Con el temple firme enfilé el
pasillo,
decisión tomada, paladar fino.
Crepitó el tembloroso
fluorescente
y me partió el rostro alicantino
machacando bruscamente
mis luces y mis sombras.
Mirando la nevera con urgencia,
me asaltó la duda, flojeó mi
ánimo,
85% de pura esencia.
Mi alma nunca fue tan pura,
mi lengua se arruga,
mi garganta se seca
y me turba su aroma
antes de llevármelo a la boca.
Duro de roer crujió entre mis
dientes
lanzando su puñetazo
astringente.
Mi lengua intentó enjuagarlo,
la masa se hizo un bolo,
y perdí la esperanza de
dominarlo
antes de que colara triunfante
por el bajante alimentario.
El segundo envite fue aún peor,
seguía crujiendo entre rechinar
de dientes
pero al final se mostró
clemente
y le hizo caso al domador.
Poco a poco fue cediendo
terreno
mientras mi boca no paraba de
amasar.
Un chupetón marcó el final
de aquella onza, 85% de puro
cacao,
un potro duro de domar
sobre el que cabalgó mi lengua
anoche.
1 comentario:
Joan,
se me antoja, pues es sólo una apreciación, que si eliminas del poema la foto y el "85%", pues que hace acto de presencia un elemento nuevo: la duda de sobre qué alimento estás hablando. En este caso, el lector se encuentraría, en cierto modo, atrapado por la curiosidad de saber cuál es el protagonista que provoca estas sensaciones. Con este efecto cautivador, creo que tu poesia ganaría en gancho. Tratándose del cacao, del cual soy un asiduo consumidor, lo que describes me parece exacto, aunque cojo: ¿por qué no añadir al texto algún efecto fisiológico provocado por su ingesta? No digo más, a ver si te doy pie a que repitas con algo más desafiante hacia el lector.
Un abrazo,
Lluís
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