martes, 7 de febrero de 2017

La hipótesis Gaia


En 1969 el químico James Lovelock ideó la hipótesis Gaia. Según  esta hipótesis la vida fomenta y mantiene unas condiciones adecuadas para sí misma, afectando al entorno, de manera que la atmósfera y la parte superficial del planeta Tierra se comportan como un todo coherente donde la vida, su componente característico, se encarga de autorregular sus condiciones esenciales tales como la temperatura, composición química y salinidad en el caso de los océanos. Es decir, que la biosfera autorregula las condiciones del planeta para hacer su entorno físico más hospitalario con las especies que conforman la «vida».
Por tanto, debemos asumir que a medida que la vida evoluciona sobre la superficie del planeta también va provocando un cambio dinámico de su entorno de manea que favorezca la existencia y requerimientos de especies más evolucionadas. En este sentido tendríamos un sistema en perfecto equilibrio que se extendería a lo largo del tiempo. Creo, sin embargo, que existe un “bug”, una puerta trasera en esta teoría que desestabilizaría la armonía planetaria proyectada por la hipótesis Gaia. Ese colapso del sistema se produciría con la aparición de la conciencia, y me explico.
En este sentido, a medida que la vida evoluciona y da lugar a la aparición de organismos más complejos, aparece la conciencia encarnada en aquellos organismos más evolucionados capaces de pensar, dotados de la capacidad cerebral de generar el pensamiento. Desde el momento que eso ocurre, entran en juego toda una serie de motores que no se encuentran en sintonía directa con la vida, es decir, los seres pensantes alteran ciertamente su entorno, la Tierra, pero no lo hacen en base a condicionantes naturales dirigidos a favorecer la supervivencia sino a intereses muy distintos que hasta podríamos clasificar de “idiotas”. Entran en juego el orgullo, el amor y el odio, la apreciación de la belleza, el miedo, la soberbia y toda la infinidad de productos de una mente pensante, todos ellos con una finalidad muy distinta que la de perpetuar la vida sobre el planeta.
Quiero con esto decir, que la especie con más capacidad de alterar el planeta, que es el ser humano, rompe con los fundamentos de la hipótesis Gaia ya que en general los motivos por los que modifica su entorno están bastante alejados de la premisa de perpetuar la vida en la Tierra. Entran en juego intereses económicos, motivaciones individuales en contraposición al interés colectivo, o simplemente estupidez que van dirigiendo al planeta hacia unos derroteros  que no suponen aumentar la habitabilidad de la Tierra. Más al contrario parecen encaminados a desolar la faz de la Tierra de tal forma que no sea posible la vida.
Por tanto, para mí, la hipótesis Gaia alcanzaría un clímax con la aparición de la conciencia, es decir, tendría como tope evolutivo la aparición de seres capaces de pensar y a partir de aquí se produciría una involución, una destrucción de la vida hacia estadios menos evolucionados como únicos posibles supervivientes. ¡Siempre hemos intuido que si la raza humana destruye la Tierra sólo se salvarían las cucarachas!
¿Quiero con esto decir que la conciencia es incompatible con la vida que la sostiene? Me temo que desde que aparece la capacidad de recrear la realidad en nuestra mente de forma individual y crear nuestra propia realidad, nos escindimos del todo, de la madre Naturaleza, y abandonamos nuestra condición de seres vivos basados en el carbono para creernos seres espirituales inmortales. Así, mientras nuestro nivel de conciencia no alcance niveles más elevados que rompan la dualidad individuo-entorno y que nos permitan entrar en comunión de nuevo con la Naturaleza, la vida sobre el planeta corre peligro de extinción.
Por eso creo que en los tiempos actuales la hipótesis Gaia chirría y me encantaría de todo corazón que alguien me demuestre lo contrario.

5 comentarios:

Lluís P. dijo...

