A lo largo de la historia, los cuentos siempre han tenido una función preventiva y moralizante. Con ellos se pretendía aleccionar a los niños sobre los peligros y trampas del mundo donde iban a crecer. Los cuentos de hadas son la llave que permite acceder a la mente infantil, precisamente porque se encuentran allí donde comienza la mente del niño, en su plano psicológico y emocional.
Por tanto, dada su función, es lógico suponer que a lo largo del tiempo, los cuentos de hadas hayan ido adaptándose a la moral imperante, con objeto de transmitir siempre un mensaje políticamente acorde con la sociedad contemporánea.
Para ilustrar esta afirmación, he podido disfrutar al comprobar la evolución sufrida por uno de los cuentos más populares de todos los tiempos, se trata de “Caperucita Roja”. Os contaré este cuento, al mismo tiempo que viajamos por el tiempo y os aseguro que vais a sorprenderos.
Podemos encontrar el origen de este cuento dentro de la tradición oral de varios países europeos allá por el siglo XIV. Las distintas versiones varían un poco en cuanto que la figura antagónica no siempre era un lobo, podía ser un ogro o un hombre lobo, y en cuanto al final. (para aquellos esclavos del reloj, os recomiendo que leáis la primera y la última de las versiones de este famoso cuento y luego, interpoléis las versiones intermedias)
De acuerdo con Paul Delarue, la versión que sirvió de inspiración a Charles Perrault es la siguiente:
“Hechos y tribulaciones de
Había una vez una niña muy bonita. Su madre, que acababa de hacer pan, le pidió que le llevara un pedazo caliente y una botella de leche a su abuelita.
Entonces la niña se marchó y en un cruce de caminos se encontró con bzou, el hombre lobo, que le dijo, ¿dónde vas niñita?
Caperucita contestó, llevo este pan caliente y esta botella de la leche a mi abuelita.
¿Qué camino vas a tomar?, dijo el hombre lobo, ¿el camino de las agujas o el camino de los alfileres?
El camino de las agujas, dijo la niña. Bien, entonces yo tomaré el camino de los alfileres.
Mientras tanto el hombre lobo llegó a la casa de la abuela, la mató, y puso un poco de su carne en el armario y una botella de su sangre sobre el anaquel.
La niña llegó y llamó a la puerta. Empuja la puerta, dijo el hombre lobo, que esta atascada por un pedazo de paja mojada.
Buen día, abuelita. Le he traído un poco de pan caliente y una botella de leche.
Ponlo en el armario, mi niña y toma un poco de la carne que hay dentro y la botella de vino que está sobre el anaquel. Cuando la niña se comió la carne, un pequeño gato dijo, ¡Uff!... qué depravada es la niña que come la carne y bebe la sangre de su abuelita.
Desnúdate, mi niña, dijo el hombre lobo, y ven a acostarte a mi lado. ¿Dónde podría poner mi delantal? Lánzalo al fuego, mi niña, que no lo necesitarás más.
Y cada vez que ella preguntó donde debería poner el resto de sus prendas, el corpiño, el vestido, la enagua, las medias largas, el lobo respondió: Lánzalos al fuego, mi niña, que no los necesitarás más.
Cuando ella se metió en la cama, la niña dijo, ¡ay abuelita, qué peluda eres! ¡Es para mantenerme caliente, mi niña!
¡Ay abuelita, que uñas tan grandes tienes! ¡Son para rascarme mejor, mi niña!
¡Ay abuelita, que hombros tan grandes tienes! ¡Son para llevar la leña mejor, mi niña!
¡Ay abuelita, que orejas tan grandes tienes! ¡Son para oírte mejor, mi niña!
¡Ay abuelita, que narices tan grandes tienes! ¡Son para aspirar mejor mi tabaco, mi niña!
¡Ay abuelita, qué boca tan grande tienes! ¡Es para comerte mejor, mi niña!
¡Ay abuelita, tengo que hacer mis necesidades, déjame ir fuera!
