Compro vajilla
que refleje el sol por la noche
y la luna por el día.
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Júpiter el plato llano,
Saturno el plato hondo,
Venus es el de postre
y
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Comer,
beber
y leer;
cagar,
mear
y escribir.
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Este mar circular
desemboca en mi boca
y se mezcla con la tierra
que viene de la redonda cantera
para formar la argamasa
que aguanta mis costillas.
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En el fondo de mi vaso de leche,
encuentro la luna llena cada noche.
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El tenedor es la mano del famélico.
El tenedor es el cactus del jardín de los cubiertos.
La cuchara es el espejo del hambre.
En casa del Palo, cuchillo de herrero.
En casa del carpintero, no usan cuchillo.
POST SCRIPTUM EXPLANATIO: Con el tiempo, vamos olvidando que nuestra vida se sostiene, como un castillo de naipes, sobre un soporte biológico muy concreto, el cuerpo. Y el cuerpo se enfada y, de vez en cuando, nos recuerda su existencia causándonos dolor. Entonces, nos acordamos de que hay que cuidarlo, intentamos reconciliarnos con él y hacerle algún mimito hasta que se le quita el enfado y deja de doler. Y de nuevo volvemos a olvidarnos de él.
Con la crianza de los hijos, volvemos a recordar la importancia del cuerpo ya que nos dedicamos a la construcción, al levantamiento de sus pequeños cuerpos. Ahora, no me come, ahora no duerme, hay que darle más verdura porque va estreñido, es decir, entramos de cabeza a resolver toda la aritmética alimenticia y vemos como para ellos el acto de comer o beber no es un acto rutinario, ni automático. Ellos le dedican el esfuerzo que se merece a acciones como comer, beber o ir al lavabo.
Como siempre que un ser humano dedica un esfuerzo para conseguir algo, aparece toda una trama mental, a veces, épica. Cuantas veces tenemos que darles miles de explicaciones, argumentos, promesas y recompensas para que se coman un plato de lentejas.
Producto de esa sustancia argumental pueden aparecer creaciones como mis greguerías de cocina (creacioncitas) que cuentan las aventuras de padres y niños en el campo de batalla al calor de fogones.