jueves, 14 de mayo de 2015

Zonas de Exclusión


Si consideramos la sociedad como un modelo compartimental podemos hacer miles de clasificaciones atendiendo a diversos criterios. Yo en este caso, voy a fijarme en los grupos de exclusión, es decir, defino un gran compartimento central que engloba al grueso de la sociedad y una serie de grupos marginales que, por distintas razones, están aislados, no pertenecen al grupo de los comunes.
En cierto sentido, las personas pertenecientes a estos grupos marginales tienen restringida su libertad bajo una serie de condicionantes que los obligan a permanecer aislados, sin posibilidad de mezcla o intercambios con el común de los mortales.
Me interesan especialmente aquellas situaciones marginales “temporales”, porque en ellas, las personas conocen ambos lados, saben que es vivir arropados por la masa y por el contrario, que es caminar en solitario, sintiéndose señalados, identificados por el simple hecho de encontrarse en esa situación.
En la mayoría de los casos deseas volver cuanto antes al gran océano social de la masa y pasar a ser, de nuevo, uno más del montón. Y, sin embargo, no te das cuenta de la maravillosa nueva perspectiva que te da el haber salido de la corriente principal. Esto permite romper con todas las asunciones y códigos sociales establecidos y recorrer caminos que jamás antes se hubieran soñado. Cuando uno vuelve a reintegrarse ya no es el mismo, se le han abierto los ojos un poquito más y sabe que hay otras maneras de hacer las cosas y otras escalas de valores.
Citaré algunos ejemplos de bolsas de exclusión, de bolsas marginales: la cárcel (internado), el manicomio, un convento, un hospital, la mili, etc… Seguro que a vosotros ya se os han ocurrido unos cuantos más.
Hablaré de mi última suspensión como ciudadano común, mi última exploración extra social, en definitiva, mi paso por el hospital.
En el hospital, la marca que te distingue y te identifica con tu grupo marginal es la enfermedad. O sea, es el propio cuerpo el que te arrastra al dique seco, recordándote sin contemplaciones quien es el que manda en tu vida y preparándote para un verdadero baño de humildad.
En el hospital, la línea entre la vida y la muerte se vuelve más difusa. Cada cuerpo realiza su propio camino en el magma de la metamorfosis enfermedad-curación buscando su propia epifanía.
La sensación de violación profunda de nuestra biología es tan grande, que nos sentimos a merced del castigo divino que nos corresponda por tal osadía. Sentimos que no teníamos derecho para alterar lo que la madre Naturaleza a dispuesto y que el hombre moderno, en un alarde de extraordinaria soberbia, lucha por modular o cambiar el curso de lo natural. Sabes que estás tocando algo prohibido y la ansiedad y el miedo que esto te ocasiona, te hace pedir con la boca muy chica que no se te tenga en cuenta el atrevimiento.
Cada nuevo síntoma, cada nuevo vericueto supone una alteración le la línea entre la curación y la enfermedad. La frontera se ha movido, tienes que buscarla de nuevo e intentar saltarla.
En este estado, miras por la ventana y sientes que no perteneces al paisaje exterior, sientes como si te hubieras exiliado a una especie de limbo en el que tu destino está por decidir, y será aquí, en este hospital, donde se decidirá la puerta por donde abandonarás esta estancia fronteriza.
Si todo va bien, es maravilloso cuando te devuelven tu estatus de “normalillo” y vuelves a sentir la cálida sensación del abrigo social y del anonimato. Lo que sucede en el hospital, se queda en el hospital, llegando a cotas de intimidad increíbles con las enfermeras/os que no son permitidas con el común de los mortales.
A la salida, te arrancas las pulserita con el número de tu historia clínica y vuelves a tu historia vital, personal. Todas las actividades cotidianas adquieren un valor extraordinario y el gozo de volver a vivir te colma totalmente. Las alegrías y las penas, el agotamiento y el placer, las colas en la carretera y los paseos por el campo, todo, todo eso que hacen los del montón adquiere un cariz especial que te hace vivir con una irrefrenable sensación de gratitud.

¡Viva la vida ordinaria porque en realidad es EXTRAORDINARIA!

3 comentarios:

Lluís P. dijo...

Joan,

conforme avanzaba en la lectura, me ha venido a la cabeza un caso de marginales temporales que no citas: los parados, los que han perdido su puesto de trabajo. Muchas de tus frases antes de describir tu paso por el hospital se podrían atribuir perfectamente a estas persones que, por motivos diversos, se ven privados de unos ingresos regulares en el tiempo. Como muy bien dices, cuando vuelvan a recuperar el estatus de trabajadores, habrán ampliado su sabiduría tras pasar por una amarga experiencia que les ha sacado de su zona de confort.
Dedico este comentario, un simple apéndice a tu acertado texto, a todos aquellos compañeros que, por desgracia, se han visto abocados a esta nueva situación de incertidumbre esta semana pasada, con la convicción de que volverán al mundo laboral más fuertes y más sabios.
Un abrazo a todos ellos (y a ti, por supuesto).

Lluís

carles p dijo...

Hola Joan,

Tu última frase resume todo tu texto e incluye una profunda reflexión.
Me uno a Lluís en el apoyo a nuestros ex-compañeros y deseo que este período les proporcione tanta sabiduría como a ti tu paso por el hospital (con enfermeras, por supuesto!)
Otro abrazo

Carles

Juan Francisco Caturla Javaloyes dijo...

Queridos amigos,
mis entradas siempre son completadas gracias a vuestra sabiduría y benevolencia. En esta ocasión tenéis toda la razón al recordar que estar fuera del mercado de trabajo es claramente una situación de exclusión social. Cuando disfrutamos de un día de fiesta personal, podemos percibir lo raro que nos resulta caminar por las calles en horario laboral aunque evidentemente esto no tiene nada que ver con quedarse en el paro.
Recojo vuestra dedicatoria y la hago mía con el propósito de apoyar y animar a los compañeros que recientemente se han visto obligados a tenerse que reinventar. Es precisamente este ejercicio de reinventarse el que nos hace crecer, si bien, es ciertamente doloroso.
¡Salud para todos!