miércoles, 13 de noviembre de 2013

Vida Narcótica


Tantas veces se ha hablado sobre esto que poco más se puede añadir. El nivel de estimulación habitual es tan elevado en el hombre del siglo XXI que los umbrales de sensibilidad se han embotado de forma considerable. Esto produce una repercusión inmediata en la capacidad de percibir la vida que nos rodea, de manera que pasamos gran parte del día semi-inconscientes y con la sensación de cabalgar sobre un tren que no se detiene en menudencias.

Parafrasearé a Marx cuando decía aquello de “la religión es el opio del pueblo” para decir que eso sigue siendo vigente en la actualidad con la precaución de intercambiar la palabra “religión” por “deporte televisado”. La gran masa comulga cada fin de semana sintiendo la pulsión de algo que le motiva delante de los televisores que retransmiten partidos, especialmente, partidos de fútbol. El resto de la semana la pasamos corriendo de allá para acá, esclavos de nuestra agenda, de nuestros anhelos y de la sociedad de consumo que nos maneja como polichinelas, dosificando convenientemente las recompensas materiales con objeto de conseguir el mayor rendimiento del individuo. Es como jugar al Monopoli con la pirámide de compensación de Maslow. ¿El resultado? una vida hueca, falta de autenticidad, y llena de recompensas enlatadas que nos permiten seguir viviendo narcotizados.

1 comentario:

Lluís P. dijo...

Joan,

Lo primero que me ha venido a la cabeza después de leer tu entrada ha sido la frase de Groucho Marx “encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro.” Y la cito porque es lo que me ocurre a mí de un tiempo a esta parte, la televisión es pieza fundamental en este efecto narcotizante colectivo y he conseguido anatematizar la caja tonta.
El problema no es que un padre posponga el escoger un libro para contarle un cuento a su hijo a punto de irse a la cama cuando echan por la tele una semifinal de la Champions League con el Barça jugando contra el Real Madrid. El problema es que esta comunión padre-hijo sea cada vez más infrecuente por culpa del tren de vida desbocado que llevamos, con agendas de trabajo repletas de reuniones interminables y horarios muy lejos de los estándares europeos.
Sin embargo, hay gente que consigue conjugar sus inquietudes personales, su trabajo y su relación con su família y amigos de manera sobresaliente. Consiguen que sus hijos les busquen para escuchar por enésima vez un gato con botas más que dramatizado, para reservar a continuación una mesa para una velada íntima con su mujer y quedan para la mañana siguiente para una salida al campo con un grupo de amigos, sin mencionar su gestión eficaz del equipo de trabajo. ¿Su secreto? Proponérselo, tan sencillo como tener la voluntad de conjugar tantos elementos esenciales en la vida (hijos, amigos, pasiones...) movido por las ganas de conseguirlo, poner manos a la obra en organizarse en esta jungla en que se ha convertido la vida cotidiana. Sólo con fuerza de voluntad saldremos de los efectos de la narcotización, sólo proponiéndonoslo. ¿Difícil? De ninguna manera si de verdad hay ganas de hacer lo que realmente nos apetece.

Un abrazo,

Lluís