Menos
mal que a cada día le sigue su noche, con su oscuridad que todo lo envuelve,
que todo lo tapa y lo permite. La noche es benevolente, nos contempla y nos
comprende en nuestras horas bajas cuando el cansancio y el sueño se adueñan de
nuestra voluntad. La noche es ese paréntesis en el que morimos y volvemos a nacer cada día con
renovada energía, es el intervalo del descanso que insufla aire fresco en
nuestra percepción del mundo y que nos hará ver las cosas con renovada mirada
al día siguiente. Aunque no lo parezca, se producen muchos procesos durante la
noche, nuestro cerebro no para de visualizar la secuencia de imágenes que
conformaron nuestro día, e incluso nuestra vida, y con todo ese material amasa
decisiones, nuevas perspectivas y nuevos caminos que emprender con las primeras
luces del día.
La
noche me reconforta, esconde mis actos con su gran manto de oscuridad y me
lanza hacia el descanso, esas pequeñas vacaciones de unas horas que nos damos
todos cada día, o mejor dicho, cada noche. Cada noche siento una suave y
templada sensación que me acompaña a lo largo de mis horas de vigilia nocturna,
a veces materializada en una taza de café caliente entre las manos y que de
cualquier forma, me induce un dulcísimo sentimiento de acompañamiento quizá de
todas las almas de los noctámbulos que como yo pululan en la noche.
Es
cierto que la noche puede ser traicionera si se lo permitimos, si no estamos en
paz con nosotros mismos. Si no aceptamos nuestro día tampoco aceptaremos
nuestra noche. Las preocupaciones, los problemas no resueltos y las metas por
superar pueden abrir la puerta al insomnio y negarnos el natural discurrir del
descanso y la regeneración. Hay que saber manejar la noche, comprender su
mecanismo y entender las reglas del juego si no queremos que nos juegue una
mala pasada. No solucionaremos de forma racional lo que no pudimos atajar
durante el día y el acelerar nuestro ritmo durante la noche no nos traerá nada
bueno. Cada momento tiene sus reglas y debemos entenderlas y acatarlas si
queremos disfrutar del momento en su justa medida.
De
hecho, hay personas más preparadas que otras para sacarle partido a la noche.
Son aquellos que se activan con la oscuridad y, sin embargo, adolecen de una
tremenda pereza a la hora de levantarse por las mañanas. Yo creo que los
noctámbulos tienen una estructura cerebral diferente, pertenecen a lo que se
llama un cronotipo lento, es pura fisiología. A ellos les pertenece la noche,
que para ellos representa un campo fértil y abonado que permite materializar sus
sueños. ¡Qué mejor momento para escribir un relato! No hay un buen relato de
terror que se precie que no haya sido escrito con nocturnidad y alevosía. Los
noctámbulos son grandes soñadores que sueñan despiertos y que cada noche se
niegan a reconocer que la bienvenida hipnagógica está a la vuelta de la
esquina.
Asimismo,
los noctámbulos empedernidos aman el otoño, como es mi caso, el triunfo de las
tinieblas que van extendiendo su oscuro manto sobre las horas del día. Los días
se acortan y la vida se hace nocturna por momentos. La Naturaleza se prepara
para dormir pero todavía es tiempo de recoger los frutos maduros de los olivos
y las vides, los granados y los kakis, los castaños y los boniatos. Mientras se aproxima la noche
del año, la vida se desarrolla íntima, introvertida, escondida, al tiempo que
los mecanismos de regeneración vital se ponen lentamente en marcha. Este gigantesco
anochecer es perfecto para mirarse hacia dentro mientras disfrutamos de
nosotros mismos. ¡Me encanta el otoño!
Y si
el otoño es la noche del año, no puedo dejar de hablar de la noche de la vida,
la oscuridad más severa y profunda, la oscuridad definitiva que no es otra que
la muerte. Ansío desenvolver el regalo del ocaso de la vida, encarar la recta
final donde la carga experiencial es tan elevada que nada me enfada ni me
molesta. La sensación de arribada hacia el destino seguro me reconforta al
mismo tiempo que desaparece la necesidad de justificar mis actos. Pero de nuevo
es necesario estar en paz con uno mismo para poder saborear esta etapa de la
vida con la mayor plenitud y sosiego. Aquí ya no caben las frustraciones ni las
metas inalcanzables ni la insatisfacción permanente que nos espolea en busca de
no se sabe muy bien qué. El ocaso es el gran momento apreciativo en el que
damos valor a todo lo conseguido durante la vida. El ocaso es el delicioso momento
de prepararse para el merecido descanso, un descanso que espero sea eterno.
