Primero de todo, quisiera pedir perdón por haber usado un título tan sensacionalista con objeto de atraer la lectura de este post. Supongo que todos los escribientes, que no escritores, caemos con cierta frecuencia en este vicio.
Entrando ya en materia, ya os aviso que esta reflexión va a presentar un gran desequilibrio temporal, comparando periodos que son incomparables.
La cuestión que ha atraído mi interés es el hecho de que la Naturaleza por un lado y el ser humano por el otro, actúan en direcciones opuestas a la hora de promover la perdurabilidad de la vida sobre el planeta.
La Naturaleza, durante millones de años, ha usado la aniquilación, la eliminación como elemento depurativo, adaptativo y revitalizador para sostener la vida en el planeta. Por el contrario, el hombre desde hace unos pocos cientos de años se dedica a combatir ese modus operandi natural, prolongando, cuidando y alargando la vida, a veces muy artificialmente, de los individuos enfermos. Si fuéramos capaces de extrapolar este comportamiento durante unos cuantos miles de años, creo sin lugar a dudas que asistiríamos a lo que podemos llamar envenenamiento genético puesto que nos hemos dedicado a contrarrestar sistemáticamente el efecto depurativo de la Naturaleza. Los individuos insanos son capaces de tener hijos que arrastran la carga genética insana, o dicho de otra manera, no adaptada al medio presente y esto multiplicado por cientos de generaciones conduce a una franca degradación de la especie.
Pero es que la Naturaleza no entiende de derechos humanos, ni de tragedias familiares, ni de injusticias, ni de realizaciones espirituales…
De hecho, algunas mentes audaces empiezan a ver como un problema futuro, la inmortalidad del ser humano. Es fácil imaginar que si en el futuro, no muy lejano, fuéramos capaces de diferenciar cualquier tipo de tejido a partir de células madre, podríamos ir reparando todos los órganos a medida que fueran fallando o incluso, facilitar una regeneración celular integral que haría insostenible el estilo de vida humano, al menos, como ahora lo conocemos.
¿Cuál es el mecanismo de supervivencia más adecuado? El utilizado por la Naturaleza durante millones de años o el producto de nuestro intelecto. Creo que esta pregunta no tiene respuesta tal y conforme está planteada. Por un lado, la selección natural no se ocupa de la supervivencia de una especie en particular sino de la pervivencia de la vida en un determinado entorno, por otro lado, la acción humana puede considerarse integrada en un todo muy superior que no dejaría de seguir la leyes postuladas por Darwing.
Finalmente, creo que lo que hagan los humanos no deja de ser un divertimento dentro del enorme festival de la Naturaleza.
1 comentario:
La inmortalidad del ser humano...la sola idea da pánico. Si el número de personas que alcanza una edad provecta y sigue siendo capaz de vivir dentro del mundo (y no me refiero únicamente a la adaptación a las tecnologías que van emergiendo, sino sobretodo a las mentalidades que van emergiendo)es mínima, imagínate lo que podría llegar a ser alcanzar los 300 años de edad. Una de las cosas que me fascina de creadores como Verdi y Stravinsky es que a sus 80 años fueros capaces no sólo de seguir creando obras maestras, sino de adaptarse a los tiempos nuevos, negando con sus nuevas obras aquello que los había caracterizado durante toda su vida.
Y es que la vida es un proceso, no un estado, contrariamente a la falsa intuición que hemos mamado largamente en Occidente.
Un abrazo
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