miércoles, 19 de octubre de 2011

El Triángulo de los Monegros (Capítulo Final)


Mientras la distancia que le separaba del vehiculo que circulaba en sentido contrario se iba consumiendo lentamente, C.F.J. suplicó benevolencia a la realidad con el fin de obtener algún indicio que le diera la clave de lo que estaba pasando. Sin embargo, la realidad mostró su lado más terco cuando aquel Renault 8 volvió a aparecer delante de sus ojos atónitos. En esta ocasión su ocupante le dedicó una socarrona sonrisa que hacía gala sin reparos de la carencia de piezas dentales de aquel rostro huesudo de nariz aguileña.

C.F.J. intentó bloquear el torrente de pensamientos atropellados que inundaba su mente. Si su cerebro hubiera tenido un botón ON/OFF, este hubiera sido un buen momento para utilizarlo. Casi en estado de shock pasó por Peñalba y de forma masoquista miró hacia el balcón desde donde anteriormente había recibido el saludo de aquel grupo de ancianos. Estaba vacío. Por un momento la situación parecía recuperar cierta cordura. ¾Esto es un cúmulo de casualidades y nada más,¾ pensó con la urgencia de volver al mundo real. Pero desafortunadamente, se encontró con la mirada condescendiente de un agricultor de avanzada edad que con su pequeño tractor se había acercado a la valla que delimita el autopista.

Empezaba a sentir la necesidad imperiosa de pedir ayuda y la próxima gasolinera se le antojó un buen sitio para preguntar. Aminoró la marcha con la intención de parar pero a medida que circulaba por el carril de salida del autopista se iba dando cuenta que la reducción a lo absurdo le dejaba poco espacio para preguntar. Qué iba a preguntar, por donde se va a Zaragoza o si es esta la autopista AP-2. El sinsentido de aquella situación lo puso frente al espejo del ridículo por lo que sólo fue capaz de cruzar un par de miradas con el empleado de la gasolinera antes de volver a incorporarse al autopista sin haber detenido el vehiculo. Salió de aquella gasolinera desorientado, como si fuera el último clavo al que aferrarse antes de ser devorado por el malicioso bucle sin sentido que atormentaba su viaje.

Atravesó la localidad de Bujaraloz y avanzó unos kilómetros más con la agridulce certeza de saber que vendría después. Al menos, no le perseguía ningún camión cisterna y podía conducir con resignada calma.

Efectivamente, allí estaba el cartel anunciando su condena: Candasnos…

¾Me da todo igual,¾ pensó con la intención de conducir un rato sin más preocupaciones, como si nada de esto hubiera pasado. Era la típica estrategia del avestruz y así, se dispuso a sacar el látigo de la indiferencia. Pero la realidad no iba a dejarse dominar tan fácilmente y la serena determinación de C.F.J. salió huyendo como alma que lleva el diablo cuando aquel camión cisterna, que le esperaba en el arcén, su puso en marcha tras su paso para hacerle cercana compañía.

La presencia del camión tuvo su lado bueno. La omnipresente imagen del amedrentador morro de la cisterna ayudó a C.F.J. a realizar aquella iteración sin pensar en nada más, de forma rápida e indolora. Por supuesto, el camión le abandonó en la gasolinera cercana a Bujaraloz justo a tiempo para que su atropellada mente se diera cuenta de que el grado de inclinación solar había cambiado y el improductivo día estaba tocando a su fin. El luminoso del Hostal El Ciervo estimuló sus ganas de tirar la toalla, de abandonar la batalla momentáneamente y hacer borrón y cuenta nueva al día siguiente. Aparcó frente a la entrada y pidió una habitación en recepción. Por un momento pareció recuperar cierto control de la situación. Estaba reventado y todavía no sabía muy bien porque. Una ducha reparadora y una buena cama parecían el mejor remate posible del día.

