Comienzo
con este oxímoron que me viene como un guante para remarcar la condición de
crisis existencial en la que vivimos estos días. “Crisis”, fracaso, vacío, la
nada, el abismo y la necesaria decisión, la reinterpretación, el nuevo
comienzo. Pero ese renacer todavía está por venir…
Así
que ahora tenemos crisis, y parece que la tendencia social nos arrastra a
convertirnos en “zombies”. Los zombies son aquellos seres, generalmente de
forma antropomorfa, que se mueven a pesar de ser inanimados. Realmente están
más cerca de ser objetos que de otra cosa, objetos articulados, o
desarticulados en algunos casos, que andan hacia no se sabe donde y por eso
reciben el nombre de caminantes
eternos. También comen mucho a pesar de que sus carnes no medran, no les
aprovecha la comida, y hablan bastante en su idioma que recuerda a lastimosos
gemidos. Por su forma de comportarse, parecen anhelar la vida y cuando huelen
una brizna de ella, se alinean todos como si fueran limaduras de hierro en un
campo magnético. Curiosamente, su condición “zombie” parece anular las
diferencias de raza, credo o estatus social y todos son bastante iguales,
iguales a la nada. Su variedad es más fruto de la creatividad de la Parca , que decora sus
cuerpos con un número de miembros variable y crea verdaderas obras de arte con
los jirones de carne que todavía atesoran los desgraciados.
Pero
para mí, la principal característica de los zombies es la vacuidad de su
existencia, no tienen nada en la cabeza,
a veces literalmente, así lo mismo les da ir que venir y sólo son capaces de
proferir gemidos que ni ellos mismos alcanzan a descifrar.
Y
ahora, ¡qué tonto soy!, se me ha erizado el vello al releer el párrafo anterior
y ver que es una buena instantánea de la sociedad actual. ¡Somos literalmente
zombies!
Los
agentes sociales gritan, los políticos gritan, los líderes mundiales gritan y
los borrachos del bar del pueblo también gritan pero yo sólo oigo gemidos,
igualitos a los que emiten los zombies. Incluso, hay una generación que se
debate entre la estética gótica y la monstruosa, que los ojeadores de la moda
internacional han sabido colocar en la mente de los adolescentes como
consecuencia de una muy acertada lectura de los signos de nuestro tiempo.
Estamos viviendo la era de la muerte en vida.
Princesas
Zombie, Blancanieves, Cenicienta, Rapunzel, la Bella Durmiente ,
Sirenita,…todas zombie y por definición una vez zombificadas, todas iguales. La
pureza de Blancanieves, la difícil adolescencia de Cenicienta, el feminismo
reivindicativo de Bella y el resto de cualidades encarnadas en cada princesa,
todo a la olla para hacer un gris puré zombie, a la espera de un nuevo
paradigma de la belleza, del valor del esfuerzo,… y en definitiva de la vida
humana.
Dicho
con palabras más crudas, tenemos toda una generación de niños, adolescentes y
jóvenes que han nacido en la muerte, han nacido en el valle que hay entre dos
modelos de avance humano. Los padres, que todavía recordamos lo que era la
ilusión, intentamos protegerlos, meterlos en una burbuja que pretendemos tener
cerrada hasta que la vida vuelva a eclosionar. Pero no sé si lo conseguiremos,
todo huele a zombie y los vástagos van creciendo sin tener nada sano, que no
huela a podredumbre, que echarse a la boca. ¿Seremos capaces de trazar el
puente necesario por encima de este valle? ¿En que piensan los profesores y
educadores cuando entran en clase? Se hace imprescindible la capacidad de echar
la mirada muy lejos para no caer en el sálvese quien pueda, o ir superando
niveles educativos al más puro estilo zombie. Una gran responsabilidad, la de
los profesores.
Como
persona y como padre, anhelo que mis ojos alcancen a ver el despertar de esta
larga hibernación del alma, en contraposición a lo que sugieren mis peores
pesadillas, donde sólo me queda camino de muerte por recorrer.
Quizá
la opción zombie es la mejor en estos casos y los caminantes no hacen otra cosa que seguir al pie de la letra los
versos de Machado cantados por Serrat, “caminante no hay camino, se hace camino
al andar”… y ya veremos por donde salimos.