lunes, 25 de marzo de 2013

El fin de la política


A pesar de ser un título ciertamente presuntuoso, me ha parecido adecuado para describir el estado agonizante de una de tantas cosas que en estos tiempos de crisis parece haber agotado su discurso.
España es un caso flagrante de este fenómeno pero desde la caída de los bloques, creo que este fin se palpa también a nivel internacional. La vieja confrontación izquierda-derecha parece ya trasnochada y todos aquellos que siguen viendo la vida desde esa perspectiva, como por ejemplo los agentes sociales, se dedican a clamar situaciones del pasado para mantener encendida la llamita de la confrontación ideológica.
Cada vez es más frecuente oír en España una frase pronunciada por los conciudadanos que saben leer la realidad, que dicen que todos los partidos del arco parlamentario son lo mismo y que, en realidad, deben someterse a los designios de la economía de mercado que campa a sus anchas por el mundo.
Desde mi humilde punto de vista, hace ya tiempo que la vida de las personas en el mundo desarrollado está gobernada exclusivamente por los dictados de la economía que se ha erigido como una especie de tirano que somete a los pueblos bajo las despóticas e inhumanas leyes del mercado. El mercado se ha proclamado como el señor único al que todos debemos servir si queremos seguir viviendo en este mundo dominado por lo material y por un sistema de recompensa psicológica basada en el consumo.
Hemos dejado a un lado la moralidad, los sistemas de redistribución de la riqueza y hasta el respeto a la vida de las personas para aceptar con toda naturalidad las leyes de los inversores, los juicios de las agencias de calificación y la tiranía del “tanto tienes, tanto vales”.
La voluntad política de la sociedad ha quedado a un lado, como mera comparsa del yugo aplicado por la economía, y de esta manera, el ideario político ha ido diluyéndose, hasta confundirse y transformase en una especie de reminiscencia antigua que a nadie ilusiona. Un ejemplo muy aparente de este hecho está siendo la perdida de soberanía de las naciones cuando el rey “dinero” empieza a hablar y a ordenar lo que le conviene. Nadie se atreve a toserle por miedo de quedar excluido, en una especie de marginación, fuera del sistema capitalista mundial. Tenemos miedo de reencontrarnos con el ser humano desnudo, tal como es, de volver a nuestra esencia y dejar atrás todo ese andamio de artificialidad y artificiosidad construido tras largos lustros de respaldar esos títulos notariales que se llaman billetes y que ahora se han convertido el papelitos del Monopoli.
La herramienta que diseñamos, que pensamos para vivir mejor, se ha envenenado y ahora se autoalimenta de sus mismas carencias convirtiéndose en algo perverso y hueco que ya no representa un valor material, o hasta espiritual de la sociedad. Hemos puesto la vida al servicio de la herramienta que nos inventamos para supuestamente vivir mejor, el objeto real al servicio del modelo y finalmente, hemos perdido el oremus y nos dedicamos diariamente a boquear asfixiados con el fin de volver a la ciénaga en la que se ha convertido nuestro sistema de vida.
El miedo azota los pueblos, y algunas personas que no entienden como un país puede valer hoy la mitad de lo que valía ayer si el sol ha salido por el mismo sitio y sus ciudadanos han trabajado y vivido las mismas horas, apuntan a la causa del problema y deciden volver al trueque para obviar ese utensilio que se ha emponzoñado, que ya no sirve y cuyo uso constituye en si mimo un problema.
En mi ignorancia, intuyo que no saldremos del problema mientras las personas no tomen las riendas de su futuro, y vuelvan a poner a la economía al servicio del hombre, y no al revés. La voluntad política de organización de la sociedad ha de estar por encima de la economía, que no deja de ser un “sistema” para hacernos las cosas más fáciles, en vez de ser un sistema de dominación. Creo que la democracia liberal proclamada por Francis Fukuyama como “el fin de la historia” necesita una puesta a punto, un ajuste severo que sanee la corrupción a la que la ha abocado su propio narcisismo.
Debemos recuperar la ilusión y la creencia en unos valores morales y sociales que nos permitan volver a poner las cosas en su sitio.

3 comentarios:

Lluís P. dijo...

Joan,

Suscribo en la totalidad el escenario socioeconómico que tan bien describes. Sin embargo, echo en falta la herramienta que nos devuelva la esperanza de un mundo que no acabe por devorar a sus propios hijos. Y aquí va mi reflexión. La globalización a través de las telecomunicaciones (radio, televisión, internet) ha convertido el planeta en un barrio grande, lo que ha facilitado la labor depredadora de los mercados. A su vez, la aparición de las redes sociales y su repercusión internacional, ultrapasando fronteras de todo tipo, han dotado a la humanidad de una arma poderosísima con la que hacer frente a la tiranía de cualquier forma de poder. Al poner fácilmente en contacto elementos sociales con los mismos intereses, casi sin coste alguno, la coordinación y desarrollo de estos colectivos para conseguir sus anhelos se han visto tremendamente facilitados. La primavera árabe hubiera sido impensable años atrás, cuando las telecomunicaciones estaban sólo al alcance de los poderosos. Mi esperanza es que esta nueva versión de “la unión hace la fuerza “ se decante por recuperar los valores morales y sociales que reivindicamos.
Feliz Pascua,

Lluís

carles p dijo...

Joan,

Te felicito: tienes más razón que un santo.
Lluís: estoy de acuerdo con tu pincelada, pero las redes sociales solamente pueden amplificar algo que está ahí. Si los valores morales faltan, no hau Internet que nos salve.
Feliz Pascua a tutti due

carles

Juan Francisco Caturla Javaloyes dijo...

Hola Lluís y Carles,

me reconforta saber que mi percepción en un campo en el que soy bastante lerdo coincide con la vuestra. Esto significa que muchas personas pueden haberse dado cuenta de lo mismo pero significa eso qué la solución está más cerca.
Como he visto que mi respuesta no cabía en los comentarios, he decidido hacer otra entrada de la que vosotros dos sois directamente los inductores. Así que muchas gracias por tirarme de la lengua y os remito a mi siguiente entrada.
Saludos a los dos.

JF