martes, 17 de noviembre de 2009

El país de Jauja


Prácticamente desde que el hombre tuvo la capacidad de filosofar, fue capaz de imaginar o proponer un estilo de vida basado en la búsqueda del placer, tanto material (sensorial) como espiritual. De hecho, creo que el mito de vivir teniendo acceso a todo lo deseado sin oposición alguna pertenece desde hace muchas centurias a la gran familia arquetípica. Esta corriente de pensamiento, denominada “hedonismo”, nos ha acompañado ya hasta nuestros días con representantes contemporáneos como Valérie Tasso.

Podríamos considerar como cualidad intrínseca al hedonismo, su natural contraposición a la moral imperante en cada momento histórico. Sin embargo, lo que me ha llamado la atención últimamente es el juego de antagonismos en contraposición a la moral judeo-cristiana, que en definitiva ha regido la conducta moral occidental desde hace 2000 años.

En particular, me voy a centrar en la metáfora que nos brindó el destino, cuando Francisco Pizarro en su colonización del Perú, fundó la ciudad de Jauja antes de marchar hacia Cusco. En el tiempo que Pizarro pasó allí, los españoles pudieron disfrutar de una vida enormemente placentera gracias a los tambos o depósitos de comida y riquezas que los incas habían acumulado en tal localización. Aquella encrucijada fue el origen de la leyenda del País de Jauja, que ha servido de inspiración a diversos autores a lo largo de la historia.

En la génesis misma de la leyenda encontramos a autores como Lope de Rueda, que articuló uno de sus pasos o entremeses con las noticias que llegaban del Nuevo Mundo bajo el título de la Tierra de Jauja.

En esta obra, el autor, mediante animado dialogo entre sus 3 personajes, describe un lugar donde los ríos son de miel y de leche, de las fuentes brota mantequilla y los frutos de los árboles son buñuelos. Además en esta tierra azotan a los hombres que se empeñan en trabajar y pagan a aquellos que se entregan al dormir. Es como el mundo al revés.

Asimismo, mediante un proceso de “cross-fertilizing” que no he podido trazar con claridad, esta leyenda saltó hacia tierras germánicas a través del escritor Hans Sachs y su obra Schlaraffenland (El país de Jauja o El País de Cucaña).

Sin salir de aquellas latitudes, la chispa de la leyenda prendió en el pintor Pieter Brueguel el Viejo que inspirado por Sachs, produjo en 1567 el óleo que encabeza este post a modo de alegoría pictórica. Se representa a tres hombres vencidos por la bebida, obesos, y ataviados con diferente vestimenta para representar tres clases sociales: un caballero, un campesino y un hombre de letras, estudiante o clérigo. De esta manera se transmite la idea de que las debilidades y los vicios no entienden de clases y es más, cuanto más culta y refinada es la persona, se me antoja más proclive hacia el imaginario del vicio. El extraño huevo pasado por agua con patas se ha interpretado como una referencia a Satanás, mientras que el cuchillo que tiene dentro sería el sexo masculino. También aparece otro cuchillo o puñal clavado en un cerdo en la parte superior derecha del cuadro, imagen que también figura en el precedente literario de esta obra y que alude a la gula.

Llegando hasta nuestros días, he tropezado con una deliciosa obrita de ilustraciones para niños a cargo del dibujante lituano Kęstutis Kasparavičius basada en Shclaraffenland. En este cuento, que os recomiendo encarecidamente, he podido ver a los perros atados con longanizas y a los orondos humanos acercarse indolentes hasta auténticos castillos de comida. Además se ilustra a la perfección como el hedonista radical no pelea abiertamente por nada, eso sería tomar partido y compromiso, así que es preferible usar de técnicas más subrepticias para alcanzar los anhelos personales. La metáfora del huevo también aparece reflejada en este cuento.

Todas estas obras repescan la antigua idea de la abundancia y el regodeo vital desde una óptica cristiana. El placer es malo, el exceso es malo, es un engaño de Satanás para pervertir los sentidos y anclar el alma a lo más absolutamente material. Creo que echaré mano de la teoría de conjuntos para intentar desbrozar un poco este asunto y poner orden en las intersecciones y subconjuntos que veo ante mí.

1ª Intersección.

Ya me he pronunciado en posts anteriores a favor de un modus vivendi luchador como motor del crecimiento humano, por lo que aquí coincido con la doctrina cristiana que no ve con buenos ojos los excesos superfluos del cuerpo.

2ª Intersección.

Por otro lado, busco afanosamente el saborear cada instante de mi vida para vivir en mayor plenitud. Aquí coincido más con la visión de plenitud instantánea que nos aportan las doctrinas orientales. ¿Pero no es esto una forma de hedonismo?, ¿no es esto un hedonismo espiritual?

Con la idea de intentar dar una salida capaz de sublimar los subconjuntos comunes a través de una sola vía, me he encontrado con lo que se ha venido en llamar la “Psicología Positiva”, cuyo mayor promotor es el profesor de psicología Martin Seligman. La psicología positiva es una rama de la psicología, de reciente aparición, que busca comprender, a través de la investigación científica, los procesos que subyacen en las cualidades y emociones positivas del ser humano. Este enfoque psicológico se centra en potenciar estas cualidades creando un estilo de vida saludable. Así que, dejando a un lado el Utilitarismo, la sociedad actual nos ofrece una bonita oportunidad para darle gusto al cuerpo y a la mente pero recordando que esto no es Jauja.

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