Joan,

Desde la aparición del Homo Sapiens, hace ya la friolera de unos doscientos mil años, la relación entre el hombre y su entorno se ha mantenido en cierto equilibrio hasta quizás hace unos doscientos años, cuando se disparó el consumo energético que propició la Revolución Industrial. Por lo tanto, si podemos hablar de conciencia desde que podemos hablar de hombre como lo conocemos en la actualidad, ésta ha sido una conciencia hasta cierto punto respetuosa con el medio ambiente. A mi modo de ver, no es la conciencia humana la causante del cambio climático que estamos sufriendo, si no la mala conciencia, la cual se adueñó del espectacular avance científico para fines egoístas. Una mala conciencia que, bajo la dictadura del poderoso caballero es don dinero, ha alcanzado cotas devastadoras sobre la naturaleza: desforestaciones masivas, contaminación ambiental, calentamiento global provocado por las emisiones desbocadas de dióxido de carbono, entre otras. Sin embargo, se ha despertado la buena conciencia para contrarrestar tanta acción auto destructora: las energías renovables, la minimización del uso de combustibles sólidos, el ahorro energético en los hogares y el reciclaje de los residuos son algunos ejemplos que han aparecido en la palestra de la opinión pública para luchar contra la amenaza de un mundo inhabitable. Energía limpia contra energía sucia. Mi esperanza es que se restablezca el equilibrio hombre/naturaleza y que, en un gráfico de tiempo frente a temperatura global del planeta, este episodio actual quede en un pequeño pico perdido en una larga y monótona línea plana.
Y no me olvido de Gaia. ¿Por qué no incluir la conciencia humana en la biosfera, la que “autorregula las condiciones del planeta para hacer su entorno físico más hospitalario con las especies que conforman la «vida»”? Estamos hablando de la conciencia del hombre, de un organismo que forma parte indisoluble de la biosfera. A pesar de su acción depredadora, el hombre no es del todo ignorante de la consecuencia de sus ataques al entorno, y aprende de sus errores. En este sentido, la buena conciencia lucha para reestablecer el equilibrio tambaleante, como lo hace la naturaleza ante un desastre natural: nuevos brotes verdes después de un incendio forestal, ríos que vuelven a su cauce cuando pasa la inundación, etc... Nosotros, en el bando humano, tenemos el deber de sumarnos a la causa de la conciencia buena, la única que apuesta por la supervivencia.

Lluís

Lluís

carles p dijo...

Compañero de openspace,

Me sumo a la opinión de Lluís. El modelo Gaia contempla la formación y creciente complejización de bucles pero no contiene ninguna teleología asociada. Es el reconocimiento del pensamiento complejo asociado a la ecología, que se describe con un modelo matemático. Cuando te refieres a conciencia piensas en la humana, pero cualquier ser vivo tiene su cuota de conciencia, en un árbol de jerarquías que a partir del reino vegetal va ascendiendo hasta la humanidad, que es capaz de incorporar la conciencia de segundo orden (la conciencia de tener conciencia) y lo que antes se llamaba "libre albedrío". Y ahí empieza un grado superior de complejidad. Este libre albedrío, a base de incorporar la famosa relación mente-materia dentro de los bucles ecológicos, los hace más lentos, ya que el retorno del bucle no viene ya dado por un fenómeno físico sino mental (por bien que ambos fenómenos sean dos caras de la misma moneda). Y para ver que las cosas no se hacen bien se tienen que ver los dientes del lobo. A propósito, en su último libro, Lovelock afirma que debemos dejar de preocuparnos por el destino del planeta. Si lo molestamos sobremanera, nos eliminará y se quedará tranquilo. Aunque ya muy anciano, este autor mantiene una lucidez envidiable: https://www.youtube.com/watch?v=yc4IzFWVC50. ¿Por qué no le escribes? Quizás quiera discutir contigo la cuestión...
Un abrazo
Carles

carles p dijo...

Hola otra vez,

En https://www.youtube.com/watch?v=9cDQmr-CKH4 leo una explicación alternativa que transcribo:


GAIA SEEDING
The following is an alternative interpretation of man’s role within the Gaia hypothesis put forward by James Lovelock.
It proposes humans are a natural deliberate process as opposed to a destructive force.
To assume that man’s activities are destructive towards the Earth is to imply that a massive self-regulating organism (Gaia) producing both the resources and the species wired to extract those resources is flawed.
Gaia produces a geological foundation that has blossomed into easily accessible resources for one mankind who is naturally well adapted to extracting, transforming and utilizing those resources.
Balance and intent are natural protocol, would not this protocol extend to man.
We have limited knowledge of what our activities will and are producing in this microscopic Earthly time period. On a geological scale the last few centuries are miniscule. What appears to us like a slow arduous process of conflict, social unrest, pollution and war may be nothing more than a natural friction required within our species, with the intent to produce a specific outcome at a specific time period.
To overcome extinction life-forms strive to reproduce. How would Earth overcome its own demise? Aware of its own mortality in relation to the Sun, would it not produce a method of reproduction. Viewing mankind as an integral part of this process generates a different perception of our place and function on Earth. If this Planet is a self-regulating organism then mankind’s recent advancements and associated global behaviour is unlikely to be a mistake. Is it not more likely to be a relevant functioning part of Earths continuation?
Could this ‘human friction’ be a masturbatory time aimed to produce Gaia seeding results in the form of humans? Nature (Gaia) lays down the initial foundation for growth and reproduction, not mankind. Our species has always been dependent upon the Earth, and without our species it would appear that nothing on Earth is compromised. However no other species has the relationship between Earths resources, man-kinds transformation of those resources and inter-Stella travel. This relationship may be as natural as any other seeding process. In order for mankind to survive elsewhere he would require earthly resources that would then be seeded elsewhere.
...