¡Hazlo en la cama, mi niña!
¡Ay no abuelita, quiero ir fuera!
Bien, pero hazlo rápido.
El hombre lobo ató una cuerda de lana a su pie y la dejó ir fuera.
Cuando la niña estaba fuera, ató el final de la cuerda a un ciruelo que había en el patio. El hombre lobo se impaciento y dijo, ¿estás haciendo de vientre ahí? Cuando el lobo comprendió que nadie le contestaba, saltó de la cama y vio que la niña se había escapado.
Entonces la siguió, pero llegó a su casa justo cuando la niña entraba en ella.
Como podemos ver, no parece que una niña que canibaliza a su abuela y se acuesta desnuda con el lobo sea precisamente lo que queremos enseñarle a nuestros hijos. Además, el ardid para escapar no es especialmente astuto y refinado.
Eso debió parecerle a Charles Perrault, un funcionario real de la corte de Luis XIV, que en su afán de recoger las historias de la tradición oral europea, remodeló el cuento dentro de su libro “Los cuentos de la mamá Gansa”.
Este autor suprimió el lance en que el lobo, ya disfrazado de abuelita, invita a la niña a consumir la carne y la sangre, pertenecientes a la pobre anciana, a la que acaba de descuartizar. Al igual que en el resto de sus cuentos, quiso dar una lección moral a las jóvenes que entablan relaciones con desconocidos, añadiendo una moraleja explícita, inexistente hasta entonces en la historia.
Esta es su versión, publicada en 1697 con el título: “Le Petit Chaperon Rouge”
En tiempo del rey que rabió, vivía en una aldea una niña, la más linda de las aldeanas, tanto que loca de gozo estaba su madre y más aún su abuela, quien le había hecho una caperuza roja; y tan bien le estaba, que por caperucita roja conocíanla todos. Un día su madre hizo tortas y le dijo:
-Irás á casa de la abuela a informarte de su salud, pues me han dicho que está enferma. Llévale una torta y este tarrito lleno de manteca.
Caperucita roja salió enseguida en dirección a la casa de su abuela, que vivía en otra aldea. Al pasar por un bosque encontró al compadre lobo que tuvo ganas de comérsela, pero a ello no se atrevió porque había algunos leñadores. Preguntola a dónde iba, y la pobre niña, que no sabía fuese peligroso detenerse para dar oídos al lobo, le dijo:
-Voy a ver a mi abuela y a llevarle esta torta con un tarrito de manteca que le envía mi madre.
-¿Vive muy lejos? -Preguntole el lobo.
-Sí, -contestole Caperucita roja- a la otra parte del molino que veis ahí; en la primera casa de la aldea.
-Pues entonces, añadió el lobo, yo también quiero visitarla. Iré a su casa por este camino y tú por aquel, a ver cual de los dos llega antes.
El lobo echó a correr tanto como pudo, tomando el camino más corto, y la niña fuese por el más largo entreteniéndose en coger avellanas, en correr detrás de las mariposas y en hacer ramilletes con las florecillas que hallaba a su paso.
Poco tardó el lobo en llegar a la casa de la abuela. Llamó: ¡pam! ¡pam!
-¿Quién va?
-Soy vuestra nieta, Caperucita roja -dijo el lobo imitando la voz de la niña. Os traigo una torta y un tarrito de manteca que mi madre os envía.
La buena de la abuela, que estaba en cama porque se sentía indispuesta, contestó gritando:
-Tira del cordel y se abrirá el cancel.
Así lo hizo el lobo y la puerta se abrió. Arrojose encima de la vieja y la devoró en un abrir y cerrar de ojos, pues hacía más de tres días que no había comido. Luego cerró la puerta y fue a acostarse en la cama de la abuela, esperando a Caperucita roja, la que algún tiempo después llamó a la puerta: ¡pam! ¡pam!
-¿Quién va?
