Según
el antiguo código de regulación de contenidos por rombos, que marcó a la
primera generación española con acceso a la televisión, la presencia de 2
rombos en la esquina superior derecha significaba que el programa era no apto para
menores de 18 años por su contenido sexual o violento.
Después
de una larga temporada de exilio voluntario, en la que la deprimente realidad
económica me aburría soberanamente, he vuelto con cierto pudor a ver los
noticiarios televisivos para comprobar con estupor que las generosas raciones
de muerte y violencia que se sirven en bandeja a la hora de comer son realmente
nocivas para la salud.
A
diferencia de las películas de terror, que sí son clasificadas de acuerdo con
sus contenidos, los noticiarios televisivos no son ficción y constituyen la
puerta de entrada a los hogares de grandes dosis de muerte y desolación en prime time.
Siempre
se ha dicho que comer con la televisión encendida no era una buena práctica
porque cohibía la comunicación familiar, sin embargo, actualmente yo diría que
no se debe hacer bajo riesgo de sufrir una severa indigestión, una arcada
incontrolable o una nausea existencial. ¿Puede un ser humano normal comerse
unas croquetas mientras soporta la visión de un padre palestino fuera de si que
porta a su hijo muerto y ensangrentado en brazos?, ¿es normal degustar la
paella de la suegra o las lentejas de nuestra madre mientras observamos el
penduleo de 5 narcos mexicanos ahorcados desde un puente por parte de un clan
enemigo?, ¿os parece saludable mezclar los 200 muertos de la última tragedia aérea
con la lechuga de la ensalada? Y si un niño pasa por delante del televisor a la
hora de telediario, ¿qué creéis que pasará con su infancia?, ¿qué hemos de
responder cuando nuestro hijo nos pregunta qué ha hecho ese señor que llevan a
la cárcel a sabiendas de que es un violador?
Supongo
que se necesita entrenamiento para ser capaz de hacer todas estas cosas
mientras la muerte esparce su olor por encima de tu mesa y la barbarie humana
hace ostentación de su enormidad. Es evidente que aquí está funcionando una
severa elevación del umbral de sensibilidad a base de recibir diariamente una
generosa cantidad de estímulos de desgracia y desolación. No hay otra forma
para poder soportarlo. La sociedad actual y en concreto, el periodismo, han
configurado una forma muy particular de vivir, basada en el morbo, que inyecta
constantemente noticias desgraciadas ocurridas alrededor del mundo para que
ningún humano civilizado se quede sin su ración de morbo y se sienta en parte
reconfortado en la desgracia ajena, “lo mío no es tan grave, otros están peor”
Y
así, creo que hemos llegado al punto de preguntarnos si es esto lo que
realmente queremos, si deseamos que nuestros hijos eleven su umbral de
sensibilidad tanto como para ir pisando muertos a la hora de comer, o si es
este el tipo de periodismo que nos aporta algo, o por el contrario sólo aporta
bazofia de la peor calaña. Antes de responder estas preguntas deberíamos
desintoxicarnos un poco y quitarnos un poco de podredumbre para ver con mayor
claridad. Una vez hecho esto, creo que todos estaríamos de acuerdo en colocar
esos antiguos 2 rombos en la esquinita de la pantalla cuando los telediarios
nos abren su perniciosa ventana al mundo.
O
quizás es que la realidad que nos envuelve es realmente de 2 rombos y ahora que
vivimos hiperconectados, la desgracia y la cara menos humana del ser humano
fluyen a sus anchas por los canales de la comunicación. Si nos fijamos en una
realidad más local, podremos comprobar como de vez en cuando suceden desgracias
pero la gran mayoría de las cosas que suceden en el día a día son buenas para
la comunidad y es por ello que esa comunidad es viable. Pues bien, el
periodismo actual consiste es recolectar un buen puñado de desgracias diarias
ocurridas en los cuatro extremos del mundo y vomitarlas todas juntas allá donde
haya un osado televidente tan atrevido o imprudente como para encender la tele
a la hora del telediario.
En
mi reducido entender sólo veo dos soluciones: o los telediarios incluyen
también un buen puñado de noticias buenas que compensen a las malas en un justo
balance o nos vamos a ver telediarios más locales donde el número de desgracias
está limitado por la geografía. La primera solución ya se ha intentado alguna
vez pero sin éxito, ¡el morbo vende más! De hecho es lo que más vende.
Descartada la primera solución podemos tomar una actitud “antiglobalización” y
ver los telediarios de nuestra comunidad o de nuestra ciudad, y así
contemplaremos los problemas que más nos importan por pura lógica de
proximidad.
Yo
por mi parte, si el censor no lo remedia, seguiré sin ver los telediarios y
elegiré un medio escrito, ya sea prensa o Internet, que me permita hacer mi
criba personal de noticias.
1 comentario:
Joan,
Yo también me adhiero a tu “criba personal de notícias”, que debemos poner en práctica si accedemos a la prensa tanto en papel como via internet. Todavía se me ponen los pelos de punta cuando, hace unos años, en Estados Unidos se intentó televisar ejecuciones, el colmo de intentar ganar audiencia. Si no filtramos tanta violencia gráfica, nuestros hijos crecerán con una inmunización creciente hacia la crueldad, con el peligro de insensibilizarse hasta el punto de lanzarse a cualquier conflicto por la vía fácil del enfrentamiento, sin tomar en consideración el diálogo para alcanzar una solución pacífica. Y si alguna vez el filtro falla, debemos esforzarnos en inculcar a los menores un sentido crítico hacia tanta portada sangrienta, comentándola con ellos para remarcar que hay que intentar siempre acercar posiciones antes de liarse a tortazos.
Saludos,
Lluís
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