domingo, 21 de julio de 2019

El Demonio no existe



Para intentar explicar la rotunda negación contenida en el título de esta entrada, he decidido ubicarme en el terreno de la ontología. Y entonces me pregunto, así a bote pronto, ¿qué es el Ser?
Para mí, el Ser es la realidad de las cosas, la realidad de la Naturaleza en la que estamos inmersos y que se caracteriza por un infinito nivel de detalle, de características que la perfilan. La realidad es infinita en el espacio y en el tiempo, a diferencia de una fantasía, de un relato o una utopía que antes o después acaban por delatar la finitud de su descripción, el número limitado de detalles que los perfilan. Por tanto, si sigo tirando de este cabo, puedo decir que el Ser es la Verdad de las cosas, que no necesita del observador, que no necesita ser vista, ni descrita por nosotros.
A pesar de ello, el ser humano está predestinado al estudio científico de la Naturaleza para intentar comprender, al menos en parte, la realidad, la Verdad de las cosas. Y en nuestra narrativa, vamos añadiendo detalles que describen la realidad a medida que avanza la ciencia, a pesar de que sea imposible abarcar la Verdad del Ser, que por definición es infinita.
Yéndome al punto de vista que me proporciona la metafísica aristotélica, para mí, la esencia del Ser imbuye y penetra la realidad física tanto a nivel material como a nivel inmaterial, léase las ideas o las emociones. Por tanto, el Ser es aquello que sigue siendo igual en todos los entes después de eliminar todas las características individuales de los entes particulares.
Pero a estas alturas del texto, ¿qué tiene que ver con esto el pobre Demonio? Pues resulta que el Demonio solo es un adjetivo que forma parte del binomio indisoluble de los adjetivos. Es la antítesis, malo, de la tesis, bueno, que en el contexto judeocristiano, al menos, es atribuido a Dios. Así que, como ya os habréis dado cuenta, si niego la existencia del Demonio, también niego la existencia de Dios, o al menos del Dios judeocristiano.
Los adjetivos y los adverbios se alejan de la ontología, la calificación de la realidad no es más que chismorreo. La ontología está conformada por sustantivos y verbos. Lo que “es” no puede “no ser” al mismo tiempo. Si existo yo, que soy Juan, no puede existir un No Juan al mismo tiempo, es decir, los nombres no participan del juego tesis-antítesis.
Así que, Dios y el Demonio forman parte de esa clasificación, digamos folclórica y por supuesto muy subjetiva, de la realidad. Esta pareja sí necesita del sujeto observador y “juzgador” para existir y por ello, no puede ser Verdad, la verdad incalificable, inefable por culpa de su infinitud.
Creo que no sería necesario un ejemplo para entender la relatividad de los adjetivos pero en todo caso daré uno. Así, si atendemos al hecho objetivo de que una avispa se posa en mi brazo y yo la mato de un manotazo, podemos tener dos interpretaciones o calificaciones dependiendo del sujeto observador. Para mí, el hecho de matar a la avispa ha sido algo bueno porque he evitado que me pique, sin embargo, para la pobre avispa ha sido algo, a todas luces, malo.
En cambio, la realidad tiene infinitos puntos de vista y su Verdad, que es el Ser en sí mismo, no cambia, no depende del sujeto observador.
Señores, llegados a este punto, solo me resta aconsejarles que dejen de lado adverbios y adjetivos si quieren aproximarse un poquito más a la Verdad en la exposición de sus ideas.

5 comentarios:

Lluís P. dijo...

Joan,

Tu reflexión me ha hecho pensar en la dualidad onda-corpúsculo para explicar la naturaleza de la luz. Para entender algunos fenómenos físicos lumínicos, tiramos de un haz de corpúsculos (efecto fotoeléctrico), o bien de una onda (experimento de interferencia de Young).
Pues en el caso del Ser Supremo, explicamos su bondad cuando actúa como Dios, y su maldad cuando lo identificamos con el Demonio. Pero son dos caras de la misma moneda.
Hasta aquí, todo es aceptable si uno se aviene a esta interpretación. Pero este planteamiento ontológico no elimina el problema del mal (el mal desde el punto de vista antropocéntrico, a pesar de que la mosca aplastada por un manotazo no lo vea igual). Si el demonio es Dios cabreado, pues no existe el demonio, pero su efecto sigue ahí: castigo y acción aniquiladora a porrillo por haberle enojado. Y en el momento en que el Ser Supremo actúa, para bien o para mal, pues la humanidad opina sobre lo acertado de la medida. Y ya tenemos aquí los adjetivos para calificar los hechos y los adverbios para modularlos, no veo cómo podemos evitarlos. Puedo aceptar tu frase “Por tanto, si sigo tirando de este cabo, puedo decir que el Ser es la Verdad de las cosas, que no necesita del observador, que no necesita ser vista, ni descrita por nosotros”, pero es la sentencia más infringida de todas: se le juzga por sus actos, no por ser el Ser que es, aunque, dicho sea de paso, los humanos no somos nadie para juzgar a un Dios... Al Dios bueno le llamamos “misericordioso, sabio, el que todo lo ve, juez universal, etc...”, pero al Dios con los cables cruzados tampoco se libra de calificativos: “ángel caído, Satán, Leviatán, etc...”.
¿Puedes aportar algo más de tu parte para ver si llegamos a esclarecer un poco más el tema?
Un abrazo,

Lluís

Juan Francisco Caturla Javaloyes dijo...