Caperucita roja, que oyó la ronca voz del lobo, tuvo miedo al principio, pero creyendo que su abuela estaba constipada, contestó:
-Soy yo, vuestra nieta, Caperucita roja, que os trae una torta y un tarrito de manteca que os envía mi madre.
El lobo gritó procurando endulzar la voz:
-Tira del cordel y se abrirá el cancel.
Caperucita roja tiró del cordel y la puerta se abrió. Al verla entrar, el lobo le dijo, ocultándose debajo de la manta:
-Deja la torta y el tarrito de manteca encima de la artesa y vente a acostar conmigo.
Caperucita roja lo hizo, se desnudó y se metió en la cama. Grande fue su sorpresa al aspecto de su abuela sin vestidos, y le dijo:
-Abuelita, tenéis los brazos muy largos.
-Así te abrazaré mejor, hija mía.
-Abuelita, tenéis las piernas muy largas.
-Así correré más, hija mía.
-Abuelita, tenéis las orejas muy grandes.
-Así te oiré mejor, hija mía.
-Abuelita, tenéis los ojos muy grandes.
-Así te veré mejor, hija mía.
Abuelita, tenéis los dientes muy grandes.
-Así comeré mejor, hija mía.
Y al decir estas palabras, el malvado lobo arrojose sobre Caperucita roja y se la comió.
En 1812, los hermanos Grimm, dieron otra vuelta de tuerca a la historia. Retomaron el cuento, y escribieron una nueva versión, que fue la que hizo que Caperucita fuera conocida casi universalmente, y que, aún hoy en día, es la más leída.
Los hermanos Grimm escribieron una versión más inocente, y con menos elementos eróticos que las publicadas anteriormente. Además añadieron un final feliz para el cuento, tal y como solían tener los cuentos de la época. Propusieron un final alternativo, en el que la abuelita, en un alarde de valor y heroísmo, salva a su nieta y a sí misma sin ayuda alguna. Este segundo final enlaza con la tradición italiana del cuento, en la que la mujer sabe arreglárselas sola ante la amenaza del peligro.
Esta es su versión, titulada “Rotkäppchen”.
Había una vez una adorable niña que era querida por todo aquél que la conociera, pero sobre todo por su abuelita, y no quedaba nada que no le hubiera dado a la niña. Una vez le regaló una pequeña caperuza o gorrito de un color rojo, que le quedaba tan bien que ella nunca quería usar otra cosa, así que la empezaron a llamar Caperucita Roja. Un día su madre le dijo: “Ven, Caperucita Roja, aquí tengo un pastel y una botella de vino, llévaselas en esta canasta a tu abuelita que esta enfermita y débil y esto le ayudará. Vete ahora temprano, antes de que caliente el día, y en el camino, camina tranquila y con cuidado, no te apartes de la ruta, no vayas a caerte y se quiebre la botella y no quede nada para tu abuelita. Y cuando entres a su dormitorio no olvides decirle, “Buenos días”, ah, y no andes curioseando por todo el aposento.”
“No te preocupes, haré bien todo”, dijo Caperucita Roja, y tomó las cosas y se despidió cariñosamente. La abuelita vivía en el bosque, como a un kilómetro de su casa. Y no más había entrado Caperucita Roja en el bosque, siempre dentro del sendero, cuando se encontró con un lobo. Caperucita Roja no sabía que esa criatura pudiera hacer algún daño, y no tuvo ningún temor hacia él. “Buenos días, Caperucita Roja,” dijo el lobo. “Buenos días, amable lobo.” - “¿Adonde vas tan temprano, Caperucita Roja?” - “A casa de mi abuelita.” - “¿Y qué llevas en esa canasta?” - “Pastel y vino. Ayer fue día de hornear, así que mi pobre abuelita enferma va a tener algo bueno para fortalecerse.” - “¿Y adonde vive tu abuelita, Caperucita Roja?” - “Como a medio kilómetro más adentro en el bosque. Su casa está bajo tres grandes robles, al lado de unos avellanos. Seguramente ya los habrás visto,” contestó inocentemente Caperucita Roja. El lobo se dijo en silencio a sí mismo: “¡Qué criatura tan tierna! qué buen bocadito - y será más sabroso que esa viejita. Así que debo actuar con delicadeza para obtener a ambas fácilmente.” Entonces acompañó a Caperucita Roja un pequeño tramo del camino y luego le dijo: “Mira Caperucita Roja, que lindas flores se ven por allá, ¿por qué no vas y recoges algunas? Y yo creo también que no te has dado cuenta de lo dulce que cantan los pajaritos. Es que vas tan apurada en el camino como si fueras para la escuela, mientras que todo el bosque está lleno de maravillas.”
