Qué no me sorprenda la muerte
estando en mi cama inerte,
qué no me sorprenda la muerte.
Qué no me sorprenda la muerte
a cobijo o buscando albergue,
qué no me sorprenda la muerte.
Qué no me sorprenda la muerte
sin haber venido a verte,
qué no me sorprenda la muerte.
Qué ya la esperaré yo
en cerros y despoblados,
bordeando riscos y acantilados,
o mirando el tapiz oscuro
del cielo estrellado.
Si la muerte me busca,
qué no me busque en mi casa
con la voluntad postrada,
porque no me encontrará,
ni le entregaré el alma rendida
sin lucha, ni pelea,
a vida o muerte.
Si has de encontrarme muerte,
búscame en el desierto agreste
o en lo profundo del bosque,
búscame en el rio
o en una gota de rocío,
búscame defendiendo causas
y revoluciones,
que allí estaré,
fiel a mis convicciones.
Con cada amanecer,
estoy más lejos de ti,
corro hacia la vida,
miro hacia el sol,
y en su calor encuentro
la fuerza del Ser.
Pero si, pese a todo,
llegó mi hora,
qué no me sorprenda la muerte.
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