Se encontraba en la habitación cuando su mujer le llamó al móvil extrañada por no haber recibido noticias suyas con anterioridad. Él mostró una fingida calma y le comunicó que había tenido un problema mecánico cerca de Zaragoza y esto le había generado un retraso considerable. Su mujer aplaudió la decisión de hacer noche en El Ciervo a pesar de que la llegada a la hora del entierro corría peligro. La conversación con su mujer animó bastante a C.F.J. que se puso inmediatamente a mirar los mapas que había en la mesilla de noche soñando con alcanzar el verde valle del Ebro. El cansancio le rindió sobre aquellos cuarteados mapas y un sueño ligero, sudoroso e intranquilo sólo le permitió cierta reparación física.

A la mañana siguiente, se despertó muy temprano y no dudó un momento en bajar al bar a desayunar para reemprender la marcha lo antes posible y poder pasar página definitivamente. La aparente normalidad con la que había pasado la noche, no hacía sospechar ninguna intrincada trampa del destino. Después de terminar su café, se dirigió a recepción para abonar la cuenta de la habitación y recuperar su DNI que había dejado la noche anterior mientras el recepcionista formalizaba su reserva. Esa mañana había otro recepcionista al que llevó su tiempo encontrar el documento de identidad requerido. Mientras C.F.J. esperaba impaciente, el recepcionista masculló una frase entre dientes que enervó la médula espinal del huésped. ¾Total, no lo vas a necesitar,¾ le pareció oír al atormentado viajero. A pesar de que el recepcionista negó y volvió a negar varias veces el haber abierto la boca, este difuso indicio fue suficiente para volverle a conectar con el sentimiento trágico del día anterior.

Salió lentamente del vestíbulo, cabizbajo y pensativo, y se dispuso a arrancar el Bora. ¾Es increíble el calor que empieza a hacer ya a estas horas del día, ¾ pensó mientras bajaba las ventanillas.

El Bora se encaminó lentamente hacia el carril de aceleración del autopista en sentido Zaragoza con la ilusión puesta en dejar atrás aquel odioso desierto. Hoy, había decidido tomarse las cosas con más calma, poco a poco y sin prisa. Así que, fue dejando atrás el pueblo de Bujaraloz a medida que crecía su alegría al contemplar un nuevo paisaje desértico no visto hasta ese momento. Su corazón latía con fuerza al tiempo que la incontenible alegría le hacía dar palmaditas al volante mientras se animaba a sí mismo diciendo, ¾¡vamos, vamos! De repente, un súbito pitido de claxon distrajo su atención. Sonaba como a viejo y cuando se dio cuenta, ya tenía aquel odioso coche a su altura procediendo a terminar la maniobra de adelantamiento. De nuevo el maldito Renault 8 que en esta ocasión parecía querer frenar su marcha y su vía de escape de aquel terrible bucle. En efecto, no tardó demasiado en aparecer la señal que indicaba la pronta entrada en la localidad de Candasnos.

En aquel momento comprendió que jamás saldría de allí. Como un Sísifo de la edad moderna había sido condenado a iterar interminablemente por aquel trozo de desierto del que no saldría vivo. Las manos sudorosas, el corazón desbocado, pensaba en su mujer y en sus hijas y hasta le pidió ayuda al alma de su tía abuela.

Llegó a la altura de aquella acacia de tronco blanquecino y retorcido, compañera de viaje y de suplicio. Usó la salida de Bujaraloz en un último intento para escapar de la pesadilla sin fin. El habitáculo del coche le resultaba cada vez más opresivo y como si se tratara de un barco que se hunde, sintió la necesidad de saltar al mar. Cogió el móvil para intentar comunicarle lo delicado y angustioso del momento a su mujer. Al marcar el número, escuchó al otro lado de la línea una voz automática que decía, ¾le informamos que no existe ningún número de teléfono con esa numeración.

