(clicar en la foto para ver el mapa)
Se subió al coche renegando de su tía abuela, y tan atropellado mentalmente, que casi olvidó despedirse de su mujer y sus hijas que le miraban preocupadas desde el umbral de casa. Si bien era cierto que la salud de la hermana de su abuela había ido empeorando en los últimos meses, nunca es plato de buen gusto la noticia de una defunción en la familia. Quizá, porque nos recuerda que nuestro puesto en la fila va avanzando posiciones hacia el precipicio del más allá, o quizá porque un hecho así obliga a compartir emociones íntimas con familiares que se tienen ya casi olvidados.
Además, por si fuera poca la negatividad con la que estaba afrontando todo el asunto, todavía le quedaban unas cuantas horas de viaje por carretera en pleno mes de julio. La razón de tal dispersión familiar radicaba en la circunstancia por la cual la familia, de origen castellano, se había dividido en 2 ramas hacía ya muchos años cuando su abuela había dejado el castizo Madrid para casarse con un industrial textil catalán encaprichado con ella. Así que, sin apenas tiempo para preparase, C.F.J. había pedido un permiso en el trabajo y en plena canícula se disponía a recorrer el trayecto Barcelona-Madrid en el menor tiempo posible.
Como era habitual en él, empezó a cansarse a los pocos kilómetros de puro aburrimiento y comenzó a realizar extrañas contorsiones tratando de desperezarse. Sólo la contemplación de la señal que anunciaba la proximidad de Fraga y el fin de la comunidad autónoma catalana pareció enervar ligeramente su adormilado sistema nervioso. El paso por Fraga le abrió las puertas del infierno pues el calor de aquel mes de julio era tan descomunal que sobre la carretera se formaban irisaciones a través de las cuales parecía temblar la realidad. Así, el ingreso en la comarca de los Monegros, de camino a Zaragoza, le produjo una extraña sensación de soledad e inmensidad, causada sin duda por la súbita e inusitada aridez del paisaje. Se trataba de una sensación de extraña incertidumbre paliada en cierta medida al ver aparecer el primer núcleo poblacional de aquel desierto, la localidad de Candasnos.
¾Cómo puede vivir gente aquí,¾ pensó mientras su ya viejo Volkswagen Bora engullía los ardientes kilómetros de aquella solitaria carretera. La calificación de solitaria no era baladí pues desde hacía ya unos cuantos kilómetros C.F.J. circulaba completamente solo por aquella autopista. ¾Cómo puede ser que en
A medida que avanzaba, iba circunvalando el trozo de desierto disfrazado con grandes lunares verdes que rodea Candasnos y se disponía a atravesar una pequeña cadena montañosa que rompía la monótona planaridad del paisaje estepario. Se fijó a la derecha en el hito que mostraba el punto kilométrico de la autopista AP-
Se estaba acercando a Peñalba cuando distinguió a lo lejos el destello de lo que parecía el parabrisas de un coche que circulaba en sentido contrario. El hilo que tensaba su angustia cedió por un momento mientras la constatación de que otro coche cruzaba aquel secarral le producía un tremendo efecto balsámico. Divisaba ya las casas de Peñalba cuando intersectó al otro vehiculo. Se trataba de un Renault 8 de esos con las ruedas traseras despatarradas cuyo ocupante ocultaba la cara tras un manido sobrero negro de ala corta. La composición parecía un fotograma extraído del baúl de los recuerdos y vaya por Dios, en vez de calmarse, el ritmo cardiaco de C.F.J. iba en aumento. Además, Peñalba no era más que cuatro casas y pronto se vio de nuevo abocado al desolador desierto. Eso sí, le dio tiempo a fijarse en un grupo de ancianos que le saludaba desde el balcón de una de las encaladas casas sobre el promontorio.
¾No sé si es que el calor seca los cerebros o que diablos pasa aquí pero estoy viendo gente muy rara,¾ pensó casi gritando.
Es curioso, pero sin saber de que forma o manera, aquel viaje estaba resultando emocionalmente cargante al son del serrucho de las cigarras mientras C.F.J. se cocía lentamente por culpa de que el aire acondicionado del Bora necesitaba una recarga.
A lo lejos se divisaban algunos retales verdes a los que se iba acercando lentamente. Justo antes de entrar en la zona verde que envolvía Bujaraloz, su retina capto a la derecha el seco y blanquecino tronco de una acacia que hacia las veces de portero del desierto. Ese tronco retorcido parecía el último vestigio de vida vegetal y junto a él se encontraban los restos calcinados por el sol de un vehiculo que creyó similar al suyo. Incluso el deslavazado color que aún se intuía en la chapa polvorienta coincidía con el de su Bora. No le dio mayor importancia y siguió su decidido camino hacia Bujaraloz.
Pasó por delante de una gasolinera pero decidió no parar porque todavía le quedaba medio depósito, y de repente, un camión cisterna se incorporó al autopista justo detrás de él. ¾Bueno, ya tengo compañía,¾ pensó.
Así, encaró Bujaraloz mientras el camión cisterna parecía cada vez más desesperado y realizaba escaramuzas en las que no guardaba la distancia de seguridad. Por un momento, pasó por su cabeza el recuerdo de aquella vieja película de Spielberg, quizás la única buena, “El diablo sobre ruedas”.
¾¡Pero qué cojones quiere este cabrón. Si éramos pocos parió la burra!¾ Y así, enfrascado como estaba en el tira y afloja con la cisterna, no vio la señal que indicaba el pueblo en cuyo término municipal acababa de entrar: Candasnos…
Mientras C.F.J. miraba compulsivamente por el retrovisor, el camión pareció aminorar la marcha separándose progresivamente del Bora para acabar estacionando finalmente en el arcén. Aquello no tenía ninguna explicación, lo cual no le impidió alcanzar cierta tranquilidad.
Continuó circulando desprevenido por aquella solitaria carretera aunque cierto sentimiento de deja vu iba apoderándose lentamente de su percepción. Casi como el fotograma de una cámara de alta velocidad, su retina captó algo en el borde de la carretera que desboco por completo los caballos de su ansiedad. No podía ser, ¾ese cartel indica que estoy en el KM
De nuevo la sensación de soledad casi infantil del niño que pierde de vista a sus padres en el centro comercial se apoderó de él. ¾Debo reponerme, debe haber algún error. ¡Mira! alguien viene por ahí delante,¾ se dijo para sus adentros intentando calmarse...
CONTINUARÁ
2 comentarios:
Joan,
molt bé, ja em tens enganxat a la història misteriosa, has aconseguit crear l'atmosfera típica plena d'incògnites que atrapa al lector, o sigui que estaré molt atent al teu proper capítol.
Per cert, m'ha encantat coincidir en la teva valoració dels R8 de fa tants anys, realment tenien les rodes guerxes!
Lluís
No et faré esperar molt Lluís que no tinc tant de caché per això. De qualsevol manera i tenint en compte la tendencia homicida dels meus relats, ves preparan-te pel pitjor.
Joan
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