carles p dijo...

....
Man himself may be the seed as he would need to reproduce similar conditions on another planet thus a form of Gaia rebirth occurs. No other species that we know of on Earth is capable of fulfilling deep space travel. Is it plausible that mankind’s behaviour is a natural process?
The vast majority of us do not even contemplate the greater possible implication of our function. No more than an ejaculated sperm has any more information other than ‘that way’ at the beginning of its journey, yet it carries in it a wealth of information. Without our species natural competitive and often aggressive behaviour, would anything ever develop towards space (seeding) travel?
The unattractive truth may be that left in a utopian world man would be unlikely to find any motivation to construct ‘off world’ transportation. Therefore does nature produces ‘human friction’ to get things ‘moving’. In a broad sense, overpopulation, resource competition and consequential conflict will continue to motivate man closer to deep space flight. That would result in a form of Planetary seeding.
Observing mankind under microscopic conditions, are not all our ‘achievements’ leading to a pathway of planetary reproduction. Is the motility grade applicable to humans as well as sperms and is the reason similar. Friction, in built-motivation to compete, natures desired result. During a typical human conception millions of sperm fail and one succeeds, at that point in time ‘natural design’ is not remotely concerned with the protection, safe passage or concerns of the ‘others’. Why would natures methods of selection alter on the macrocosmic growth of that seed. Are we simply at a different stage of reproduction? Are billions of humans required to guarantee the Planets seeding?

Juan Francisco Caturla Javaloyes dijo...

Como siempre amigos míos, os estoy absolutamente agradecido por hacerme pensar un poco más. Reflexionar es siempre crecer.
Estoy totalmente de acuerdo sobre que la hipótesis Gaia puede desarrollarse sobre una serie de bucles concatenados que consistirían en complejizar la vida hasta alcanzar la conciencia de segundo orden que por su comportamiento antinatural conllevaría una involución hacia especies menos evolucionadas empezando el bucle de nuevo. Por tanto, pienso que la hipótesis Gaia tiene un techo representado por el nivel de conciencia de los seres humanos y que la vida se encontraría enmarcada entre los organismos monocelulares más sencillos y aquellos capaces de generar la conciencia de sí mismos.
Por otro lado, leyendo las reseñas que me indicas Carles, me hace pensar que dibujan un organismo “Gaia” que va más allá de la Tierra. A mi entender, podríamos extender los confines homeostáticos que conforman Gaia hasta englobar el sistema solar o toda la galaxia. La vida intentaría perpetuarse y adaptar todo el espacio que se muestra disponible delante de ella y que dependerá de las capacidades tecnológicas alcanzadas por los seres vivos. Por eso el ser humano tiene el “deber” de explorar los confines más allá de la Tierra, como siempre ha hecho cuando fuimos colonizando lentamente todo el planeta. Ya que somos la especie con más capacidad de alterar su hábitat, debemos adaptarnos y adaptar nuestros hábitats. Si bien es cierto que me gustaría tener una visión positiva sobre este proceso modificador del hábitat, no me gusta la idea de que vamos quemando los recursos que nos ofrece la Naturaleza y por eso necesitamos movernos para seguir “explotando” los recursos de nuevos hábitats. Sería maravilloso que los bucles evolutivos fueran círculos virtuosos pero me temo que no, que son círculos viciosos de gran capacidad destructiva y que necesariamente conllevan una involución de la biosfera. He visto que Lovelock es también bastante pesimista acerca del futuro del planeta.
No descarto interaccionar con el genio Lovelock a ver si tiene a bien contestar a un humilde lector de sus teorías, sería ciertamente interesante.