Lanzó el móvil sobre el asiento del acompañante con gesto resignado y abrió la puertezuela enfrentándose a la achicharrante inmensidad del desierto. Comenzó a caminar sin rumbo fijo, huyendo de aquella maldita carretera y alegre por no tener que pasar más por allí. La espalda mojada de sudor, los zapatos polvorientos y la postura entregada a la gran bestia devoradora, así se adentró en el desierto…

A la mañana siguiente, Radio Zaragoza abría así su sección de sucesos: “un hombre de mediana edad cuyo nombre responde a las iniciales C.F.J. ha sido encontrado muerto cerca de la localidad de La Almolda. Se desconocen los motivos de su muerte así como los medios por lo que ha podido llegar hasta las inmediaciones de esta localidad de la comarca de los Monegros…

6 comentarios:

Lluís P. dijo...

Joan,

un nou final macabre, com a la història d'Ulises Couto! Perdre's en un laberint sense sortida, una altra por personal? Durant tot el relat has creat una ambientació de misteri i angúnia molt ben aconseguida, que agafa el cor del lector i el fa tremolar davant del desconeixement, bategar amb força davant de la incertesa i suar fins a l'extenuació a mesura que es mastega la tragèdia. Perquè la tragèdia arriba, vaja si arriba, que ja van dues vegades que el protagonista deixa vídua i dues filles orfes!
Si l'estil i el ritme de la narració són els perfectes per a recrear una situació de desconcert total, trobo que el final podria haver estat un altre, un final que resolgués tots els interrogants que es planteja el protagonista (i el lector) durant la seva estada al laberint dels Monegros. És, per descomptat, una opinió personal sobre els contes, que m'agrada que l'argument sigui, salvant la distància, com la demostració d'un teorema matemàtic, responent a les preguntes que es van plantejant mentre la lectura avança. És difícil, però per a mi és un mèrit addicional al relat. El que passa és que, molt probablement, amb un final de conte on tot quedés aclarit, hi ha el perill que el lector quedés decebut amb les respostes i, per damunt de tot, no aconseguiria foragitar les teves pors, m'equivoco?
Felicitats, i ja pots enviar-lo a la ràdio!

Lluís

Juan Francisco Caturla Javaloyes dijo...

Gràcies Lluís per la teva crítica literària que sempre enalteix les meves petites contribucions al mon de la fantasia.
En quant a com s’ha d’acabar un compte, crec que es un tema del que podríem passar estona parlant però penso que depèn en gran mesura del tipus de compte de que es tracte. Per exemple, si es tractés d’una fàbula hauria d’acabar sempre amb un missatge moralitzant, si es tractés d’un compte infantil amb molta probabilitat tindria un final feliç..
Malgrat això sempre hi ha un punt de relativitat. Es a dir, que si intentem quadrar el final sempre ho farem respecte a la forma de pensar d’un moment donat, a la moral imperant en aquell moment, o al concepte de felicitat d’aquell moment.
Per tant, des del meu punt de vista, si intentem resoldre l’equació, l’historia queda immediatament enclava en un punt del temps i perd calat.
No et passa a tu quant vas al cinema a vore una pel•lícula americana que a mitjan pel•lícula fas ja la composició del final? Es tenim tan calats a aquesta gent que inclús quan volem sorprendre, els enxampem.
En el cas d’un relat de misteri, per mi, el misteri es fa molt més aterrador si queda irresolut, el lector acaba el relat sentint que no esta exempt de que li pase lo que acaba de llegir perquè no ho entén ni sap com evitar-ho. I a mi personalment, m’encanta aquella sensació per la qual el esser humà es troba indefens davant dels capricis del destí, em recorda lo petits que som i lo limitat del nostre enteniment.
Així que qui sap el que passarà la propera vegada que tu o jo passem per Fraga en direcció a Madrid i ens endinsem en el desert dels Monegros...

Lluís P. dijo...

