miércoles, 1 de enero de 2025

¿Y tú, eres de principios o de finales?

 

En una fecha como esta es ineludible que afloren sentimientos relacionados con el tránsito de año que acabamos de realizar. Algo termina, algo empieza, y necesariamente sentimos la pena, la alegría, la ilusión o el hartazgo por el año que dejamos atrás y por el que está recién estrenado.

Es esta disyuntiva la que me interesa, la que divide a las personas en nostálgicos del año que acabamos de dejar o en fervientes apasionados por el año que está por venir.

Así que tú, ¿de qué eres, de principios o de finales?

En mi caso lo tengo claro, ¡me encantan los finales! E inmediatamente os diré por qué.

Cuando se acerca el final de algo, estamos próximos a la meta, al objetivo o simplemente al agotamiento del tiempo que estaba destinado para ese algo. De cualquier forma, la cosa se acaba, no perdurará más allá de un punto en el tiempo del futuro inmediato. Y en esa coyuntura está todo permitido. Ya no nos guardamos nada en la mochila por si hiciera falta para más adelante, ya no respetamos unas normas de funcionamiento, ya tiramos por el camino más recto y fácil descargados de todas las trabas y remilgos autoimpuestos.

El dicho popular lo recoge perfectamente “para lo que me queda en el convento, me cago dentro”.

En contraposición, qué duros son los principios. Un mar inmenso de posibilidades o de caminos se abre ante nosotros provocando una más que comprensible angustia, ya que, nos estamos jugando nuestro futuro. En función de las decisiones que tomemos al principio, así será nuestro día, nuestro año, nuestra vida o la unidad de tiempo que estemos considerando.

Por eso, la angustia existencial de los principios es insufrible y me aplasta con la losa de la responsabilidad del que ha sido nominado para dirigir el proyecto de una vida.

También lo podemos ver desde una óptica energética desde donde también se entiende muy bien.

¿Recordáis a los búhos y a las alondras? Las alondras son aquellas personas que se levantan de la cama con una energía increíble después del descanso nocturno dando lugar a mañanas muy productivas que van apagándose a medida que se acerca la tarde y los niveles de energía decaen. Claramente les encantan los principios, madrugan y son muy puntuales para saborear con deleite el principio de aquellos eventos que deben comenzar. Los búhos, por el contrario, se levantan hechos polvo, y van activándose a lo largo del día alcanzando su pico máximo de actividad al atardecer o por la noche. Siempre llegan tarde porque lo que realmente les interesa es el final de las cosas, el desenlace y para ellos sobran las presentaciones, los preliminares, la declaración de las normas del juego, es decir, lo que podríamos llamar, “principios fundacionales”.

Sin embargo, para ambos estereotipos hay un elemento clave que puede ayudar mucho a transitar por sus principios o por sus finales. Se trata de la ilusión.

La ilusión es la esperanza de alcanzar o conseguir algo bueno, positivo y atractivo. Y ese es el motor que puede mover a las alondras a darlo todo al final, cuando el objetivo se ve al alcance de la mano y también puede hacer saltar a los búhos de la cama con ansias de disfrutar del día que se abre ante ellos. ¡La ilusión mueve montañas!

Así que, mi consejo para empezar este nuevo año 2025 es que lo llenemos de proyectos ilusionantes que nos hagan saltar, brincar y correr a todas las horas del día y del año huyendo de la monotonía que espera con su guadaña para decirnos que en sus manos estamos muertos.