Allá,
en los confines del Universo un grupo de almas ascienden en armonía hacia la
plenitud, juntas pero en soledad. Soledad del pasado, del pasado resignado, del
pasado remoto. Pequeñas motas espirituales en suspensión, llevadas sin
resistencia por el vaivén de las olas del tiempo, asustadas por los ecos de una
bandada de gaviotas. Resignada armonía de lo incompleto que sigue su camino
hacia la plenitud, hacía la fusión oceánica del todo. Sólo cruzan sus miradas,
no pueden tocarse, caminan solas, como vinieron al mundo que ahora abandonan.
Nadie desafía su destino, el destino olvidado en un rincón del Universo que
viaja implacable y pausado mientras arrastra las almas ya gastadas hacia la
última morada, hacia la fusión con el SER.
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