Acudo
al consuelo que da el poner las cosas negro sobre blanco para referir el hecho
luctuoso que hemos sufrido en los últimos días. La hembra de la pareja de hámsteres
que teníamos ha muerto. Y no ha muerto tempranamente por enfermedad, ni por
ninguna otra causa inesperada que asaltase su tranquila existencia, sino porque
la vejez la había puesto en el trance de traspasar.
La
contemplación de su breve agonía y muerte me ha hecho reflexionar sobre lo que
debería ser cotidiano pensar, la gracia de la vida, la maravilla que nos ha
sido concedida a todos los seres vivientes.
Por
muy pequeño que sea el ser vivo, como un hámster en este caso, te das cuenta de
que la vida es como un milagro, en el sentido de que no tenemos una verdadera
explicación de cómo surge, al ver como todas las células de un organismo vivo,
miles de millones, son capaces de tocar una especie de sintonía en perfecta
armonía coral siguiendo una partitura interconectadas unas con otras. Un ser
vivo es como una especie de colonia simbiótica en la que distintos tipos
celulares, con sus ciclos vitales diferenciados, son capaces de coordinarse y
funcionar al unísono colaborando en el sostenimiento de una entidad superior
capaz de generar el reflejo de una inteligencia. Aunque esta inteligencia sea
meramente instintiva, no racional, es una inteligencia con capacidad de
adaptación al entorno, es decir, con capacidad de reaccionar a los estímulos
externos y dar una respuesta coordinada de toda la organización celular que
compone ese cuerpo.
Todas
las células están vivas, un ser vivo no puede tener partes muertas, aunque
estas sean supletorias, o está vivo o está muerto. Se requiere el consenso
celular para que toda la colonia eche a andar y el ser vivo viva.
A ser
testigo de la muerte sobrevenida a Bolita, me he dado cuenta de que es como si
el latigazo de la Parca sacudiera todo el cuerpo de un extremo a otro cortando
la comunicación entre las células, o más bien, rompiendo el compás, la sintonía
al que todas estaban adheridas, más que matar las células propiamente, proceso
que es posterior.
Lo
que sí me ha quedado claro es que el funcionamiento de la muerte es el mismo,
tanto en un hámster como en un ser humano. Lo que me interesa es la muerte
natural, por vejez, por agotamiento natural de ese hálito que correlaciona la
colonia de células que componen un ser vivo. Las fuerzas abandonan
progresivamente el cuerpo pero no sé qué diantres pasa para que en un momento
determinado la biología diga basta y se desplome como un castillo de naipes. Por eso no entendemos bien que es la muerte y no somos
capaces de resucitar a los muertos aunque solo unos minutos antes estuvieran
vivos. Esa onda que servía para que todas las células trabajaran por un fin
conjunto y organizado, se esfuma y no somos capaces de capturarla de nuevo. Es
el misterio de la vida, que de momento se mantiene velado a nuestros ojos. Sin
embargo, estoy convencido de que en el futuro, la humanidad llegará a entender
ese mecanismo y será capaz de insuflar vida a un organismo pluricelular
mediante un chispazo vital. Mientras tanto, a mis hijas y a mí sólo nos queda
una alternativa, que es comprarnos otro hámster.
BOLITA Y WAFFLES IN MEMORIAM
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