Mi
alma se asoma tímida al profundo precipicio del cielo entelado. Un velo gris y
azulado esconde el rostro del verano, la novia que al atardecer, todavía
tímida, no se atreve a mostrar su cálida tez.
Siento
el vértigo invertido, que más bien sería “invértigo” al mirar la cúpula celeste
que Miguel Ángel ha pintado para mí, con infinitas tonalidades de azul que van
virando a gris por obra y gracia de la pequeña noche.
En
esta noche de San Juan, encenderemos las calderas del verano, que nos abrasarán
en los próximos meses.
Pronto
mi vértigo será cegado por la luz sin matices, arrasadora, que sólo podré contemplar
en los ondulantes reflejos de las fuentes. Pero siempre me quedarán las tardes,
de mágica luz tamizada y olores de paja madura y néctar derretido.
Por
lo pronto, sigo con mi vértigo que me arroja al infinito, y me hace caer como
un naufrago entre la olas de nubes tiznadas por la noche, con la única
esperanza de agarrarme al Boing que cruza mi vertical pinchando los algodonados
meteoros.
Haremos
fuegos, muchas hogueras, quemaremos lo bueno y lo malo, incendiaremos el cielo
con antorchas silbadoras y por fin el incendio se desatará, y todo lo quemará,
incluida mi piel si no soy precavido en la playa.
¡El
verano ya está aquí!
1 comentario:
Joan,
esta sensación que tú llamas de "invértigo" la he experimentado yo también, aunque en pleno mes de febrero. Cuando la noche es muy fría y el cielo està despejado, con una contaminación lumínica casi nula (a cualquier pueblecito del Pirineo me remito), la contemplación de la esfera celeste, con la Vía Láctea y todas las constelaciones visibles, me remite exactamente a tu escrito, un sentimiento de ridícula influencia ante un Universo de proporciones gigantescas y una paz interior de muy difícil reproducción en cualquier momento de nuestra frenética cotidianidad. Yo con el frío de invierno envolviéndome, tú con el fuego de las hogueras del solsticio de verano tostándote, ambos con estímulos casi idénticos, qué curioso...
Gracias por compartir tu comunión con la naturaleza, a mí también me ha evocado momentos inolvidables.
Lluís
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