas, sobre las oscuras pátinas de los charcos de la calle.

Aquella mañana de otoño la realidad se mostraba velada, y conformaba una especie de laberinto de claroscuros que conectaba directamente con mi laberinto mental en el que me encontraba atrapado buscando desesperadamente una brizna de alegría.

Pero el otoño no está para alegrías. El otoño sólo nos puede brindar su decadencia protectora que no exige más, que se conforma y que acepta infinitamente el transcurrir del tiempo hacia el inexorable final. ¡Me reconforta!

De hecho, es mi estación favorita, tan humilde, tan dócil, sin mayores pretensiones que la de apagarse, extinguirse, oscurecerse definitivamente.

En definitiva, el gris es un color de dos caras, empiezas viendo una para terminar viendo la otra, estás obligado a caminar, a removerte, a pasar por la puerta del gris.

Así que, el color gris es una puerta. ¿Qué hay tras ella? Eso ya depende de ti.

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