El perspectivismo de Ortega considera la vida como el medio para alcanzar una meta externa. Cada persona está rodeada de un conjunto de circunstancias que la capacitan más o menos para alcanzar la meta. Pero yo me pregunto, dónde termina la vida para poder situar la meta fuera de ella.
Vivir por objetivos me parece artificial. Es entrar en un juego que nos hace esclavos de nuestro entendimiento caprichoso e incompleto.
¿Tiene el ser humano la suficiente capacidad para fijarse metas basadas en el entendimiento correcto del mundo?, ¿no es esto demasiado pretencioso?
Para mi el ser humano no deja de ser un animal con la capacidad de pensar, y los animales no necesitan razones para vivir. Desde el momento en que el ser humano acepta vivir la vida sin pedir explicaciones, empieza a ser un poco más feliz.
Asimismo, si la empresa individual no existe, menos existe la colectiva. Pero que fácil y reconfortante es afiliarse a una causa.
El ser humano, ante el vértigo que le produce el vacío existencial, busca y necesita jugar al juego del esfuerzo-meta-recompensa, y así, pasar anestesiado la mayor parte de su existencia. Porque que dolorosa es la angustia existencial pero al mismo tiempo, que auténtica.
El hombre obcecado en su vida pro-algo, de repente, descubre un día corriente y nada especial, que ha recibido la mayor recompensa en un acto de altruismo trivial. Y es este acto el que cuestiona toda la empresa de su vida, ¿es necesario ser esclavo de una meta romántico-pueril para vivir?
Y si en los tiempos que corren, nos preguntamos quién manda en el mundo, cualquiera respondería que la nación que mejor ha interiorizado este modo de vida pro-objetivo es Estados Unidos. Sin embargo, las naciones como Estados Unidos, impregnadas de pragmatismo, transmiten ese vacuo egoísmo pueril y mantienen su plano emocional en niveles de subdesarrollo. Sólo así se entiende que les maten 3000 personas en las Torres Gemelas y salga su presidente con una actitud hollywoodiense (o sea, relativa a la ficción) al estilo John Wayne.
Esta visión objetivista de la vida va muy bien para aglutinar la nación, mientras que la visión existencialista es más bien un posicionamiento individual difícil de poner bajo una misma bandera. Se vislumbra así una especie de anarquismo existencial que de todas formas se ve obligado a ceder algo de su terreno a las reglas de convivencia social. El planeta no es suficientemente grande para no tener que soportarnos.
Es necesario evolucionar hacia un nuevo estado de conciencia que alinee las almas en un nuevo estado de comunión, dentro de un nuevo campo gravitatorio.
1 comentario:
Una vez más cito al budismo zen y su negación de objetivos en el sentido que apuntas como elemento compensador de la descompensación que tan bien ilustras en tu post. La identificación de objetivos y la posterior esclavización frente a éstos vuelven a hacer referencia al planteamiento cosificador de los conceptos que tanto se prodiga en nuestros ámbitos. Cuando se substituye el objeto cosificado por el proceso las cosas se sitúan en su cauce natural. En cuanto a la angustia existencial, que tan bien calificas de auténtica, creo que es un paso necesario; un jalón del crecimiento que corona una etapa y que da paso a nuevas etapas. Como diría Heráclito, todo fluye, y ese fluir es la vida misma.
Abrazos
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