Caperucita Roja levantó sus ojos, y cuando vio los rayos del sol danzando aquí y allá entre los árboles, y vio las bellas flores y el canto de los pájaros, pensó: “Supongo que podría llevarle unas de estas flores frescas a mi abuelita y que le encantarán. Además, aún es muy temprano y no habrá problema si me atraso un poquito, siempre llegaré a buena hora.” Y así, ella se salió del camino y se fue a cortar flores. Y cuando cortaba una, veía otra más bonita, y otra y otra, y sin darse cuenta se fue adentrando en el bosque. Mientras tanto el lobo aprovechó el tiempo y corrió directo a la casa de la abuelita y tocó a la puerta. “¿Quién es?” preguntó la abuelita. “Caperucita Roja,” contestó el lobo. “Traigo pastel y vino. Ábreme, por favor.” - “Mueve la cerradura y abre tú,” gritó la abuelita, “estoy muy débil y no me puedo levantar.” El lobo movió la cerradura, abrió la puerta, y sin decir una palabra más, se fue directo a la cama de la abuelita y de un bocado se la tragó. Y enseguida se puso ropa de ella, se colocó un gorro, se metió en la cama y cerró las cortinas.
Mientras tanto, Caperucita Roja se había quedado colectando flores, y cuando vio que tenía tantas que ya no podía llevar más, se acordó de su abuelita y se puso en camino hacia ella. Cuando llegó, se sorprendió al encontrar la puerta abierta, y al entrar a la casa, sintió tan extraño presentimiento que se dijo para sí misma: “¡Oh Dios! que incómoda me siento hoy, y otras veces que me ha gustado tanto estar con abuelita.” Entonces gritó: “¡Buenos días!”, pero no hubo respuesta, así que fue al dormitorio y abrió las cortinas. Allí parecía estar la abuelita con su gorro cubriéndole toda la cara, y con una apariencia muy extraña. “¡Oh, abuelita!” dijo, “qué orejas tan grandes que tienes.” - “Es para oírte mejor, mi niña,” fue la respuesta. “Pero abuelita, qué ojos tan grandes que tienes.” - “Son para verte mejor, querida.” - “Pero abuelita, qué brazos tan grandes que tienes.” - “Para abrazarte mejor.” - “Y qué boca tan grande que tienes.” - “Para comerte mejor.” Y no había terminado de decir lo anterior, cuando de un salto salió de la cama y se tragó también a Caperucita Roja.
Entonces el lobo decidió hacer una siesta y se volvió a tirar en la cama, y una vez dormido empezó a roncar fuertemente. Un cazador que por casualidad pasaba en ese momento por allí, escuchó los fuertes ronquidos y pensó, ¡Cómo ronca esa viejita! Voy a ver si necesita alguna ayuda. Entonces ingresó al dormitorio, y cuando se acercó a la cama vio al lobo tirado allí. “¡Así que te encuentro aquí, viejo pecador!” dijo él.”¡Hacía tiempo que te buscaba!” Y ya se disponía a disparar su arma contra él, cuando pensó que el lobo podría haber devorado a la viejita y que aún podría ser salvada, por lo que decidió no disparar. En su lugar tomó unas tijeras y empezó a cortar el vientre del lobo durmiente. En cuanto había hecho dos cortes, vio brillar una gorrita roja, entonces hizo dos cortes más y la pequeña Caperucita Roja salió rapidísimo, gritando: “¡Qué asustada que estuve, qué oscuro que está ahí dentro del lobo!”, y enseguida salió también la abuelita, vivita, pero que casi no podía respirar. Rápidamente, Caperucita Roja trajo muchas piedras con las que llenaron el vientre del lobo. Y cuando el lobo despertó, quiso correr e irse lejos, pero las piedras estaban tan pesadas que no soportó el esfuerzo y cayó muerto.
