Hace
unas semanas leí en La Vanguardia que el día 20 de Junio era el día más feliz
del año. Y por supuesto para darle empaque, han bautizado el día con un nombre
en inglés, el “yellow day”. Ya tenemos
otro mito en la constelación de días clasificados como el “black Friday”, el
“ciber Monday” o el “blue Monday” del que hablaré más tarde.
Si
bien es cierto, y así lo reconozco, que el mes de Junio es un mes especial, de
despertar, de emociones saltarinas, de meta volante. Termina el curso escolar,
los exámenes finales acechan al albor de los primeros calores y la felicidad
vacacional o el fracaso de ir para Septiembre están a tocar de la punta de los
dedos. Pero no sólo son los exámenes sino que realmente parece terminar un
ciclo vital con el fin de la primavera y el inicio del verano escenificado en
la fiesta de San Juan. En la mágica noche quemamos todo lo antiguo y vaciamos
la pesada mochila que arrastramos desde el inicio del año para comenzar de
nuevo. Así, es un comienzo en la luz, un comienzo agitado, zumbante, vigoroso,
muy diferente al inicio del año después de la Navidad.
Nos
zambullimos en una estación que casi satura nuestros sentidos, el calor
haciendo palpitar la naturaleza y nuestros cuerpos vibrando al ritmo de las
cigarras que atronan los secos eriales de los entornos rurales. Hasta las
noches parecen convertirse en día dándonos una mínima tregua para recuperarnos
del cansancio diario.
Es
cierto, estoy de acuerdo, Junio es un mes feliz si bien Julio y Agosto pueden
llegar a ser un poco agobiantes bajo los efectos perniciosos del excesivo
calor, nuestros cuerpos sometidos a una especie de estrés oxidativo, sudando
sin parar y con nuestras funciones biológicas al borde del colapso.
Así
que a pesar de que Junio, mes en el que nací, me gusta mucho, cada vez
aborrezco más el infernal calor y me hago de la liga de los que prefieren la
quietud, la oscuridad y el frio del invierno.
Y
esto me lleva al “blue Monday”, fecha que coincide con el tercer lunes de enero
y que según los mismos entendidos representa el día más triste del año. Sería
una especie de depresión post-coital después de la vorágine navideña, de las
alegrías consumistas y de la lista de buenos deseos para el año nuevo en la que
nos pegamos un tortazo con la dura realidad de nuestras vidas. No aparecen
jolgorios en el horizonte lejano y todo parece gris como el cielo del invierno.
Reconozco
que el coctel no parece muy halagüeño y los sesudos dinamizadores de tendencias
reconocen que en esta época es mejor no esperar demasiado. Sin embargo, miro el
calendario y compruebo que el próximo “blue Monday” será el 21 de enero que es
justo el día en que nació mi hija Sara y que fue y siempre será uno de los días
más felices de mi vida. Así que me reafirmo con lo de hacerme de la liga del
invierno y celebrar con toda la alegría interior los cortos días de esta
estación, aportando yo el calor necesario para que la vida humana fluya con
suavidad sin los extremos del caluroso verano.
En
resumen, que todo es relativo y particular al individuo y que debemos huir de
las etiquetas que intentan encasillar hasta nuestras emociones más básicas, alegría,
tristeza; por favor déjeme a mi decidir cuando quiero
sentirlas y este año que viene, si me apetece, celebraré el “happy Monday” el
21 de Enero junto a la tarta de cumpleaños de mi hija.
1 comentario:
Joan,
tu texto me ha hecho pensar en la entrevista que sigue:
https://www.lavanguardia.com/lacontra/20180802/451187640763/la-felicidad-se-ha-convertido-en-un-instrumento-de-tortura.html
¿Para cuándo enseñarán en la escuela a pensar para tener un espíritu crítico con tanta tontería que nos rodea?
Un abrazo,
Lluís
Publicar un comentario