Para mí, el problema reside en la visión antropocéntrica de la cuestión del SER, esa manía miope que nos impide ver más allá de nuestra propia realidad humana. Todo lo sometemos a los baremos humanos y claro, estos palidecen cuando un animal pensante, como es el humano, quiere definir algo tan abstracto y tan superior a él como es el SER.
Tenemos que elevarnos por encima de la mundana visión humana para intentar definir el SER. Hay distintos métodos para conseguirlo entre los que está la meditación o la ingesta de drogas enteógenas como la ayahuasca, el San Pedro, el peyote u otras drogas de poder. Las personas que las han tomado, entre las que no me encuentro, explican que tienen una visión holística e integradora con el universo y según dicen es el momento en el que han estado más cerca de mirar a la cara del SER.
O sea, para definir el SER, hemos de desprendernos de nuestra condición humana y se me ocurre que hay un momento en el que TODOS, lo hacemos o lo haremos, la muerte. Como recompensa a este tránsito, veremos al SER y nos fusionaremos con ÉL y si no existe, pues apaga y vámonos, no creo que nos enfademos mucho.
Gracias Lluís, por tu fiel seguimiento y tus comentarios. Que sepas que muchas veces escribo pensando directamente en qué me contestarás cuando lo leas, como si fueras el profesor que leía mis redacciones.

carles p dijo...

Joan,

Estoy de acuerdo con tu visión de la dualidad Dios/Diablo como la imagen de las dos caras de la misma moneda (C G Jung dixit!). El tema de la Verdad es más complejo. Me remito a una frase de Niels Bohr que me gusta por rica y condensada: "Lo contrario de un enunciado cierto es un enunciado falso; lo contrario de una verdad profunda puede ser otra verdad profunda". El epíteto "Verdad" es terriblemente escurridizo. Para Aristóteles, Kant, Hegel, Heidegger, Wittgenstein o Davidson significó cosas muy diferentes. En la época de la post-verdad ¡ya no te digo!
Un abrazo
Carles

Juan Francisco Caturla Javaloyes dijo...

Estimado Carles,
primero de todo muchísimas gracias por ofrecerme tu opinión sobre este texto en el que intento buscar la esencia de las cosas.
Tienes toda la razón en que la palabra “verdad” es un término muy manido y en cuanto uno lo enarbola, surgen inmediatamente las suspicacias acerca de quién está en posesión de la “verdad”. No pretendo ser yo el dueño de la verdad y sólo he usado esta palabra para describir la realidad desprovista de subjetividad. Buscaba referirme a la realidad que existe sin que haya una conciencia que se dé cuenta de ella, a la que existe por sí sola sin ayuda del individuo pensante. En ese caso, se me hace difícil aceptar que puedan existir distintas realidades, incluso aunque aceptáramos el modelo, del campo de la ciencia ficción, de los universos paralelos, todos ellos podrían ser integrados en una realidad superior, transcendente y holística. Refiriéndome a tu cita “lo contrario de una verdad profunda puede ser otra verdad profunda”, estoy seguro de que existe otra verdad que engloba y trasciende a esas dos verdades aparentemente contrarias.
Así que, yo no sé definir la realidad con la verdad, pero pienso que mucho más allá del ser humano, de la conciencia humana, hay una única realidad y una única verdad que la describe. Ese punto de certidumbre es imposible de alcanzar, por definición.
Gracias de nuevo por permitirme el intercambio de ideas. Si puedes, me encantaría que le echaras un vistazo a una nueva entrada que he escrito sobre el libre albedrío.

carles p dijo...

Joan,

El concepto "realidad desprovista de subjetividad" es muy escurridizo ya que es fruto del perspectivismo característico de la Modernidad. Hoy día buena parte de los pensadores te dirían que la realidad no puede existir fuera de la subjetividad y la conciencia (también lo sostuvo G Berkeley en el S XVIII).
Estoy de acuerdo contigo sobre el hecho de que la fragmentación que expresan las dualidades esconde siempre una unidad en un orden de conocimiento superior. Este ascenso dialéctico ... ¿nos lleva asintóticamente a la única verdad? Esta cuestión es ya de un orden superior y ¡conviene meditarla muy seriamente antes de expresar una opinión al respecto!
Gracias por tus estímulantes escritos
Carles