Las tres personas se sintieron felices. El cazador le quitó la piel al lobo y se la llevó a su casa. La abuelita comió el pastel y bebió el vino que le trajo Caperucita Roja y se reanimó. Pero Caperucita Roja solamente pensó: “Mientras viva, nunca me retiraré del sendero para internarme en el bosque, cosa que mi madre me había ya prohibido hacer.”
Finalmente, quiero mostraros la más políticamente correcta de todas las Caperucitas, que sin duda, podría ser ministra en cualquiera de los gobiernos occidentales. Es obra de James Finn Garner, que con una finísima ironía pone de manifiesto la mojigatería que azota nuestra sociedad actual. Esta es su divertida versión publicada en 1994.
Érase una vez una persona de corta edad llamada Caperucita Roja que vivía con su madre en la linde de un bosque. Un día, su madre le pidió que llevase una cesta con fruta fresca y agua mineral a casa de su abuela, pero no porque lo considerara una labor propia de mujeres, atención, sino porque ello representaba un acto generoso que contribuía a afianzar la sensación de comunidad. Además, su abuela no estaba enferma; antes bien, gozaba de completa salud física y mental y era perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que era.
Así, Caperucita Roja cogió su cesta y emprendió el camino a través del bosque. Muchas personas creían que el bosque era un lugar siniestro y peligroso, por lo que jamás se aventuraban en él. Caperucita Roja, por el contrario, poseía la suficiente confianza en su incipiente sexualidad como para evitar verse intimidada por una imaginería tan obviamente freudiana.
De camino a casa de su abuela, Caperucita Roja se vio abordada por un lobo que le preguntó qué llevaba en la cesta.
- Un saludable tentempié para mi abuela quien, sin duda alguna, es perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que es, respondió.
- No sé si sabes, querida - dijo el lobo -, que es peligroso para una niña pequeña recorrer sola estos bosques.
Respondió Caperucita:
- Encuentro esa observación sexista y en extremo insultante, pero haré caso omiso de ella debido a tu tradicional condición de proscrito social y a la perspectiva existencial - en tu caso propia y globalmente válida - que la angustia que tal condición te produce te ha llevado a desarrollar. Y ahora, si me perdonas, debo continuar mi camino.
Caperucita Roja enfiló nuevamente el sendero. Pero el lobo, liberado por su condición de segregado social de esa esclava dependencia del pensamiento lineal tan propia de Occidente, conocía una ruta más rápida para llegar a casa de la abuela. Tras irrumpir bruscamente en ella, devoró a la anciana, adoptando con ello una línea de conducta completamente válida para cualquier carnívoro. A continuación, inmune a las rígidas nociones tradicionales de lo masculino y lo femenino, se puso el camisón de la abuela y se acurrucó en el lecho.
Caperucita Roja entró en la cabaña y dijo:
- Abuela, te he traído algunas chucherías bajas en calorías y en sodio, en reconocimiento a tu papel de sabia y generosa matriarca.
- Acércate más, criatura, para que pueda verte - dijo suavemente el lobo desde el lecho.
- Oh! - repuso Caperucita -. Había olvidado que visualmente eres tan limitada como un topo pero, abuela, qué ojos tan grandes tienes!
- Han visto mucho y han perdonado mucho, querida.
- Y, abuela, qué nariz tan grande tienes!... relativamente hablando, claro está, y a su modo indudablemente atractiva.
