Es tradición en Cataluña que por Todos los Santos se honre la memoria de los difuntos comiendo boniatos y castañas calentitos, intercalados con traguitos de vino dulce para facilitar la deglución. Como si de una metáfora alegórica se tratara, no hay mayor difunta en la sociedad actual que la figura de
Como suele pasar en estos tiempos de desarraigo y pérdida de identidad cultural, hacemos muchas cosas simplemente porque son tradición pero sin tener la más remota idea de su significado.
En muchas ocasiones el origen de las tradiciones es esencialmente pragmático, y el paso de los años le va dando un significado simbólico que va diluyéndose hasta el punto de que las personas empiezan a preguntarse por qué hacemos tal o cual solemne tontería, paso previo al abandono de la centenaria costumbre.
Un ejemplo muy claro en este sentido es la famosa engullida de uvas al son de las doce campanadas, que no es más que el fruto del ingenio de los viticultores españoles y de la sobreproducción acaecida en al año 1909. Esto superó a todos los anuncios de Freixenet juntos. Sí, sí, no es una tradición milenaria que esté escrita en
En el caso de Todos los Santos ocurre tres cuartos de lo mismo. En este caso el origen no es tan pícaro como en el de los viticultores. Indudablemente hay una raíz religiosa que se remonta a muy antiguo pero el aderezo castañero responde más bien a razones prácticas. Si en
Fue así, como las familias empezaron a complementar su aporte de hidratos de carbono en esta noche tan respetuosa, y lo del vino dulce o blanco supongo que responde a una cierta deferencia por los muertos, para que aquello no pareciera una bacanal.
Y en este ambiente socio-cultural destaca la protagonista de mi post,
Pero llegó el siglo XVIII, y con la revolución industrial, la mujer tuvo que echarse a la calle, a trabajar fuera de casa. Y con ella
Y como todo espectáculo, está sujeto a la moda y por tanto, pasa de moda. Ahora, las Castañeras, son simplemente fotografías veladas de un tiempo pasado, más oscuro que el culo de sus sartenes, que han pasado de ser un puntal alimenticio social a verdadera población marginal. Queda el tiempo que duren nuestros abuelos,
Y como no sabemos por que hacemos las cosas, abrazaremos con nuestro estado de natural alienación, una cosa que llaman Halloween. Porque a los niños les gusta más, porque así nos disfrazamos de vampiros, de zombies, de brujos y de brujas y de paso nos pintamos el pelo color panocha más propio de otras latitudes.
Quizá las Castañeras puedan reconvertirse en Calabaceras.
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