Negra es la noche, ese espacio de tiempo
donde todo el mundo duerme excepto yo. Negro es mi sueño de libertad en el que nadie
me juzga, nadie opina, no hay reputación y soy libre de ser quien quiera ser, sin
restricciones, ni imposiciones, ni límites. La noche me permite soñar sin cortapisas, me permite imaginar
proyectos e ilusiones, futuros impensables. Es como si el tiempo se detuviera creando
un paréntesis
temporal con licencia para hacer realidad todo aquello que el día prohíbe. Es
el tiempo sin tiempo, no hay reloj, todo está en calma, nada es urgente y la
soledad me permite recobrar el ánimo y la fuerza que se descargarán al alba. La
noche es el momento del cambio, de la metamorfosis, que se produce escondida de
las miradas críticas.
Mañana seré otra persona y nadie conocerá el
misterio. El negro representa lo complejo, lo enmarañado, lo denso, lo que cuenta una historia
llena de matices, llena de capas que se superponen con hechos sorprendentes, y
tremendamente rica en detalles. El negro nos permite dibujar claroscuros, juega
con la luz, crea sombras que cuentan otra historia diferente de la que está a la vista de todos. El negro se esconde
en los pliegues donde guarda sus tesoros, las perlas negras que solo están al alcance de aquellos valientes que no
temen a la oscuridad. El negro es misterioso, vela el presente, lo oculta, y en
él, todo es aceptado, incluso lo feo o lo dramático. El negro es madurez pura, es aprendizaje y
aceptación
sin fin de camino hacia la sabiduría. El negro es hermético, no desvela mi ser, no necesito
energía para vivir en
el negro, es frio, es
introvertido, no importa lo que piensen los demás si son valientes que caminan por la oscuridad.
El negro es fácil,
lo contiene todo, es todo potencial, es el principio y el fin, mientras la luz toma
partido, decide el presente, lo expresa y muestra los diferentes colores sometidos
al juicio de todos. La luz te delata, la luz hace amigos, pero también enemigos, la luz requiere energía y esfuerzo para vivir, la luz es alegría, pero también tristeza. El negro es más tranquilo, porque reconoce nuestra
insignificancia en la inmensidad del Universo y por eso nos hace humildes, pero
auténticos porque
no brillamos más
que las estrellas del firmamento nocturno. El negro nos hace pequeños y nos invita a escondernos para
protegernos del frío
con su manto protector que nos da cobijo mientras crecemos sin miedo en la
oscuridad.

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