martes, 23 de junio de 2015

Una tarde de San Juan



Mi alma se asoma tímida al profundo precipicio del cielo entelado. Un velo gris y azulado esconde el rostro del verano, la novia que al atardecer, todavía tímida, no se atreve a mostrar su cálida tez.
Siento el vértigo invertido, que más bien sería “invértigo” al mirar la cúpula celeste que Miguel Ángel ha pintado para mí, con infinitas tonalidades de azul que van virando a gris por obra y gracia de la pequeña noche.
En esta noche de San Juan, encenderemos las calderas del verano, que nos abrasarán en los próximos meses.
Pronto mi vértigo será cegado por la luz sin matices, arrasadora, que sólo podré contemplar en los ondulantes reflejos de las fuentes. Pero siempre me quedarán las tardes, de mágica luz tamizada y olores de paja madura y néctar derretido.
Por lo pronto, sigo con mi vértigo que me arroja al infinito, y me hace caer como un naufrago entre la olas de nubes tiznadas por la noche, con la única esperanza de agarrarme al Boing que cruza mi vertical pinchando los algodonados meteoros.
Haremos fuegos, muchas hogueras, quemaremos lo bueno y lo malo, incendiaremos el cielo con antorchas silbadoras y por fin el incendio se desatará, y todo lo quemará, incluida mi piel si no soy precavido en la playa.

¡El verano ya está aquí!

1 comentario:

Lluís P. dijo...

Joan,
esta sensación que tú llamas de "invértigo" la he experimentado yo también, aunque en pleno mes de febrero. Cuando la noche es muy fría y el cielo està despejado, con una contaminación lumínica casi nula (a cualquier pueblecito del Pirineo me remito), la contemplación de la esfera celeste, con la Vía Láctea y todas las constelaciones visibles, me remite exactamente a tu escrito, un sentimiento de ridícula influencia ante un Universo de proporciones gigantescas y una paz interior de muy difícil reproducción en cualquier momento de nuestra frenética cotidianidad. Yo con el frío de invierno envolviéndome, tú con el fuego de las hogueras del solsticio de verano tostándote, ambos con estímulos casi idénticos, qué curioso...
Gracias por compartir tu comunión con la naturaleza, a mí también me ha evocado momentos inolvidables.

Lluís