Tarde plomiza,
el cielo desciende pesado
oprimiendo las almas
como en el sótano bajo.
Un sentimiento de tristeza
lo impregna todo,
es la tristeza universal,
la tristeza esencial.
El mundo de los vivos calla,
y contempla en silencio receloso
la autoridad de la madre Naturaleza.
Miro hacia la ventana,
una gota de agua se desliza por el cristal,
para fundirse en la ranura del marco
con un mar de almas grises,
que ya han aceptado su destino.
Mi interior indefenso
se asoma al abismo del infierno gris,
y me siento atrapado
por una melancolía atemporal,
sin fin aparente.
No tengo más remedio
que cambiar el color de mi sangre
por el gris plomizo que me embebe,
y abandonarme al sentimiento
que potenciará mi alegría
cuando cese la lluvia
y el cielo se haga inmenso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario