Con el temple firme enfilé el
pasillo,
decisión tomada, paladar fino.
Crepitó el tembloroso
fluorescente
y me partió el rostro alicantino
machacando bruscamente
mis luces y mis sombras.
Mirando la nevera con urgencia,
me asaltó la duda, flojeó mi
ánimo,
85% de pura esencia.
Mi alma nunca fue tan pura,
mi lengua se arruga,
mi garganta se seca
y me turba su aroma
antes de llevármelo a la boca.
Duro de roer crujió entre mis
dientes
lanzando su puñetazo
astringente.
Mi lengua intentó enjuagarlo,
la masa se hizo un bolo,
y perdí la esperanza de
dominarlo
antes de que colara triunfante
por el bajante alimentario.
El segundo envite fue aún peor,
seguía crujiendo entre rechinar
de dientes
pero al final se mostró
clemente
y le hizo caso al domador.
Poco a poco fue cediendo
terreno
mientras mi boca no paraba de
amasar.
Un chupetón marcó el final
de aquella onza, 85% de puro
cacao,
un potro duro de domar
sobre el que cabalgó mi lengua
anoche.