2 comentarios:
Joan,
Cuando leo “Ansío desenvolver el regalo del ocaso de la vida, encarar la recta final”, seguido de “La sensación de arribada hacia el destino seguro me reconforta al mismo tiempo que desaparece la necesidad de justificar mis actos”, confieso que me escandalizado. A tu edad, ¿cómo puedes desear la muerte?, ¿cómo puede reconfortarte llegar al final de la vida? He releído el texto buscando dónde estaba mi error, no me cabían en mi cabeza semejantes afirmaciones. Viniendo de una persona con todavía quién sabe si más de media vida por delante, estas frases me han sonado a blasfemia contra el regalo de la vida, te he adjudicado una enajenación mental transitoria.
Sin embargo, lo bueno de leer algo interesante es que te obliga a reflexionar, y más si quieres comentarlo luego. Y entonces se me ha aparecido la única palabra que mejor define tu actividad como persona pensante: la curiosidad. Una curiosidad infinita que no conoce elemento que la perturbe en su afán de saber, de preguntar, de descubrir. En este sentido, el de una curiosidad rayando lo malsano, tus afirmaciones cobran ante mí otro sentido completamente distinto. Me doy cuenta entonces que tu ansiedad por dejar este mundo no obedece a un sentimiento autodestructivo, para nada. Yo lo atribuyo a tus ganas de aprender, de sentir, de experimentar, de saber qué narices hay más allá de nuestra existencia. Pero es que además, encaras esta etapa final con entereza y paz interior, lo que te convierte en un ejemplo a seguir. Todos deberíamos vivir con la madurez necesaria para afrontar el final con dignidad y dispuestos a pasar cuentas. Como muy bien dices, “El ocaso es el gran momento apreciativo en el que damos valor a todo lo conseguido durante la vida.” Qué gran verdad y ojalá supiéramos (y pudiéramos) llegar a este examen de conciencia con la sensación reconfortante de que nos hablas.
Sólo me queda una duda. ¿No será que te encuentras pasando por una crisis personal que te está provocando cierto desasosiego anímico? ¿No tendrás ganas de ver el final del recorrido vital para romper con tu situación de confort actual porque necesitas algo que reordene tu vida? Con tantas afirmaciones tremendas como las que he destacado, ¿no estarás reclamando un cambio urgente, una revolución interior que sacie tu curiosidad en crisis? No te preocupes, soy muy malo como psicólogo, seguro que si me respondes a este peñazo de comentario mío, recuperaré algo de la tranquilidad que tu excelente texto me ha robado.
Un abrazo,
Lluís
Querido Lluís,
te escribo un poco preocupado por si he causado cierto azoramiento en ti al leer mi entrada y quiero tranquilizarte porque todavía no quiero morirme.
Se ha tratado más bien de loar esa fase de la vida que podríamos identificar con la madurez y en la que nos dedicamos a recoger los frutos de lo sembrado durante toda una vida. He querido hacer el símil con el otoño de la vida, cuando ya las efervescencias primaverales y los sofocos estivales dan pie a una visión más meditada y serena de la vida pero también muy feliz. Con 47 años me da la impresión de que ya voy llegando a esta etapa, quizá todavía faltan unos cuantos años más, pero ya empiezo a sentir que se acerca y que empiezo a encarar la cuesta abajo de la montaña.
Ahora bien, tienes toda la razón en que el proceso de crecimiento vital no termina o no debe terminar hasta el mismo día en que nos morimos. Siempre tenemos nuevas oportunidades de aprender, de crecer y de mantener una mente inquieta y curiosa que quiere explorar nuevos horizontes. Podríamos dejarlo en una balanza entre lo nuevo y lo ya interiorizado, una balanza que con el tiempo se va decantando más hacia del lado de la experiencia y menos hacia lo nuevo.
Te doy las gracias porque con tus comentarios siempre me haces reflexionar un poco más y así le saco más jugo a mis entradas.
Un abrazo
Juan F.
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