- Ha olido mucho y ha perdonado mucho, querida.
- Y... abuela, qué dientes tan grandes tienes!
Respondió el lobo:
- Soy feliz de ser quien soy y lo que soy. Y, saltando de la cama, aferró a Caperucita Roja con sus garras, dispuesto a devorarla.
Caperucita gritó; no como resultado de la aparente tendencia del lobo hacia el travestismo, sino por la deliberada invasión que había realizado de su espacio personal.
Sus gritos llegaron a oídos de un operario de la industria maderera (o técnico en combustibles vegetales, como él mismo prefería considerarse) que pasaba por allí. Al entrar en la cabaña, advirtió el revuelo y trató de intervenir. Pero apenas había alzado su hacha cuando tanto el lobo como Caperucita Roja se detuvieron simultáneamente.
- ¿Puede saberse con exactitud qué cree usted que está haciendo? -inquirió Caperucita.
El operario maderero parpadeó e intentó responder, pero las palabras no acudían a sus labios.
- ¡Se cree acaso que puede irrumpir aquí como un Neandertalense! cualquiera y delegar su capacidad de reflexión en el arma que lleva consigo! -prosiguió Caperucita -. ¡Sexista! ¡Racista! ¿Cómo se atreve a dar por hecho que las mujeres y los lobos no son capaces de resolver sus propias diferencias sin la ayuda de un hombre?
Al oír el apasionado discurso de Caperucita, la abuela saltó de la panza del lobo, arrebató el hacha al operario maderero y le cortó la cabeza. Concluida la odisea, Caperucita, la abuela y el lobo creyeron experimentar cierta afinidad en sus objetivos, decidieron instaurar una forma alternativa de comunidad basada en la cooperación y el respeto mutuos y, juntos, vivieron felices en los bosques para siempre.
3 comentarios:
Los cuentos infantiles: un tema que me interesa desde el punto de vista del despliegue evolutivo tanto del niño que se desarrolla como del conjunto de la humanidad (que también se desarrolla!). Coincido contigo en cuanto a la función preventiva y moralizante que apuntas, aunque creo que ésta no es la función primigenia y original de los cuentos, que han representado a nivel del desarrollo infantil algo parecido a lo que han supuesto los mitos en el desarrollo colectivo de las sociedades. Los mitos han ayudado a las civilizaciones a desarrollarse, situándose en una etapa intermedia entre la etapa mágica y la mental. Los cuentos, al igual que los mitos, son más efectivos si se cuentan o leen en voz alta. Llegan así a los estratos profundos que Jung llamaba inconsciente colectivo. Los cuentos se convierten así en los mitos que acompañan la evolución del niño, aunque siguen teniendo un peso en el desarrollo del adulto. La evolución histórica que planteas del cuento europeo más famoso está, como apuntas, matizado por las características socio-culturales de cada época, desde la sencilla y cruda versión del tardorenacimiento hasta la deconstruída e irónica versión actual (que más que para contar a los niños, sirve para contárnosla con fines reflexivos a nosotros adultos). Ahora bien, fíjate en los residuos claramente míticos que aparecen en la primera versión. El hecho de comer carne y beber sangre de la abuelita posee un parentesco evidente con la mitología cristiana que está relacionado con el deseo de identificación y fusión, al tiempo que los aspectos sexuales aparecen aquí mucho más evidentes que en posteriores versiones. Te invito humildemente a leer algunos posts de mi blog relacionados con éste tema:
http://tcmetacorner.blogspot.com/2006/12/harry-potter-y-la-falacia-pre-trans.html
http://tcmetacorner.blogspot.com/2007/10/hechos-reales.html
http://tcmetacorner.blogspot.com/2009/02/cazadores-de-osos.html
Gracias Carles. Me han parecido muy interesantes e ilustrativos tus puntos de vista expuestos en los 3 posts que mencionas.
