Allí
estaba Eloy aquel caluroso día de julio charlando animadamente con sus amigos.
Hasta entonces, la visita a Port Aventura le estaba resultando bastante
divertida y llevado por la euforia del momento se embarcó en una atracción de
la que no era realmente consciente. A pesar de tener que esperar más de una
hora de cola zigzagueante soportando un calor asfixiante no se paró en hacer un
cálculo de riesgos adecuado y Eloy había preferido tomar la disposición de no
pensar demasiado en lo que había al final de la cola. Sus amigos habían
bromeado un poco a la entrada de la atracción haciéndose los valientes y
preguntándose unos a otros quien iba a ser el caguica que no se atrevería a
subir en el Dragon Khan. En aquel momento, Eloy había tenido serias dudas pero
la inercia que llevaba el grupo le arrastró hacia la abultada cola sin saber
muy bien porque. Bueno, como la cola era muy larga y todavía faltaba mucho para
subirse en la atracción, Eloy disfrutó del crédito que le había dado aquella
decisión para sentirse integrado en el grupo y no paró de charlar animadamente
con sus amigos durante todo el tiempo de espera. De hecho, habló demasiado,
seguramente como un mecanismo de defensa ante la amenaza que sentía en ciernes.
Poco a poco, la cola fue avanzando acortando la distancia con el acceso a las
vagonetas de la atracción estelar. Eloy comenzó a sentir alguna que otra oleada
de adrenalina que disipó rápidamente buscando la complicidad de sus amigos y
riendo con ellos.
Por
fin llegó el momento de la verdad. El cordón que los separaba de las vagonetas
fue retirado por un operario y los chicos pudieron acceder a los coches con
gran alboroto y una creciente inquietud que se manifestaba en sus gestos. Eloy
reunió toda la entereza de la que fue capaz y tomó una actitud transcendental,
como si estuviera viviendo uno de los grandes momentos de su vida. Frases del
estilo “la suerte está echada” aguijoneaban de forma idiota su ánimo ante la
inminente sacudida de la atracción.
Pasaron
a ocupar sus asientos y Eloy fue empujado involuntariamente a sentarse en la
primera fila. Su corazón cabalgaba ya desbocado en aquel momento y las manos le
sudaban abundantemente. Todos sus sentidos se sintonizaron con el raíl de la
montaña rusa que se extendía delante de sus ojos, de manera que Eloy ya no era
capaz de discernir o interpretar las bromas que gastaban sus amigos. Una vez
que todos los asientos fueron ocupados, los soportes de sujeción bajaron
aprisionando los cuerpos de los alegres viajeros en una especie de abrazo
mortal.
“¾¡Maldita
sea, quien me manda a mí meterme en esto! ¾pensó Eloy¾ ¡qué mal rato estoy pasando!”
Un
tirón dio paso a la acción. La rueda dentada enganchó la vagoneta que comenzó
su ascenso hacia el cielo. Rápidamente, los cuerpos de los pasajeros se
encontraron acostados en un ángulo de casi 70º con respecto a la vertical
mirando las nubes como único posible horizonte.
¾¡Ah!, me quiero bajar. Y si me da un infarto. Con el vértigo
que tengo yo, me va a dar un infarto, cómo he podido ser tan imprudente. Esto
no para de subir, por Dios, mira como se ven las personas en el suelo, son
diminutas.
Tac-tac-tac-tac...
las vagonetas continuaban su ascenso imparable hacia la cima.
¾¡Por Dios que acabe ya! ¾Eloy sintió un arrebato de llanto sofocado rápidamente por
la extrema tensión a la que estaba sometido mientras los vagones continuaban su
ascenso imparable hasta el punto más alto.
A
medida que el griterío de la gente iba in crescendo, aquellos instantes
parecían no tener fin.
¾No voy a poder soportar la caída, voy a sufrir un colapso,
lo sé. ¡Quiero desmayarme ya, por favor! ¡En algún momento ha de acabarrrr!
Tac-tac-tac-tac...
¾Ya llegamos, ya va, la caída es inminente, no por favor, no
puedo más…
Un
fundido en negro acabó con el sufrimiento de Eloy mientras realizaba un picado
casi vertical hacia el mismísimo infierno.
1 comentario:
Joan,
¡yo soy Eloy! Es más, sería incapaz de montarme al Dragon-Khan, no hay cojones. Siempre he visto estas atracciones como verdaderos potros de tortura por la sensación de velocidad y vértigo que transmiten, del todo insoportables para mí. Recuerdo haberme montado a una montaña rusa para niños acompañando a mis hijas y pasarlo fatal mientras otros padres no hacían más que reírse. Una nulidad total para este tipo de pasatiempos; no sé si el hecho de ser tauro, pacientes y con los pies en el suelo, tiene algo que ver. Me he identificado mucho con las sensaciones que padece Eloy pero, de momento, voy a intentar ahorrarme el fundido en negro...
Lluís
PD: he detectado frases largas a las cuales creo que les falta puntuación (comas, más que nada). ¿Las identificas tú también?
Publicar un comentario