El
2015 va a ser un año importante dentro de nuestra historia reciente porque la
cantidad de decisiones políticas que acumula es notable, empezando por las
elecciones generales de Grecia que han sido este domingo 25 de Enero. Vamos a
tener que pronunciarnos y definir nuestro futuro irremisiblemente, así que
procuro ir despertando de mi letargo
político para poder formar parte de la fiesta.
Centrándonos
en Catalunya, deberemos discernir entre dos ejes principales que son el eje social
y el eje identitario. A muchos catalanes se les ha vendido que si somos independientes podremos resolver
nuestros problemas económicos pero otros, sin embargo, están exclusivamente
preocupados en llegar a fin de mes con lo que son más receptivos a discursos
como el de “Podemos”.
Por
otro lado, el proceso soberanista ha quedado en manos de adversarios políticos
como son Convergencia – Unió y Esquerra Republicana, y esto representa una
fuente constante de desaguisados políticos, ya que los catalanes, al igual que
los españoles, son un ejemplo de desafección a lo común y anteposición de lo
individual a la hora de ponerse de acuerdo. En este caso, delante de un reto
tan importante como la independencia de Catalunya han sido incapaces de ponerse
de acuerdo, dejando a un lado los intereses particulares y haciendo un frente
común. Artur Mas debería haber tenido en cuenta este carácter desafecto antes
de embarcarse en la travesía actual, y debería haber dimitido cuando en las
elecciones de 2012 perdió escaños en el parlamento catalán. Sólo con una
mayoría absoluta se puede abordar un proceso como la independencia donde es
necesario tomar muchas decisiones en poco tiempo. Mas, por el contrario, está
abocado a los vaivenes del carácter latino, que también florece entre los
catalanes, cada uno tirando en su dirección con una visión partidista muy corta
de miras. Los partidos catalanes son incapaces de aparcar, al menos durante un
tiempo, sus intereses particulares para centrarse en un proyecto común más
importante, y por tanto, creo que no están a la altura del reto que tienen
delante.
Pero
volvamos al carácter latino y a lo que yo englobo dentro de esta forma de ser.
Para mi, el carácter latino está representado por la inexistencia de un código
de valores común al cual adherirse, lo cual provoca una gran desafección por lo
común, por lo público, y en contrapartida, un gran individualismo. La
fragmentación de los puntos de vista debilita cualquier empresa de envergadura
que requiera del consenso general. Así, en el caso de Grecia, el peor resultado
de las elecciones hubiera sido un arco parlamentario fragmentado que hubiera
impedido incluso la formación de un nuevo gobierno. Siempre que se tiene
delante un reto importante, es necesaria una voz única, equivocada o no, para
abordarlo con decisión y no perderse en discusiones. Hay que evitar la mal
entendida pluralidad en forma de muchos pequeños corpúsculos partidistas para
así, poner en vereda al carácter latino y permitir el avance en una dirección
única.
Mucho
me temo que en este 2015 daremos en España toda una sinfonía de pluralidad,
división de planteamientos y esencia variopinta, lo cual acabará por hacer que
nadie nos tome en cuenta y sigamos sin saber si vamos o venimos.
¿Cómo
cambian los latinos a sus regímenes de gobierno? ¿Cómo lo han hecho a lo largo
de la historia? Parece que para congregar la masa crítica necesaria para un
gran cambio político-social es necesario que suceda un hecho dramático que
aglutine, normalmente de forma visceral que es lo opuesto a lo racional, a un
gran número de ciudadanos. Sólo entonces la fuerza de la gravedad es
suficientemente fuerte como para aplanar la efervescencia divergente natural de
los latinos y condensar toda la fuerza en una plataforma o poso capaz de
cambiar las cosas. El mecanismo de la inacción de carácter reaccionario, está
funcionando ahora a las mil maravillas, con un PP en el gobierno que ni
siquiera oye que pasa algo raro en Catalunya. Sentarse a negociar sería emplear
la razón y tratar de convencerse con
razones, cosa que no está en los usos y costumbres de los latinos, así
que, quizá tengamos que esperar unos años más a que se produzca ese hecho
dramático que sacudirá al país con una gran oleada social capaz de cambiar las
cosas.
3 comentarios:
Joan,
lo único que une a los latinos, y quizás no tanto como en otros pueblos, es una agresión exterior. Y el ejemplo catalán me viene como anillo al dedo. Antes de cepillarse el nuevo Estatut, allí por el verano del 2012, por parte del gobierno del PP y sus adláteres (léase Tribunal Constitucional), las cotas de independentismo era más bien discretas. Éstas se dispararon a medida que los catalanes se iban sintiendo ninguneados en sus pretensiones soberanas, y ésto se tradujo en unas celebraciones del 11 de septiembre siguientes espectacularmente multitudinarias. Luego, al pasar el testigo a la clase política catalana, se ha vuelto a poner en evidencia el individualismo latino, una verdadera lástima. Quizás sea necesaria una acción colectiva más contundente contra Madrid (¿huelga general en Catalunya?), pero no veo yo en estos momentos que nadie esté mucho por la labor, que las elecciones están a la vuelta de la esquina y con el pan de los políticos no se juega.
Saludos,
Lluís
Lluís, tengo otro ejemplo de comportamiento latino en este caso en el terreno deportivo. Si comparamos la selección española de futbol con la alemana vemos claramente representados dos talantes muy distintos. Los alemanes son como una computadora, como una máquina, un bloque frio y calculador que funciona a la perfección como unidos por un pegamento especial. Por el contrario, la selección española sale al campo como atontada, sin rumbo ni objetivo y sólo ante la agresión sufren el secuestro reptiliano que los catapulta a hacer cosas increíbles con el balón, por desgracia tarde, la mayoría de las veces. Y además generalmente se observa que incluso en los momentos brillantes tenemos una suma de proezas individuales.
Muchas gracias Lluís por ser mi más ávido lector. Seguirem parlant al lab ;-)
Hola nois,
Una puntualización interesante: tanto Podemos como el soberanismo apelan a una emoción que nace de la ilusión. Lo que ha perdido el ciudadano, aparte de poder adquisitivo, y aún más importante, es la ilusión. Los latinos, como buenos extrovertidos, comparten fácilmente ilusiones. Mucho más que servicios, espacios y no digamos dineros públicos.
abrazos
Carles
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