Joan,

generalitzar sempre és perillós, per això estic d’acord amb tu que el final d’un conte infantil en cap cas pot ser igual al d’un de misteri, i reclamar per a qualsevol tipus de relat un acabament arrodonit i quadrat, amb tot lligat i ben aclarit, és absurd.
No obstant, discrepo quan dius que “si intentem resoldre l’equació, la història queda immediatament enclavada en un punt del temps i perd calat”. Les històries de Wilkie Collins (La pedra lunar, La dama de blanc, entre les més conegudes) són un exemple de narracions perfectament resoltes que hom considera obres mestres de la literatura universal (ep, ho diu en Borges!). Quant a les pel•lícules americanes, home, potser pequen totes un xic de simplones, amb happy end mandatory (que diria el savi de Sotogrande) quasi exigit pel públic descerebrat i devorador de crispetes d’aquell continent, exceptuant honroses excepcions com les pel•lícules del director M. Night Shyamalan o les que es presenten al festival de cinema independent de Sundance.
El que volia dir amb els finals oberts és que aquests no estan renyits amb algun element de sorpresa que proporciona al relat aquell punt d’èxtasi que a mi m’agrada tant, com el lleuger sabor àcid d’un bon aceto di Modena en un amanida. Els contes de Pere Calders o els de Jesús Moncada són els meus preferits, els primers mestrívols en situacions surrealistes, els darrers, en finals inesperats (ambdós te’ls recomano de veritat). Aquest factor sorpresa, si bé no té perquè fer entenedor tot l’argument, el valoro molt més si va acompanyat d’un acabament que deixa el fil del relat ben rematat. Si no es dóna aquest cas, què hi farem, no m’agraden tant. Estic d’acord amb tu que “el misteri es fa molt més aterrador si queda irresolut, el lector acaba el relat sentint que no esta exempt de que li passa el que acaba de llegir perquè no ho entén ni sap com evitar-ho”, però a vegades m’ho miro com si l’escriptor hagués escollit un final fàcil. El llibre de Ruiz Zafón, El joc de l’àngel, acaba d’una manera tan oberta que vaig trobar més d’una interpretació a internet, i ni així em va acabar de satisfer del tot.
D’una cosa en pots estar segur: quan torni a passar pels Monegros, segur que recordaré el teu intrigant relat. I això, amic meu, és l’únic i veritable triomf de les teves encertades incursions en el fascinant món de la narrativa.

Lluís

carles p dijo...

Borges, Collins, Pagès i Caturla !!

En primer lloc, felicitats, Joan pel teu nou relat. No veig massa el punt de la vostra discussió respecte als finals: el veritable missatge es troba a la forma. Els finals no ressolts afegeixen un punt addicional d'inquietut. A les narracions d'en Calders, Lluís, l'encant ve donat -imho- per la distància amb que l'autor es regala, especialment en els moments més misteriosos. És com un mag mostrant el doble fons de la seva capsa màgica. Joan: has trobat una catarsi amb el teu relat?

Carles

Juan Francisco Caturla Javaloyes dijo...

Moltes gràcies companys per aquestos petits regals que em feu amb els vostres comentaris i els noms d’autors que han passat per aquí molt abans que jo i dels quals de ben segur que aprendré alguna cosa.
Carles, respecte a la teva pregunta de si he trobat una catarsi amb el meu relat, no estic ben segur a que et refereixes. Si la pregunta fa referència a si el relat ha tingut el efecte terapèutic desitjat per foragitar les pors infantils i irracionals, per suposat que ha funcionat. A mi em sembla que quan jo era petit vaig llegir o em van llegir molts pocs contes de fades que tenen precisament aquesta funció. Així que aquell estadi de la consciència infantil que podem dir “màgic-mitologic” va quedar amb unes quantes preguntes enquistades sense contestar. Ara es el moment de purgar-les i no es la lectura si no l’escriptura el que està funcionant com a medicina.
Si no es això el que volies preguntar-me, perdona pel rotllo però necessitaria alguna indicació addicional.

Joan

carles p dijo...

Hola Joan,

Sí, era aixó el que et volía preguntar. Segueix amb la catarsi!!

Carles