Monstruo
mascota, sensibilidad reptiliana a flor de piel. Unes cuatro miembros a una
cabeza humana y ya lo tienes, asombro por la Naturaleza, actitud reverencial,
asombro naif por la percepción sensorial. Sólo una niña es capaz de extraer la
bondad del monstruo, una bondad irracional, inconsciente y por tanto, pura. Quizá
el monstruo hubiera tenido posibilidades de un posible desarrollo social pero sin
embargo, al final al monstruo le falta un tornillo, el que conecta la corteza
prefrontal, así que una niña y una flor son exactamente lo mismo y ya la hemos
liado. La creación del doctor es imperfecta, se olvidó de la empatía pero aun
así, este monstruo de Boris Karloff tiene un no sé qué de entrañable que se
hace querer. Pobre criatura.
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