¿Dónde quieres ir cuando mueras? Pues siento comunicarte que el CIELO y el INFIERNO son las dos caras de la moneda que recibirás al morir.
Analizando ambos conceptos, desde mi punto de vista, me doy cuenta de que las dos cosas son estados terminales, es decir, no admiten evolución o crecimiento. Y este es el hecho que los hace igualmente terribles, el estancamiento,
Condenados en el INFIERNO a VAGAR ETERNAMENTE sufriendo mortificaciones repetidamente, sin posibilidad de redención y sobre todo sometidos a la peor de las mortificaciones,
Pero lo peor es que si nuestro destino final fuera el CIELO, la situación no es más halagüeña. Condenados a VAGAR ETERNAMENTE disfrutando placer repetidamente, sin posibilidad de incrementarlo y de nuevo sometidos a
Realmente, ambos conceptos me traen a la mente reminiscencias de la muerte por ser lo contrario a la vida. No crecemos (nos quedamos como suspendidos en el tiempo), no aprendemos (ya lo sabemos todo), no evolucionamos (ya sabemos la verdad), no pensamos (no enjuiciamos), no sufrimos (en el Cielo), no gozamos (en el Infierno). Es decir, no somos YO, sólo somos la mitad de nuestro YO, disueltos en un piélago de YOs que se mueve en sintonía con las mareas.
Para aquellos que pensamos que el camino es igual o más importante que el fin, y que el fin se va manifestando, se va plasmando en el movimiento inherente al camino, el hecho realmente terrible es que nos digan que ya no hay camino. A lo sumo puedes VAGAR en círculos y sin dirección definida, haciendo como que te mueves en una especie de imitación de lo que fue tu vida pero sin llegar a ninguna parte, porque ya no hay PARTES, sólo hay un TODO. No se puede ir de A a B porque A y B, ahora se han unido y ya has llegado a tu destino antes de comenzar a andar.
Ante esta perspectiva, creo que me voy a echar una siestecita, como la liebre del cuento, para soñar con mi destino y alargar el camino. ¡No hay prisa por llegar a B!
3 comentarios:
Joan,
Yo no sé tú, pero prefiero una hurí que me masajee el abdomen eternamente que no tener el hígado como Prometeo durante el mismo tiempo. O sea que cielo e infierno no son exactamente lo mismo, por más aburridos que sean.
Por otro lado, no es necesario morir para dejar de crecer, de aprender, de evolucionar, de pensar, de sufrir o de gozar. Estamos rodeados de verdaderos zombis en todos y cada uno de los verbos que enumeras: actitud funcionarial en multitud de puestos de trabajo, niños teleadictos incapaces de separarse de sus pantallitas de la DS, jubilados que ven pasar el tiempo dormitando en los bancos de los parques o adolescentes ni-ni cuya única capacidad de convocatoria es la del botellón del sábado noche, entre otros. Triste panorama que quizás con la que está cayendo se agitará un poco para despertar a algunos de estos colectivos de un letargo letal.
Sin embargo, por encima de todo esto hay un aspecto que no deberíamos menospreciar: aquí nadie escoge nada, ni cuando nace, ni cuando muere. Nadie te preguntará si quieres ir al cielo o al infierno cuando la espiches, de la misma manera que nadie pidió tu opinión antes de venir al mundo. Pero, ya que estamos, pues tienes razón en que la mejor postura es la de intentar hacer camino, marcándote objetivos que te hagan crecer, que te permitan aprender y pensar, que te hagan gozar después de saber sufrir por ellos. Y que cuando te agobien las preguntas que te planteas en tu artículo, tengas la suerte de poder echarte una cabezadita para soñar que la vida, ese camino de A a B, vale realmente la pena.
Un abrazo,
Lluís
Tiene razón Lluís: la evolución solamente puede tener lugar en vida. Una vez muerto básicamente abandonas la organicidad y, si algo queda de lo formaba parte de ti, ya no es tuyo porque tu ego ya no existe. Es muy ilustrativo comparar las distintas cosmogonías correspondientes a diferentes tradiciones: el universo judeo-cristiano tiene principio, pero no tiene fin; el universo budista no tiene principio pero sí tiene fin mientras que el universo hinduista se está creando y destruyendo constantemente: tienes para todos los gustos. Lo de la hurí masajeándome el abdomen, hombre un rato está bien, pero supongo que la extinción, el nirvana, todavía está mejor. Por definitivo.
Fantástico post, Joan.
Otro abrazo, Carles
Muchas gracias a los dos por vuestros comentarios. Entre todos hemos puesto de manifiesto el grado de infantilismo que presenta la dicotomía cielo-infierno. Esta visión maniquea serena algunas mentes pero yo sigo prefiriendo luchar cada día por el sustento que me hace crecer. También es verdad que no me vendría mal cultivar un poquito más la visión apreciativa y solazarme con las rentas de lo ya conseguido, que no es poco.
Sinceras gracias,
Joan
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