El pasado verano fui al cine a ver “Hancock”, la última película de Will Smith. Ya sabía que iba a ver una película de ciencia-ficción pero me encontré con una película de estulticia nada ficticia, un auténtico insulto a la inteligencia humana.
Estuve tentado de levantarme y escapar de este espectáculo de humillación pública pero las palomitas y la coca-cola actuaron como auténticos opiáceos que me ayudaron a soportar la agresión mental.
Me sorprendió el ex-Bel Air aceptando un papel como ese porque aunque suele encarnar personajes de escaso fondo intelectual, en este caso, pongo en duda que esta creación proceda de la mente más evolucionada de todas las criaturas que pueblan este planeta.
Y esta experiencia nefasta, no hace más que acrecentar la sensación que tengo hace ya varios años de que la sociedad americana está en franco declive intelectual. Si el cine “made in USA” es reflejo de la sociedad americana, cosa que me resisto a creer por pura condescendencia humana, creo que los americanos tienen el cerebro en completo estado de liquefacción. Que me perdone la RAE por apuntarme a la poco ortodoxa moda gubernamental de inventar palabras, pero es que no encontré en el diccionario palabra que describiera mejor la sensación visceral que tengo sobre la primera potencia mundial.
Y ahora es cuando viene la contradicción que me golpea cuando me siento en la butaca del cine. He dicho la primera potencia mundial y es porque no cabe duda que a nivel científico-tecnológico son la punta de flecha. Sin embargo, si su tejido emocional se reduce a la extraordinaria superficialidad mostrada en sus películas, estos seres humanos tienen una mente con un estado de madurez no superior a un niño español de 6 años. Y digo español, no porque sean los más listos del mundo sino porque es la realidad cotidiana que me rodea y me sirve de contrapunto en este argumento.
Pero cómo es posible que una mente humana encierre tan extraordinario imbalance entre la parte científico-racional y la parte emocional. O quizá esta es la explicación de porque son la primera potencia mundial, al tener muy ligero lastre emocional pueden dedicar su mente a otros menesteres más objetivos sin interferencias indeseadas.
A estos les matan 4000 personas de una tacada y sale el presidente dando un discurso que no necesitaría el más mínimo retoque como guión de una película, donde se supone que los muertos serían de atrezo.
Quizá este modelo de sociedad demuestra que es la inteligencia racional la única necesaria para dar de comer a sus miembros y cubrir sus necesidades básicas. Las emociones cuanto más livianas mejor.
Si esto fuera así, la selección natural se encargaría de que los humanos del futuro sean una especie de robots muy eficientes pero que cambiarían del llanto a la risa con simplemente darles un caramelo. Las emociones y los sentimientos quedarían relegadas a una especie de proto-cerebro reptiliano, puros restos fósiles.
¿Pero puede una sociedad avanzar sin un código moral-emocional sobre el que cimentarse?
Todos los imperios han nacido articulados entorno a un nuevo pensamiento o forma de ver el mundo y han caído cuando estos valores se han demostrado equivocados.
Espero que la selección natural no nos relegue a meros computadores biológicos, porque a mi me gustan las emociones fuertes, preferiblemente si son agradables.
Estuve tentado de levantarme y escapar de este espectáculo de humillación pública pero las palomitas y la coca-cola actuaron como auténticos opiáceos que me ayudaron a soportar la agresión mental.
Me sorprendió el ex-Bel Air aceptando un papel como ese porque aunque suele encarnar personajes de escaso fondo intelectual, en este caso, pongo en duda que esta creación proceda de la mente más evolucionada de todas las criaturas que pueblan este planeta.
Y esta experiencia nefasta, no hace más que acrecentar la sensación que tengo hace ya varios años de que la sociedad americana está en franco declive intelectual. Si el cine “made in USA” es reflejo de la sociedad americana, cosa que me resisto a creer por pura condescendencia humana, creo que los americanos tienen el cerebro en completo estado de liquefacción. Que me perdone la RAE por apuntarme a la poco ortodoxa moda gubernamental de inventar palabras, pero es que no encontré en el diccionario palabra que describiera mejor la sensación visceral que tengo sobre la primera potencia mundial.
Y ahora es cuando viene la contradicción que me golpea cuando me siento en la butaca del cine. He dicho la primera potencia mundial y es porque no cabe duda que a nivel científico-tecnológico son la punta de flecha. Sin embargo, si su tejido emocional se reduce a la extraordinaria superficialidad mostrada en sus películas, estos seres humanos tienen una mente con un estado de madurez no superior a un niño español de 6 años. Y digo español, no porque sean los más listos del mundo sino porque es la realidad cotidiana que me rodea y me sirve de contrapunto en este argumento.
Pero cómo es posible que una mente humana encierre tan extraordinario imbalance entre la parte científico-racional y la parte emocional. O quizá esta es la explicación de porque son la primera potencia mundial, al tener muy ligero lastre emocional pueden dedicar su mente a otros menesteres más objetivos sin interferencias indeseadas.
A estos les matan 4000 personas de una tacada y sale el presidente dando un discurso que no necesitaría el más mínimo retoque como guión de una película, donde se supone que los muertos serían de atrezo.
Quizá este modelo de sociedad demuestra que es la inteligencia racional la única necesaria para dar de comer a sus miembros y cubrir sus necesidades básicas. Las emociones cuanto más livianas mejor.
Si esto fuera así, la selección natural se encargaría de que los humanos del futuro sean una especie de robots muy eficientes pero que cambiarían del llanto a la risa con simplemente darles un caramelo. Las emociones y los sentimientos quedarían relegadas a una especie de proto-cerebro reptiliano, puros restos fósiles.
¿Pero puede una sociedad avanzar sin un código moral-emocional sobre el que cimentarse?
Todos los imperios han nacido articulados entorno a un nuevo pensamiento o forma de ver el mundo y han caído cuando estos valores se han demostrado equivocados.
Espero que la selección natural no nos relegue a meros computadores biológicos, porque a mi me gustan las emociones fuertes, preferiblemente si son agradables.