Respecto al primero (harry-potter-y-la-falacia-pre-trans), es muy interesante buscar el trasfondo psicológico de los cuentos de hadas pues los contamos a nuestros hijos, una y otra vez, teniendo una idea muy superficial de lo que les estamos inculcando. Es como dar un medicamento sin conocer cuales pueden ser los efectos secundarios. En este sentido, tengo sobre mi mesa un libro que todavía no he leído (casi 500 páginas) pero después de una primera ojeada me parece muy interesante. Se titula “Psicoanálisis de los cuentos de hadas” y está escrito por el psiquiatra y psicólogo infantil Bruno Bettelheim.
Por otro lado, la falacia pre-trans me ha llevado directamente al campo de la psicología transpersonal. Al hilo de esto, veo que últimamente está muy de moda lo que llaman meditación transpersonal como una evolución de lo que antes llamaban meditación transcendental. Sin embargo, esta meditación transpersonal parece asociada a estados alterados de conciencia o místicos. ¿Sabes algo sobre el valor terapéutico (armonizador) de este tipo de meditación? Perdona mi ignorancia.
Respecto al segundo (hechos-reales), no puedo estar más de acuerdo contigo y me gustaría aportar un ejemplo más que desde mi punto de vista actúa bajo el mismo mecanismo que tu describes en tu entrada. Te hablaré sobre mi sentir personal como amante del género de terror. Resulta que de todas las películas de terror, las que me causan verdadero miedo son las que tratan el tema del demonio, cuya obra cumbre es “El exorcista”. Sin embargo, con el resto de películas de este género, por muy gore que sean, realmente me divierto, cuanta más sangre, más me divierto, y entiéndeme, no es porque yo sea un sanguinario sino porque cuanto más esperpéntica es la escena más alejada de la realidad está y me produce menos miedo.
Qué pasa con el tema del demonio. Creo que en este caso, el demonio representa la esencia del mal, como ser independiente en contraposición a Dios que representa la esencia del bien y este algoritmo, que podríamos llamar religioso, debe ser un arquetipo junguiano muy imbricado en mi inconsciente. Por eso, a pesar de que no soy una persona demasiado religiosa, esta imagen arquetípica hace de anzuelo como la frase “basado en hechos reales” y realmente sobredimensiona el efecto causado por esa película en concreto.
Bueno, ya me dirás que opinas sobre mi teoría jungiana aplicada al cine de terror.
Respecto al tercer post (cazadores-de-osos), me ha encantado lo del “Principio de Peter” Sin embargo, pienso que la sociedad española considerándola como una organización (cargos públicos y privados), está dominada por un principio todavía más perverso que el de Peter, que al fin y al cabo está basado en la excelencia. Este principio es el del amiguismo, nepotismo, peloteo, calentón o insinuación sexual… que es capaz de producir ineptos que no sólo deberían bajar un puesto en la jerarquía sino 3 o 4. Así nos va.
Lo de la meditación trascendental venía a ser algo así como una mezcla de tradiciones orientales y mucho de New Age (con falacia pre.trans incluída). Ignoro todo sobre la meditación transpersonal. El estudio de los estados alterados de conciencia como puerta de acceso a la transpersonalidad ha sido el tema favorito de Stanislav Grof, uno de los padres de la psicología transpersonal. Cuando el uso del LSD acabó siendo prohibido Grof desarrolló un método (que él llama "respiración holotrópica") que consiste en una sobreoxigenación producida por una exagerada respiración rítmica y que, según él, es equivalente en cuanto a efectos al de las drogas psicodélicas.
Como muy bien dices, el tema del mal y su personificación está en la base del inconsciente colectivo junguiano. El propio Jung opinaba (muy seriamente) que la Trinidad cristiana no estaba totalmente bien enfocada, sino que se trataría mejor de una cuaternidad, añadiendo la figura del diablo a los consabidos términos.
Sobre el nepotismo y sus variantes, que te voy a contar!!
Un abrazo
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