miércoles, 13 de abril de 2011

¡Qué vienen los extraterrestres!


Se trata de una secuencia de pulsos parecida al código Morse que aunque todavía no ha sido descifrada, denota su origen inteligente. Esta señal ha sido captada por todos los radioteslescopios involucrados en el proyecto SETI proveniente de la estrella Gliese 581 que se encuentra situada a unos 20 años luz de la Tierra en la constelación de Libra. La decodificación de esta señal se ha convertido en un asunto de importancia capital con el fin de saber que nos quieren decir. La intensidad de la señal ha sido tan alta, que ha podido ser captada incluso por radioaficionados de todo el mundo, impidiendo a las autoridades el control de la gran noticia: ¡por fin tenemos evidencias de que no estamos solos!

Era evidente que si el Universo había sido capaz de interpretarse a si mismo mediante la creación de un determinado ensamblaje molecular llamado ser humano, este fenómeno podía y debía haberse producido un número indeterminado de veces en entornos parecidos, donde el equilibrio de las fuerzas de la materia fuera proclive a tales organizaciones.

Bien, y ahora que sabemos positivamente que no estamos solos, qué hacemos. Les preguntamos si vienen en son de paz, si ellos también sufren o han sufrido crisis económicas, qué fuente de energía usan, si también se matan entre ellos, si tienen jornadas laborales de 8 horas, si van a comprar al Carrefour o al Mercadona, si sus políticos son corruptos o más aún, si tienen políticos.

Pensándolo un poco fríamente, los átomos de carbono, hidrogeno, oxígeno o nitrógeno deben ser igual aquí que en Libra por lo que no deberíamos esperar seres muy diferentes a nosotros. Quizá en diferente estado de evolución, no hay que olvidar que son ellos los que nos han contactado a nosotros, pero a fin de cuentas seres inteligentes que han tenido a bien explicitar su existencia.

Lo que me preocupa es la raíz de la motivación de tal comportamiento. ¿Es plausible pensar que una civilización inteligente ha cruzado medio Universo para hacerse amiga de los seres inteligentes que habitan la Tierra sólo por curiosidad? A los diez minutos descubrirían que somos unos amigos cargados de problemas, es como ese amigo que siempre te cuenta sus penurias con el fin de recibir consuelo, es decir, como amigos somos bastante pesados. Entonces, si no vienen como amigos es que viene a robarnos lo poco que tenemos, algo que nosotros tenemos y ellos no. Pero esto no casa, es como si esta civilización tan avanzada tuviera que ir al rastro para conseguir alguna pieza desgastada por el uso. O sea, que no alcanzo a comprender los motivos de tan magna empresa.

Y qué haríamos nosotros con ellos. Para resolver esta pregunta me propongo ayudarme de un experimento modelo. Se coge un esquimal por encima del paralelo 80º de latitud Norte y se sitúa en Times Square, o qué narices, en las Ramblas de Barcelona, y se estudia la evolución del sistema a partir de este tiempo cero. En los primeros diez minutos florecería una bonita y sana curiosidad mutua entre el esquimal y la turba de transeúntes que pueblan tan animadas calles. Pasados estos diez minutos afloraría la necesidad de respuestas, no vale “en las Ramblas hay un esquimal simplemente porque sí”, sino que enseguida nos preguntaríamos qué hace un esquimal aquí; el esquimal también podría preguntarse que hace allí o qué hace tanta gente pasando por allí. Los más avezados empezarían a echarle monedas pensando que se trataba de una nueva estatua humana, a lo que la autoridad respondería inmediatamente pidiéndole el carné de estatua expedido por el Ayuntamiento. Ante la indiferencia del esquimal, sería desalojado de allí teniendo que caminar un poco hacia Colom. Descartado el móvil económico, la pregunta se alza más arriba que nunca, ¿qué hace este esquimal aquí? A partir de este punto del experimento, empezaría otro tipo de interacción, digamos de tanteo. Unos dirían, - hombre, la botas que lleva no están mal y la pelliza debe abrigar un montón. Los carteristas empezarían a rastrear la presencia de bolsillos y mirar con ojos de deseo el zurrón de piel de foca. El esquimal por su lado, no quitaría ojo al gofre con chorreras de chocolate de la australiana de la camiseta de rayas y al familiar olor a tabaco de pipa del cincuentón con la poblada perilla. Asimismo, el esquimal vería como, casi por movimiento browniano, aumenta el roce, el fregoteo, es lo que llamaríamos la etapa de contacto físico. A los pocos instantes, el esquimal se encontraría desposeído del zurrón y del sobrero, arrebatado este último por un niñato, hijo de papá, que se ha entrometido en el experimento sin autorización. Continuaría el tanteo de fuerzas, el cual tendría un punto de inflexión al asomar el mango de machete desollador de focas que el esquimal llevaba al cinto. En este momento entrarían en acción los trileros que con una hábil maniobra desarmarían al esquimal mientras este hacía juicios sobre la gente tan simpática que había en aquel lugar. Dos horas después de haber comenzado el experimento, el esquimal se encontraría al pie de la estatua de Colom completamente desplumado y compartiendo una litrona con un borracho. En este punto damos el experimento por concluido habiendo llegado invariablemente a la alienación cultural por parte de la civilización dominante.

Con las conclusiones del experimento sobre la mesa, me parece que el contacto con una civilización extraterrestre no traería nada bueno para ninguna de las dos vertientes.

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